13 septiembre,2023 11:53 am

Siguen sin servicios y en casas cuarteadas damnificados en Nuevo Balsamar, Zumpango

 

Informa el comisario Bulmaro Cayetano Moso que 80 familias llevan 10 años fuera de su pueblo tras Ingrid y Manuel y seis años “aguantando” las mismas carencias en el fraccionamiento donde Sedatu los reubicó. Urge al gobierno estatal una casa de salud porque hay “muchos enfermos” por las condiciones en que están

 

Nuevo Balsamar, Guerrero, 13 de septiembre de 2023. Sin servicios públicos y en calles accidentadas sin pavimentar, 80 familias damnificadas por el huracán Ingrid y la tormenta tropical Manuel en septiembre del 2013 que fueron reubicadas de Balsamar, municipio de Leonardo Bravo (Chichihualco), ocupan sus casas cuarteadas y con filtraciones de agua en el fraccionamiento Nuevo Balsamar, municipio de Eduardo Neri.

El de Nuevo Balsamar es uno de los 45 fraccionamientos que se construyeron en diferentes regiones del estado para albergar a las familias damnificadas por las lluvias que azotaron la entidad los días 13, 14 y 15 del 2013.

En este fraccionamiento ubicado a unos 20 minutos de Chilpancingo, a orillas de la carretera que va rumbo a Chichihualco, se construyeron 210 casas, pero sólo están ocupadas 80, informó ayer el comisario municipal Bulmaro Cayetano Moso.

El resto de las familias se regresaron a su pueblo Balsamar por las malas condiciones de las viviendas que les entregó el gobierno federal a través de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) que estuvo a cargo del programa de la Reconstrucción de los daños de Ingrid y Manuel.

A seis años de que recibieron las viviendas en el fraccionamiento de Nuevo Balsamar, las familias damnificadas aún carecen de todos los servicios.

Construidas en una ladera empinada, la mayoría de las casas se ven en ruinas por el abandono en medio de maleza y montones de tierra que quedaron desde que se realizó la obra.

Por las calles sin pavimentar atraviesan zanjas abiertas por las corrientes de agua que bajan desde lo alto del cerro y apenas, con dificultad, se puede transitar en vehículo.

Las 80 familias que habitan ahí, a seis años de que recibieron sus viviendas, no cuentan con servicio de energía eléctrica, algunas, por su cuenta y de manera irregular hicieron sus propias “bajadas” y de una en una se van “pasando” la corriente en las casas, pero el voltaje es insuficiente y les alcanza sólo para lo necesario, contaron algunas de las mujeres.

Tampoco cuentan con red de agua y se abastecen comprando en pipas a 150 pesos el tinaco de mil 200 litros.

Asimismo, el servicio de drenaje colapsó en los primeros días que llegaron y los damnificados tuvieron que improvisar letrinas.

El fraccionamiento no cuenta tampoco con servicio de transporte exclusivo, los vecinos tienen que caminar de 200 a 500 metros cuesta abajo por las calles accidentadas hasta la carretera Chilpancingo-Chichihualco para abordar las Urvan que prestan el servicio en esta ruta para trasladarse a la capital o a Chichihualco para realizar sus compras o ir al médico.

“Aquí tampoco tenemos un centro o casa de salud”, reprochó el comisario municipal, Bulmaro Cayetano Moso, quien aseguró que ha realizado infinidad de gestiones para ello, sin que hasta ahora hayan tenido respuesta.

“No tenemos nada, si nos quedamos fue por necesidad, ya son 10 años y seguimos en las mismas”, dijo el comisario quien este martes se reunió con un grupo de mujeres cerca de la escuela primaria para evaluar su situación, a 10 años de que salieron de su pueblo y a seis de que recibieron sus casas.

“Allá cuando menos teníamos agua y luz y no nos hacían falta los alimentos, cuando menos quelites pero la comida estaba segura”, declaró Nicolasa Hernández de 56 años de edad.

El comisario dijo que como consecuencia de las calles que son de tierra, la falta de agua y drenaje, actualmente la mayoría de los niños están enfermos de gripa y tos, a tal grado que a partir del lunes pasado la escuela secundaria no abrió porque fueron pocos los estudiantes que llegaron.

“Tenemos muchos enfermos por la condición que se vive aquí, por eso le pedimos al gobierno que nos ayude, que nos haga caso, ya es mucho tiempo y nomás nos responden que sí, pero no vemos nada”, dijo con respecto a las solicitudes que han hecho a las dependencias de los gobiernos estatal y federal para que les ayuden con los servicios públicos.

Añadió que también piden que les arreglen sus casas porque la mayoría tienen cuarteaduras y les entra el agua.

