Atoyac, Guerrero, a 12 de diciembre de 2024.- Raúl Florencio Lugo Hernández es más que el único sobreviviente aún vivo del mítico asalto al cuartel militar de Madera, Chihuahua, después participó en la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), estuvo encarcelado en el Palacio de Lecumberri, escribió un libro de yoga en prisión y fue sindicalista de las maquiladoras de Sonora tras ser liberado.
Considerado un “suicidio” para algunos, el ataque del 23 de septiembre de 1965 representa para el último guerrillero vivo de los 13 que participaron, 8 muertos en combate, “la necesidad de la lucha, sabíamos que podíamos morir”.
Florencio Lugo acudió a Atoyac a la semana conmemorativa por los 50 años de la muerte en combate de Lucio Cabañas, estuvo acompañado por su hija Janneth y los combatientes del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), Laura y Armando Gaytán Saldívar, Juan Chávez y Alma Gómez Caballero.
Con voz pausada y firme, Florencio Lugo narró parte de sus 81 años más de dos horas, incansable. Es difícil abarcar todos los pasajes de su trayectoria, pero contó los momentos coyunturales que determinaron su vida.
Un discurso inspirado en Fidel Castro lo encarreró
Florencio Lugo nació el 30 de enero de 1943 en el ejido El Apache, municipio Galeana, Chihuahua, en condiciones de pobreza, “mis padres no tenían tierras para trabajar” y se movían para buscar cómo mantener a la familia hasta llegar a Nuevo Casas Grandes, donde creció.
En 1963, el joven Florencio escuchó estando en la cárcel por una decisión “arbitraria” de la policía, la invitación a un mitin de campesinos solicitantes de tierras para invadir un predio en la región de Janos, “las invasiones eran simbólicas para presionar al departamento de Asuntos Agrarios y Colonización a que atendiera las llamadas de los campesinos”.
En la tercera invasión participó la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM), y Florencio, quien participaba en el Club de la Juventud Trabajadora promovido por Arturo Gámiz, destacó con su discurso que dio en un mitin para relatar la represión militar al movimiento.
“Recordando un discurso de Fidel Castro, yo no hablé de la represión, yo hablé de la necesidad de la lucha”, y a partir de ese momento fue reclutado para otras actividades, pero en la radicalización del movimiento, Salomón Gaytán y Antonio Escobel “ajusticiaron” al cacique Florentino Ibarra cerca de Madera y el templete del entonces candidato presidencial Gustavo Díaz Ordaz fue incendiado, lo que desembocó en la guerrilla y en el histórico asalto al cuartel de Madera, la primera acción guerrillera del país, ocurrida la madrugada del 23 de septiembre de 1965.
El Grupo Popular Guerrillero
El grupo comenzó en la sierra de Chihuahua con Salomón, Arturo y Antonio, Florencio Lugo se unió “porque ya tenía cierta conciencia de lucha, ahí nos llevaban literatura al club, ahí me di cuenta de la revolución china, rusa, cubana, ahí leíamos libros del Ché”.
De la posibilidad de matar y de morir, el ex guerrillero dijo: “ya empieza uno a tener conciencia de la necesidad de la lucha, sabe uno que puede morir, pero está uno convencido de que es necesario llevar a cabo la lucha”.
El hombre veinteañero dejó a su abuela, a su mamá, a sus hermanas y a su hermano para irse a la sierra, “andar en la guerrilla era lo más duro que pudiera haber”, en respuesta a la ejecución del cacique Ibarra, el gobierno mandó soldados y policías judiciales a perseguir al grupo, “entonces no podíamos estar más de dos días en un lugar por acuerdo”.
Llovía, caía nieve, pasaron hambre, por momentos no tenían agua para tomar y de los siete que subieron de Nuevo Casas Grandes, seis pidieron su baja inmediatamente porque “no aguantaron, es que había que andar caminando de día y de noche pues, eran ratos los que descansábamos, en lo más agreste de la sierra sí podíamos descansar un poco más tranquilos”.
Florencio Lugo fue el único que aguantó, “las condiciones de vida en las que se desenvuelve uno, eso le da temple a la gente, no a todos, pero sí a algunos”, expresó como en un fragmento de alguno de los libros que fascinaron a los jóvenes izquierdistas de la década de 1960.
Quedaron Arturo Gámiz, comandante en jefe del grupo, Salomón Gaytán, Antonio Escobel, Juan Antonio Gaytán y Florencio Lugo. Con otro compañero campesino, los seis guerrilleros rodearon un cuartel de la Policía Judicial Rural e hicieron rendir a los asaltados, esa fue su primera acción.
