18 agosto,2018 8:42 am

Rosario Castellanos cambió mi discurso feminista, dice Natalia Beristáin, directora de “Los adioses”

Texto: Tatiana Maillard/ Foto: Cortesía KMBO
Ciudad de México, 18 de agosto de 2018. El segundo largometraje de la directora Natalia Beristáin, Los adioses: el eterno femenino, es más que una película acerca de la juventud y madurez de la escritora Rosario Castellanos: retoma la figura de la también poeta chiapaneca para dar salida a cuestionamientos personales, desde la construcción social de la mujer y la maternidad hasta las heridas que provoca una relación de pareja marcada por los celos profesionales y el cotidiano ejercicio, consciente o no, de hacerse daño.
Beristáin no quería que se le etiquetara como una “directora feminista” o que retrataba las vicisitudes de la existencia a partir de la perspectiva de una mujer. Eso cambió cuando leyó la edición que la Dirección General de Publicaciones de Conaculta –hoy Secretaría de Cultura– hizo de las cartas que Rosario Castellanos escribió a su pareja, el filósofo y periodista Ricardo Guerra.
No queríamos hacer una biopic
–A veces ocurre que las películas y series basadas en personajes reales acaban por mitificarlos y despojarlos de características humanas. ¿Cómo evita eso? –se le pregunta, en entrevista con El Sur, a la cineasta.
–La vida de Rosario no fue el motivo original para hacer la película. Más bien yo tenía cuestionamientos sobre cómo el contexto histórico, cultural y social determinan la manera en que se concibe a la mujer. No encontraba cómo dar forma a estas ideas, hasta que me topo con las cartas que Rosario le escribe a Ricardo Guerra. Encuentro que esta mujer, que es un parangón intelectual, se muestra en estas cartas como una mujer contradictoria, falible, frágil e insegura. Sí, era brillante. Sí, tenía un sentido del humor delicioso. Pero también era alguien con la que podía relacionarme casi de manera íntima. Eso me permitió vincular su figura a los temas que yo traía en la cabeza.
Desde la escritura del guión sabíamos que no queríamos hacer una biopic. Para hablar de una manera real y humana del feminismo, la maternidad y la vida en pareja, se necesita comprender que las dos partes de una relación pueden ser víctimas y victimarios. Es importante observar los claroscuros y no nada más las figuras de monografía que nos mal enseñan en la escuela y que nos resultan lejanas, porque son irreales.
–¿Por qué su interés en las cartas de Castellanos?
–Yo había leído a Rosario en mis tareas de la prepa, esa época cuando una es joven, tonta y no pone atención en lo que debería. Nunca más la volví a leer. Pero hace unos años se montó una obra de teatro alrededor de la figura de Rosario (Prendida de las lámparas, de Elena Guiochins). Yo ni siquiera vi la obra, me regalaron el texto. En algún momento, creo que en el prólogo, se mencionan estas cartas. En ese tiempo era asidua a leer correspondencias publicadas, así que me interesé en ellas. Me costó trabajo encontrarlas, la edición fue chiquita y era difícil de encontrar. Al final, una amiga me dio unas copias.
Ya había terminado de hacer No quiero dormir sola y me preguntaba qué era lo siguiente. No recuerdo si fue en una cena o en una peda, pero Rafael Ley, que era productor de la película, me preguntó “¿Y ahora qué vas a hacer?”. Le comenté de manera muy vaga que quería hacer algo con Rosario. Al mes, me habló para decirme que ya había gente interesada en poner dinero para hacer la película. ¡Goei! ¡No tenía ni guión!
Le hablé a María Renée Prudencio –actriz y guionista– para decirle que, efectivamente, no tenía nada, salvo unas cartas, y quería hablar de los temas que me preocupaban, que quería hablar de una pareja que se rompe la madre en la intimidad de su casa, y después puede salir y poner cara de que todo está bien.
María Renée y yo nos pasamos cerca de dos años leyendo a Rosario y entrevistando a gente cercana tanto a Rosario Castellanos como a Ricardo Guerra para dar forma al guión.