“No nos las dejaron en condiciones para vivir, pero las recibimos porque la gente que vivimos aquí tenemos mucha necesidad, no tenemos para pagar renta y tampoco podemos regresar a nuestro pueblo porque allá no nos quedó nada”, explicó Cayetano Moso.

Suplicó: “De favor, le pedimos al gobierno que nos ayude, que nos haga caso, ya es mucho tiempo que estamos viviendo así. Somos gente pobre, no tenemos el recurso para andar vuelta y vuelta con las gestiones, siempre nos dicen que sí pero no se hace nada”.

Contó que hace seis años el gobierno (federal) ni si quiera les hizo entrega de manera formal sus casas, “nomás nos vinieron a tirar; nos dijeron ahí está tu casa, y prácticamente nos dijeron ay ve cómo le haces de aquí en adelante, y como la gente tiene necesidad aquí nos quedamos y seguimos aguantando”.

Según el comisario, las familias que se regresaron a Balsamar son las que se salvaron sus casas y tienen tierras para trabajar, “ellos están mejor que nosotros, allá hay mucha agua y hay luz, pero nos quedamos porque de plano no tenemos nada”.

Bulmaro Cayetano, denunció que a seis años de que les entregaron sus vivienda ni si quiera los han reconocido como como comunidad del municipio de Eduardo Neri, y siguen haciendo las gestiones, “pero son puras promesas, nos llevan que ya mero y que ya mero pero no se ve nada”.

 

Nicolasa Hernández Rosas Rojas, contó que aquí sufren de todo, “seguido nos enfermamos y no tenemos doctor, si uno se está muriendo se va uno caminando aquí, para abajo, por las calles feas para tomar el transporte en la carretera, por eso queremos el apoyo del gobierno con una casa de salud, cuando menos con una enfermera y medicamentos”.

Nicolasa explicó que ella no se regresó a Balsamar porque vive sola y a sus 65 años ya no puede trabajar en el campo y está a cargo de dos nietos que están pequeños.

“Pero sí, me hubiera gustado regresarme porque allá hay harta agua y aquí la compramos hasta para bañarnos, la vida es triste. No es lo mismo allá donde vivía, aunque sea quelites comía, pero aquí qué voy a comer, mira”, dijo señalando con la palma de su mano el cerro pelón.

Contó que a los pocos días que llegó, en las primeras lluvias que pasó en su casa de aquí de Nuevo Balsamar, el agua comenzó a brotar en medio de su casa, y tuvo que abrir una zanja para que desaguara, “cuando llovía yo no dormía tenía que sacar el agua con cubetas”.

Reprochó: “Si, es cierto, nos la regaló el gobierno pero no pues, que no nos las den así no se vale, la regadera para bañarse y el fregadero para lavar los trastes no sirven no los instalaron bien, están muy mal lo que nos entregaron”.

Informó que el año pasado a algunas de las familias les dieron un recurso para que arreglaran sus casas pero no todos resultaron beneficiados.

Nicolasa pido que el gobierno les arregle cuando menos las calles “para que podamos caminar cuando estemos enfermos, que nos ayude con la red de agua, o con lo que se pueda que nos ayude”.

Alma Rosa Castro Morales, otra de las damnificadas que viven en Nuevo Balsamar, es madre de un niño de 11 años enfermo desde marzo pasado, según dijo, por las precariedades y condiciones insalubres en que viven aquí.

Informó que el 28 de marzo cayó enfermo, y los médicos que lo atendieron le dijeron que su padecimiento es una infección viral llamada encefalitis viral por respirar en exceso el polvo.

“Yo me llego a la razón porque aquí vivimos en un lugar en condiciones que no son buenas, la verdad ni se podría decir que es fraccionamiento como ellos dicen; las calles son de tierra, no tenemos luz, ni agua, no tenemos nada”.

Sin embargo, Alma Rosa lo único que pide es un centro de salud con el servicio de cuando menos una enfermera y medicamentos.

Explicó que su hijo, como consecuencia del padecimiento, quedó inmóvil y está postrado en cama permanentemente y no come por la boca, “lo tengo que alimentar por sonda”.

Informó que lo tiene que traer constantemente al hospital de Chilpancingo Raymundo Abarca Alarcón y a rehabilitación al CRIG, pero la situación se le complica porque necesita trasladarlo en ambulancia, y primero tiene que viajar hasta Chilpancingo a solicitar los servicios de la unidad.

“Mi niño no se mueve, no camina, está inmóvil, está en cama permanentemente, pero no puedo hacer nada, cuando menos hubiera una casa de salud con medicamentos para que me lo atendieran aquí”.

Texto: Zacarías Cervantes / Fotos: Lenin Ocampo Torres