1 octubre,2020 8:17 am

“Sí se calla la verdad cuando hay algo que nadie más publica”: presentan casos de periodistas asesinados o desaparecidos

 

El Sur / Ciudad de México, 1 de octubre de 2020. Leodegario Aguilera nació en 1943 en Tenexpa, un pueblo a corta distancia de Acapulco. Creció en una familia con estrechez económica, trabajó en la milpa, en campos de cultivo de gladiolas y fue maestro normalista hasta que decidió ser periodista.

Así fue que se mudó a la capital mexicana para estudiar en la Escuela de Periodismo Carlos Septién; ejerció el oficio a lo largo de casi 30 años y en distintas publicaciones. Fue reportero y director de la revista Mundo Político, que se editaba en el Distrito Federal, recogía información de corresponsales de distintos estados y se distribuía en varias ciudades.

Para Mundo Político Leodegario cubrió sucesos como la masacre de Aguas Blancas, y tocó temas poco reporteados como las desapariciones forzadas en Guerrero a lo largo de los años setenta, durante la Guerra Sucia.

El 22 de mayo de 2004, el periodista fue sustraído por la fuerza de su casa en Pie de la Cuesta; su familia no sabe nada de él desde entonces: Leodegario sigue desaparecido.

La impunidad que envuelve su caso se parece a la de otros periodistas asesinados o desaparecidos en México, uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo.

De 2000 a la fecha, la organización Artículo 19 ha documentado 131 asesinatos de periodistas en posible relación con su actividad profesional. De éstos, 47 se registraron durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, y 11 en la actual administración.

La historia de Leodegario es relatada en el informe Ya nadie publica eso. Derecho a la verdad, violencia contra la prensa y afectaciones a comunidades y colegas, elaborado por Artículo 19-México y Centroamérica.

En el documento, cuya investigación y redacción estuvo a cargo de la periodista Paula Mónaco Felipe, también se presentan las historias de los periodistas María Esther Aguilar, de Michoacán, desaparecida desde 2009; Moisés Sánchez, de Veracruz, asesinado en 2015, y Rafael Murúa, de Baja California Sur, asesinado en 2019.

Cuatro historias desde cuatro estados de la República, narradas para dar cuenta de lo que pasa en las familias de estos periodistas, entre sus vecinos, en sus comunidades locales. Y también para conocer qué ocurre con las “fuentes” que cubrían y que, en muchas ocasiones, se han quedado sin nadie que documente su labor, su lucha.

“Me queda un sabor amargo porque cada vez que matan o desaparecen a un colega, mucho gritamos o escribimos (la consigna) ‘no se mata a la verdad, matando a periodistas’. Después de hacer este trabajo, tengo la triste conclusión de que sí: sí se mata la verdad, sí se calla la verdad cuando hay algo que nadie más publica”, lamentó Paula Mónaco en la presentación virtual del informe realizada este miércoles a través de redes sociales y otras plataformas de internet.

“Ojalá –continuó– que este informe sirva para romper esa muralla de impunidad y entender que nos afecta que ya no publiquen eso, que nos golpea y nos hace vivir en un mundo mucho más injusto”.

Círculo de impunidad

En la presentación del informe Ya nadie publica eso… también participaron familiares y amigos de Leodegario, María Esther, Rafael y Moisés. Con sus relatos enunciaron la profundidad de la herida –tanto personal como social– provocada por el asesinato o la desaparición de sus seres queridos.

En Zamora, Michoacán, el gremio periodístico cambió su forma de trabajar tras la desaparición de María Esther Aguilar, reportera de temas policiales.

“Después de su desaparición, muchos reporteros dejaron de firmar sus notas. Derivado del hecho dejaron de hacer cobertura de manera presencial; se sustentaban básicamente en los boletines de las instancias gubernamentales, y aún así no firmaban las notas”, dijo Juan Ignacio Salazar, amigo, colega y jefe inmediato en el periódico Cambio de Michoacán, del cual María Esther era corresponsal en Zamora.

De Moisés Sánchez, secuestrado y asesinado en enero de 2015, el entonces gobernador de Veracruz, Javier Duarte, estigmatizó su trabajo. Dijo que no era periodista, sino “conductor de taxi” y “activista”.

Como se evidencia en el informe, esta manera de minimizar y discriminar es una de las violencias secundarias en los crímenes contra periodistas y favorecen su perpetuación.

“Rubén Espinosa Becerril –fotorreportero asesinado en julio de 2014– pedía la aparición con vida de mi padre. Meses después lo asesinan y ahí estamos pidiendo justicia por él: es como un círculo que no termina”, relató Jorge Sánchez, hijo de Moisés.

“Parece que ya no importan las manifestaciones, los reclamos de las organizaciones internacionales, como es Artículo 19. En Veracruz ha habido gobiernos de los tres partidos más importantes y cada uno con su fiscal. En cada una de las administraciones sigue habiendo impunidad y apatía”.

Rafael Murúa fue fundador y locutor de Radio Kashana, la primera radio comunitaria de Baja California Sur. Transmitía desde el pueblo de Santa Rosalía.

Luego de su asesinato fueron encarcelados tres supuestos responsables. Sin embargo, sobre estas capturas y las razones de la violencia ejercida en contra de Rafael, aún existen muchas dudas.

“Esto no pasaba en Santa Rosalía, nunca pensamos que la violencia nos iba a alcanzar tan pronto. Cuando sucedió, fue muy impactante como comunidad el tener de cerca esta mano oscura del crimen organizado, saber que están aquí con nosotros, que viven cerca, que nos acechan”, dijo Alfredo Murillo, uno de los amigos más cercanos de Rafael y también locutor de Radio Kashana.

“Es muy difícil tratar de buscar justicia sabiendo que ellos son los que muchas veces mueven los hilos adentro del gobierno”.

En Guerrero, la desaparición de Leodegario Aguilera dejó sin espacio de expresión a grupos de personas despojadas y violentadas, comentó su hermana Ernestina Aguilera.

“¿Cuántos luchadores sociales han dejado de encontrar una pluma que cuente sus luchas? Ya hay cada vez menos. Pero matando a periodistas no se matan la verdad”, preguntó, antes de anunciar el próximo regreso de Mundo Político. Volver a publicar la revista que dirigía su padre es una manera de “aportar granito de arena para que no se repita la violencia hacia periodistas”.

Texto: Caterina Morbiato / Foto: Archivo