“Otro modo de ser humano y libre”
–El retrato de Rosario se da en los espacios privados. La casa. ¿Por qué?
–Quería hacer una confrontación cara a cara entre los dos miembros de una pareja. No hay manera de hacer eso más que en la intimidad de la casa. Porque puedes pelearte en público y volverte loco, pero la sensación lacerante y profunda de una discusión se da en la intimidad de un hogar. ¿Por qué nos comportamos distinto en lo público y en lo privado? Estamos muy acostumbrados a que la mierda suceda en casa, cuando el hogar tendría que ser nuestro espacio seguro. Mientras tanto, hacia fuera, fingimos que todo está bien.
No sé. Creo que no hay manera de escapar de las laceraciones en una relación amorosa. No, al menos, como estamos acostumbrados a relacionarnos. Rosario plantea algo que considero poderoso: la posibilidad de “otro modo de ser, humano y libre”. Ahora esperaría que estos cuestionamientos alrededor de la mujer y del machismo sirvieran para dar un segundo paso y reflexionar sobre la forma en que fuimos educados para relacionarnos, que es una manera caduca. Habría que empezar a pensar de otro modo.
–¿Cuál fue el origen de tus cuestionamientos sobre la pareja o la mujer?
–Mi propia vida. ¿Qué te digo? Me separé, poco después de filmar Los adioses, terminó una relación muy chida y muy larga con el padre de mi hija. Te cuestionas las relaciones humanas. ¿Cómo es que uno es capaz de herir a la gente que más te quiere y más quieres? Ni la obra ni la vida de Rosario dan respuestas a las dudas que una tiene en ese tema. Más bien te llena de otras dudas. Por otro lado, mi propio discurso feminista se vio modificado por completo, por no decir “radicalizado”, a partir de que Rosario entró en mi vida. Mi discurso es distinto al de hace cinco años, cuando hice No quiero dormir sola, donde también hay dos personajes femeninos. Me acuerdo que, después de esa película, me preguntaban si yo era feminista. Y yo respondía: “Bueno, esto es sólo una película, también pudieron protagonizarla dos personajes masculinos y sería lo mismo”. Ni madres. No sería lo mismo.
Escribí a dos personajes femeninos porque es el universo que conozco y porque no hay personajes contundentes femeninos en el cine, porque es muy difícil que a una actriz como Adriana Roel, que tiene 80 años, se le ofrezca un protagónico, o que los personajes tengan claroscuros y no sólo sean “la mamá de”, “la novia de”. Lo entendí con mucha mayor claridad con la obra de Rosario. Es curioso, porque en muchas entrevistas que escuchamos de Rosario, ella decía “yo no soy feminista”, pero su obra desmiente esta afirmación y, en mi caso, sus textos me han colocado en otro punto para relacionarme con otras mujeres en el trabajo, con mi madre –la actriz Julieta Egurrola–, con mi hija…
–…¿Y con tu primera película?
–En ese momento, lo que me importaba era afirmarme como directora, o como alguien que “dirige cine”, porque es verdad que si una mujer hace una película y sus personajes son femeninos, inmediatamente es calificada como feminista. Pero si un hombre dirige una película con personajes masculinos, “hace cine” y punto. En ese tiempo me interesaba decir “yo hago cine”, y ya, sin estandartes. Dando por sentado que la equidad ya está ahí. Claro que no.
Si bien las cosas han avanzado desde los años en que vivió Rosario, el cambio no ha sido tan grande como creemos. Y en nuestra ala de clase media y media alta, tendemos a olvidar que somos absolutamente privilegiadas y que las cosas no funcionan igual para todas. Yo sé que vivo en una burbuja donde no soy inmune a cosas como la violencia, pero estoy cobijada por el extracto social al que pertenezco, el círculo donde me muevo. Es como un pequeño blindaje. Si nos importa lo que ocurre fuera de la burbuja, tenemos que ver cómo cuidarnos entre nosotros. Porque esto ha sobrepasado al Estado.