10 diciembre,2017 7:11 am

Ruta de fuga

Andrés Juárez.

 

Lo invisible

 Escribir sobre celebraciones de días internacionales o nacionales en honor a un tema ambiental siempre me ha parecido de una pereza mental mayúscula. Excepto por el suelo. Ya sea el Día Mundial del Suelo o el Día de Lucha contra la Desertificación, estos actos simbólicos sirven para echar luz sobre un tema casi imperceptible. Las agendas públicas, tanto de gobiernos nacionales y locales, como de la sociedad civil ocupada en temas ambientales, se encuentran dominadas por la biodiversidad y el cambio climático, pese a que el suelo sostiene todo lo anterior. De los cuatro recursos naturales renovables –agua, vegetación, fauna silvestre, suelos–, el suelo es el menos atendido por la sociedad, por los usuarios, por las políticas públicas y por la legislación.

El suelo es el sostén del resto de los recursos naturales, y es también el que manifiesta sus interacciones. El manejo adecuado o inadecuado del agua o de la biodiversidad se verá somatizado en el suelo. Las prácticas de producción agropecuaria impactan directamente en el suelo, hablamos de fertilización inadecuada, sobrecarga de ganado, deforestación.

El lema de la celebración internacional de este año es “El cuidado del planeta comienza con el suelo”, porque sin este recurso la vida se torna imposible. El suelo alberga una cuarta parte de la biodiversidad del planeta: biodiversidad invisible, quizás por ello no la consideramos tanto como la vaquita marina o los jaguares: comienza con bacterias, nematodos y hongos que sostienen a una biodiversidad mayor, como plantas y animales vertebrados, aves, lo cual tiene importancia para asegurar la sustentabilidad alimentaria y la nutrición.

El agua, tanto en cantidad como en calidad, depende también de mantener ecosistemas acuáticos saludables –desde ríos, lagos y humedales hasta los océanos–, depende del manejo adecuado y medidas de conservación de los suelos. Si se contaminan los suelos, se contaminan los ríos y los mantos acuíferos. Ahí tenemos los desiertos marinos, como el observado desde los años setenta en el Golfo de México y más recientemente en el alto Pacífico mexicano. En los desiertos marinos o zonas muertas, la biodiversidad marina no puede existir porque el oxígeno ha sido consumido por el crecimiento de algas fertilizadas por materia orgánica e hidratos arrastrados por los ríos desde las zonas agrícolas –con mal manejo de suelos– en Estados Unidos o México.

Los suelos están ahí, generando bucles de retroalimentación con el agua y la cubierta forestal, y también con el aire. Aunque invisibles, son muy importantes los flujos de carbono entre el suelo y la atmósfera, que van en ambos sentidos: los suelos capturan carbono al incorporar materia orgánica o emiten carbono a la atmósfera cuando los suelos se degradan. La cantidad de carbono que está en los suelos se estima en tres veces mayor a la que hay en la atmósfera. Cada vez que en la agricultura o los bosques se deja degradar el suelo, se está dejando escapar parte de este carbono y con ello incrementando el potencial de cambio climático.

Entonces, dicho así, de manera muy breve, la relevancia de los suelos es crucial para la biodiversidad, la seguridad alimentaria y el combate al cambio climático, con todas las consecuencias socioambientales que eso conlleva.

Lamentablemente, las prácticas de producción intensiva, el cambio de uso del suelo, el manejo forestal inadecuado, la ganadería mal ejecutada, y actualmente los efectos del cambio climático por el aumento de inundaciones o sequías está llevando a un escenario preocupante: más de la mitad del territorio mexicano tiene elevados niveles de degradación en sus suelos (ya sea por erosión, por contaminación, por salinización, entre otras causas).

Por parte del gobierno se están haciendo grandes esfuerzos para atender los suelos, y por parte de la sociedad mediante los productores agrícolas de baja escala. Pero la articulación con los municipios, la visibilización del tema en la que trabajan los activistas ambientales, la participación de los productores agroindustriales, por poner algunos casos, es de suma urgencia para garantizar el mantenimiento de este recurso natural.

Por todo lo anterior, me permití retomar el Día Mundial del Suelo y hacer la invitación a que se voltee a este recurso natural que damos por descontado, tan imperceptible como vital.