18 enero,2023 11:12 am

Sobrevive el sueño del escritor Salvador Novo de hacer un teatro en Coyoacán

Setenta años después, el lugar ha sorteado gobiernos, periodos de estrechez económica y una pandemia que lo puso peligrosamente cerca del cierre

Ciudad de México, 18 de enero de 2023. Cuando Salvador Novo llegó a Coyoacán, en 1953, el metro cuadrado costaba 30 pesos de entonces y los caminos ni siquiera estaban pavimentados.

En lo que hoy es la calle Madrid, en la colonia Del Carmen, el poeta encontró una vieja hacienda con una capilla, perfecta para hacer real, por fin, un anhelo longevo: construir un teatro.

Setenta años después, el lugar ha mantenido esta vocación tan vigente como entonces, sorteando administraciones de gobierno, periodos de estrechez económica y una pandemia que lo puso peligrosamente cerca del cierre.

Como desde hace 22 años, cuando recibió las llaves del Teatro La Capilla, el director y actor Boris Schoemann no pierde de vista el legado de su antecesor. “Novo tuvo la idea, con amigos arquitectos suyos, de comprar este predio que le gustaba para retomar esta vieja capilla derrumbada, abandonada, sucia, como decía, que él le vio cara de teatro desde el principio y pudo cumplir ahí un sueño de niñez de tener un espacio independiente en la Ciudad de México”, cuenta.

Como director de la Coordinación Nacional de Teatro del INBA en ese momento, Novo echó mano de sus conexiones políticas y amistades, y pasó el sombrero para financiar el nuevo recinto escénico.

“Cada uno aportó mil pesos para poder juntar, en total, 60 mil pesos, y a partir de ahí empezar a equipar el teatro, poner butacas, comprar luces, comprar todo lo que necesitaba y cuenta que, obviamente, todas las cuentas que hizo le salieron mal, porque costaba muchísimo”, relata Schoemann, quien sabe lo que cuesta mantener un teatro andando.

Siempre cosmopolita y actual, Novo fue el primero en programar en México obras de autores como Samuel Beckett y Eugène Ionesco, en una apuesta por la contemporaneidad que Schoemann ha buscado preservar.

“Novo permitió que muchas obras contemporáneas, europeas sobre todo, vieran la luz y se estrenaran en México aquí en el Teatro La Capilla, porque él mismo tenía ese gusto por la dramaturgia contemporánea y trajo mucho teatro de los años 50 y 60”, relata.

“Y desde el 2000, que yo llegué aquí con la obra Los Endebles o la repetición de un drama romántico, de Michel Marc Bouchard, también toda la línea que he seguido con mi compañía –también llamada Los Endebles– es justamente el fomento de la dramaturgia contemporánea, sea mexicana o extranjera”, compara.

Con la compañía de Schoemann a cargo de la administración del teatro, actualmente se llevan a cabo cerca de 100 producciones distintas al año, tanto en la sala principal como en la Sala Novo, esta última ubicada en el antiguo refectorio.

Se trata de alrededor de 600 funciones al año que funcionan como escaparate para los jóvenes teatristas mexicanos.

“Los jóvenes de hace 22 años ya son las vacas sagradas de nuestros tiempos, lo cual también es muy agradable poder decir que aquí tuvimos las primeras obras de David Gaitán; Wenses y Lala, de Adrián Vázquez se estrenó aquí, en una coproducción de La Capilla, porque hemos fomentado mucho la idea de coproducciones, de compañías en residencia, de incubadoras, de proyectos”, ejemplifica Schoemann con orgullo.

Tradiciones como el Ciclo de Teatro de los Estados, la Semana de la Dramaturgia Contemporánea y los Cuentos Navideños forman parte también del sello que Los Endebles ha impreso en el lugar, pero siempre con un pie en la vocación original del espacio creado por Salvador Novo.

Ejemplo de resistencia

El Teatro La Capilla, con su rotación constante de jóvenes creadores que encuentran un espacio donde crecer, ha probado ser un ejemplo exitoso del programa México en Escena, operado por el antiguo Fonca.

Diseñado para dotar con recursos a una compañía que mantenga un espacio escénico, este estímulo ha sido muy importante para el funcionamiento del teatro, pero hizo falta justo cuando más se necesitaba.

Al término del primer año de la pandemia de Covid-19, el hoy Sistema de Apoyos a la Creación  y Proyectos Culturales descobijó a La Capilla al no seleccionarlo para el programa.

“Lo más difícil fue de finales de marzo hasta diciembre, donde no tuvimos apoyo estatal y donde ahí sí nos las vimos negras para poder mantener el espacio”, recuerda Schoemann.

A partir del mes pasado, por fortuna, el teatro pudo reingresar al programa y, con ello, seguir con su vocación, que se aleja del teatro comercial y busca, más bien, impulsar las carreras jóvenes.

“Esto permite finalmente que nos restablezcamos, que volvamos a tener compañías en residencia, a tener coproducciones, a tener todo ese tipo de apoyos a terceros, sin los cuales a mí no me parecería tan interesante tener un teatro independiente”, celebra.

La solidaridad de los descendientes de Salvador Novo, apunta Schoemann, también ha sido indispensable para la supervivencia del espacio.

“La familia López-Antuñano ha hecho una labor impresionante de preservación de este espacio”, agradece el director actual.

El proyecto de Salvador Novo tiene todavía vida por delante.

Texto: Francisco Morales V. / Agencia Reforma