Un entrenamiento militar en el Distrito Federal (hoy Ciudad de México), que no cumplió con las expectativas del grupo, fue la antesala al asalto al cuartel de Madera, Chihuahua, donde “ya había muchos soldados de los que nos habían informado, mucha gente después del asalto han dicho que ya estaban avisados”.
“Sabíamos que podíamos morir”
“Me han dicho: eso que hicieron ustedes es un suicidio, ¿pues qué les pasó?, no, en primer lugar había disciplina en el grupo, en segundo lugar éramos conscientes de la necesidad de la lucha y sabíamos que podíamos morir en el asalto al cuartel, pero también podíamos morir en cualquier otra parte”.
El asalto al cuartel de Madera estaba planeado para realizarlo el 15 de septiembre de 1965, pero se pospuso porque los guerrilleros comisionados para dos actividades previas no llegaron a tiempo.
El 22 de septiembre, Arturo Gámiz dijo al grupo que en la madrugada del siguiente día se llevaría el asalto y repartió un queso, el único alimento que tenían, y las armas, “a mí me asignó un arma de grueso calibre, un 30-06”.
Pablo Gómez le propuso “con buenas palabras” a Arturo Gámiz posponer el ataque y cambiar el lugar “donde tengamos más posibilidades de triunfo”, y el comandante le respondió que el asalto se iba a llevar a cabo, “si ganamos qué bueno, si perdemos ni modo, pero tenemos que dar un golpe espectacular, que la gente de Chihuahua y toda la gente de México sepa lo que está pasado aquí”.
Matías Fernández secundó a Pablo Gómez y Arturo Gámiz le preguntó: “¿tienes miedo?” y luego lo mandó a cuidar al chofer y las armas que estaban en el camión maderero que secuestraron para llegar a Ciudad Madera, “nunca supe dónde estuvo Matías con el camión, pero por ahí cerca; a Paco (Francisco) Ornelas lo mandaron a la casa Pacheco”, contó Florencio Lugo sin saber el porqué de esta decisión a casi 60 años del hecho, cumpliendo así el reglamento interno de “no hacer muchas preguntas”.
El cuartel fue atacado por 11 guerrilleros en tres flancos: Óscar Sandoval, Rafael Martínez Valdivia, Guadalupe, Lupito, Escobel y Florencio Lugo por el norte; Arturo Gámiz, Ramón Mendoza y Salomón Gaytán “por el lado de donde sale el sol más o menos”; y el doctor Pablo Gómez, Antonio Escobel, Emilio Gámiz y Miguel Quiñónez por el sur.
Los sobrevivientes fueron Guadalupe Escobel, Ramón Mendoza, Francisco Ornelas, Matías Fernández y Florencio Lugo, quien resultó herido por las esquirlas que brotaron tras el balazo que pegó en el cargador de su arma, pero logró salir del cerco y caminó entre 6 y 8 días en la sierra sin comer hasta que lo acogió una familia campesina, y luego avanzó más hasta ser curado.
La ACNR, Lecumberri, el yoga y el sindicalismo
Con la ayuda de distintas personas, el guerrillero se fue a la capital del país, donde entró contacto con la familia de Genaro Vázquez y luego llegó a Guerrero a principios de 1966 para participar con la ACNR “en mítines, en reuniones”, sobrevivió a una balacera de policías contra la casa de Elpidio Ocampo Mancilla en Iguala, donde murió el hijo del cívico, ambos fueron aprehendidos, pero salieron ocho días después, Elpidio fue desaparecido en 1972.
De regreso al Distrito Federal, participó en el grupo de la ACNR que realizó una fallida “expropiación” a las oficinas del PRI, fue detenido a principios de 1971, torturado y luego trasladado a la cárcel del Palacio de Lecumberri, un “infierno” en el que estuvo cuatro años, y un año y medio más en Santa Marta Acatitla.
Felipe Villanueva, quien visitaba en la cárcel a los presos que no recibían familiares, acogió a la hija de Florencio Lugo, que ya murió, y le enseñó a practicar yoga para sobrepasar el “carcelazo”, la depresión de estar encerrado; al guerrillero le gustó tanto que escribió un libro sobre esta disciplina india y tuvo éxito.
Las regalías le ayudaron al salir de la cárcel en 1976 y llegar a Agua Prieta, Sonora, donde vive actualmente. Laboró en las maquiladoras, fue elegido para la Secretaría General del Sindicato de Trabajadores de las Maquiladoras y se jubiló. Escribió cuatro libros de su participación armada.
Florencio Lugo también se salvó de un accidente automovilístico en el que murió su pareja, y de una explosión de gas dentro de una vivienda, “a veces no me explico por qué me he podido salvar de tantas pues, ¿suerte o qué será?”.
Texto y foto: Ramón Gracida Gómez