6 abril,2023 10:18 am

Plasma el escritor Alberto Dallal su admiración y respeto por Guillermina Bravo en un libro

Propone el investigador que el Centro Nacional de Danza Contemporánea, con sede en la Ciudad de Querétaro, lleve el nombre de la fundadora del Ballet Nacional de México

Ciudad de México, 6 de abril de 2023. En la colección de Alberto Dallal sobre la danza mexicana faltaba un título único y especial que “se debía a sí mismo y al pueblo de México”, según expresa: Escribir sobre la máxima figura de la coreografía nacional y de la organización de compañías y grupos: Guillermina Bravo.

Lo tituló Epicentro: Guillermina Bravo y el Ballet Nacional de México, aprovechando el título de una de sus “coreo-cronologías” que, de acuerdo con lo que ella le explicó al investigador en alguna ocasión, desarrolló a partir de un punto que va rodeando el espacio y lo va conquistado, poco a poco, hasta que llega a hacerse la coreografía en el escenario, pero siempre con referencia de un punto, el epicentro.

“Guillermina es precisamente como un epicentro, porque es la que llega a ser la máxima coreógrafa y organizadora de las compañías de danza en México, específicamente de la danza contemporánea”, define en entrevista el escritor y académico adscrito al Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, entidad que lanza el libro bajo su sello.

Por eso Dallal no tiene empacho en “exigir” que el Centro Nacional de Danza Contemporánea (Cenadac), con sede en la Ciudad de Querétaro, lleve el nombre de Bravo, y “que ahí se geste una gran compañía de danza contemporánea”.

El investigador define a Bravo (1920-2013), de quien este año se recuerda el 10 aniversario de su fallecimiento, el próximo 6 de noviembre, como una personalidad fundadora que participó de la gestación de las compañías independientes del país, recién egresada de la Escuela Nacional de Danza, de la cual “salió por piernas” por desacuerdos con las hermanas Gloria y Nellie Campobello.

Desde un inicio pensó en tener una agrupación propia, con una técnica muy determinada, que fuera forjándose a sí misma.

De allí devendría el Ballet Nacional de México (BNM), la primera compañía independiente de danza moderna y contemporánea del país, que la también llamada Bruja fundó en 1948.

“El enorme mérito inicial del Ballet Nacional de México y de sus fundadores se localiza en perseguir y al fin lograr la independencia del artista para manifestar sus ideas políticas y sociales sin cortapisas y sin la supeditación al esquema o a la estructura ‘cultural’ del momento histórico”, escribe el investigador.

Con gran ahínco, dice, Bravo empezó a buscar la técnica que especializaría a sus bailarines y, después de muchos intentos con otras posibilidades, descubrió el método forjado por la estadunidense Martha Graham, baluarte del movimiento cuya visión se replicó en el mundo y que todavía perdura.

“Tuvo buen ojo”, elogia Dallal

El método de la estadunidense Martha Graham fue integrado por Bravo en 1963; como decía la coreógrafa, Graham volvía al arranque, dentro del cuerpo, del movimiento. “Ése es el gran valor de Graham”.

Sobre ese arranque físico, agregó, puede irse cambiando, de forma constante, la técnica: “La técnica contemporánea no es una técnica cerrada”, decía. “Por eso cada grupo o compañía tiene su técnica. Es más: cada coreógrafo crea la suya”.

Una artista única

Bravo fue una artista a la que le disgustaban las reposiciones, que no se repetía, lo cual tampoco se lo permitió a los coreógrafos de la compañía, legando así una obra consistente, de gran calidad.

“Por eso Guillermina es única en la historia de la danza mexicana hasta el momento. A lo mejor surgen otros coreógrafos que la van a superar, (pero) por eso le dedico un libro entero: toda su obra es armónica, tiene armonía con todos los elementos que fue descubriendo e inventando”, recalca Dallal, quien escribió el libro desde la admiración y el respeto por su figura.

En el epílogo, coloca a la artista, creadora y organizadora, maestra y dirigente, en el terreno de lo excepcional: “Acostumbrada a luchar y pugnar por causas concretas”, jamás por “poderes, chambas, presupuestos inmerecidos”, destaca.

Algo fuera de lo común fue la aparición de un “centro creativo” como el Ballet Nacional de México.

Epicentro: Guillermina Bravo y el Ballet Nacional de México es hasta ahora ya el estudio biográfico más completo de la coreógrafa, que integra la creatividad y la técnica de su disciplina. Con él, su autor logra saldar sus deudas.

Comparte historia de la gran ruptura

Cercano a Guillermina Bravo, Alberto Dallal llegó a acompañar algunas de las giras internacionales del Ballet Nacional de México (BNM), y en esos viajes, dice el investigador, la agrupación “sorprendía”.

“Era notable cómo una compañía de danza contemporánea podía ser tan original y tan bien situada”, recuerda.

En el libro Epicentro: Guillermina Bravo y el Ballet Nacional de México, el crítico recorre todas las etapas del trabajo de Bravo y su producción creativa, así como documenta el abandono de la escuela nacionalista y la renovación de la coreografía y la danza en todo el mundo durante los años 60: “El paso de la danza moderna a la contemporánea”, y a la postre, su consolidación.

A la agrupación sólo restaba contar con un teatro sede, lo mismo que para el Centro Nacional de Danza Contemporánea (Cenadac) en Querétaro, y en ello trabajaba cuando, de manera intempestiva, la coreógrafa anunció en el año 2006 la extinción del Ballet Nacional de México, la “más estable y profesional compañía de danza contemporánea mexicana”.

“Ella debió haber nombrado sucesores para que siguiera dando frutos la compañía a través del Cenadac”, discrepa aún hoy Dallal, como discrepó en aquel momento.

La decisión supuso una ruptura definitiva entre ambos que interrumpió su amistad. Hasta entonces habían mantenido una relación fructífera, aunque polemizaban, y de ello queda constancia en las horas de entrevistas que nutren el libro, entregadas por el crítico para su resguardo a la Fonoteca Nacional.

“Me dejó mal impresionado que cerrara la compañía aludiendo que el Ballet Nacional de México había cumplido con su misión histórica. Yo, que había visto cómo el Ballet Nacional de México iba preparando a nuevos coreógrafos, se me hizo una contradicción que lo cerrara”.

Texto: Erika P. Bucio / Agencia Reforma