16 marzo,2021 5:44 am

Sociedad Civil: ¿dónde estás?

Florencio Salazar

Toda la idea de la sociedad civil reiteraba la observación elemental de que la sociedad existe.

John Kaene.

Guerrero necesita una vigorosa sociedad civil. Se necesita estimular la participación organizada de los ciudadanos fuera del sector público y de los partidos políticos. Se necesita que emerja de las propias personas, sin crédito partidista ni nómina gubernamental, con el fin de que la agenda de sus derechos no sea menguada en los laberintos de la burocracia ni detenida por los muros de la intolerancia.

Hemos tratado, en otras oportunidades, de explicar las características de la sociedad civil. En nuestra entidad, por abulia o interés político, se siguen confundiendo el concepto y, por lo tanto, no se comprende qué es la sociedad civil. Un solo ejemplo: una organización, club, plataforma, que dice ser ciudadana pierde tal naturaleza –o carece de ella– al apoyar a algún candidato/ta o partido. En ese caso, se trata de un grupo protopartidista, pero no es Sociedad Civil, ya que proto significa “prioridad”. La prioridad, entonces, no es la sociedad, es el candidato/ta o partido.

Con el propósito de que haya mayor claridad sobre el tema, me permito trasladar a los atentos lectores, una síntesis del dosier de la revista Letras Libres No. 266, de febrero anterior, Por qué necesitamos a la sociedad civil, integrado por artículos de John Keane y Cynthia Ramírez, así como la entrevista de Karla Sánchez a Lisa Sánchez y Edna Jaime. Desde luego, recomiendo ampliamente la lectura de este número de Letras Libres.

Por qué necesitamos a la Sociedad Civil

Aunque en México autoridades de todos los sexenios han querido minar el trabajo de las organizaciones ciudadanas que las vigilan, la actual administración se ha mostrado particularmente hostil, dedicada no sólo a obstaculizar sus labores sino a desacreditarlas como participantes indispensables de nuestra democracia.

Significado. Durante la década de 1980 y 1990, la ‘sociedad civil’ representaba un potencial organizativo. En Europa Central y del Este, en los márgenes del imperio soviético, el sintagma era una estrofa en la poesía de la resistencia práctica y no violenta al poder total del Estado.

La conversación en torno a la sociedad civil cambió definitivamente el pensamiento convencional sobre cómo alcanzar la democracia.

La nueva forma de pensar el poder. El poder político no brota en último término de los cañones de ametralladoras, tanques o las pistolas de la policía secreta. El poder es omnipresente y viene de todas partes. Circula profundamente en el interior de la gente.

Sociedad civil en el neoliberalismo. La degradación del concepto de sociedad civil posiblemente convenía a la era anti-política del neoliberalismo. Jürgen Habermas consideraba a la sociedad civil como un espacio de acción comunicativa que no pertenece al Estado ni al mercado y donde los ciudadanos crean significado juntos y se forman a sí mismos en la deliberación pública, como socializar mercados y protección ambiental.

Revolución digital. Las comunicaciones digitales también se alimenta de la cosecha y almacenamiento, con el objetivo de anunciar y vigilar los materiales visuales, auditivos y textuales más íntimos que producen los ciudadanos. Crece el temor de que estamos entrando en una nueva era de capitalismo de vigilancia.

La vigilancia de estilo militar erosiona el apoyo público a la policía y agita miedos y percepciones de que las sociedades civiles locales están bajo asedio. Las comunidades de la sociedad civil empiezan a parecer zonas de guerra.

Populismo. La resistencia de la sociedad civil es evidente en Brasil, Estados Unidos, Filipinas, la República Checa y otros países que sufren el nuevo populismo. El populismo promueve hostilidad a los “enemigos”. Extiende un lenguaje incívico y entabla luchas políticas con aquellos que define como desviados, disidentes y protagonistas del desacuerdo y la diferencia.

Pandemia. El distanciamiento social era la realidad, pero a causa del amplio uso de los medios digitales se produjeron saltos y vínculos sociales, a veces de maneras inesperadas. Había una mayor conciencia de la importancia del “bienestar” y mucha especulación de que nos esperaban sociedades civiles más robustas, menos impulsadas por la aspiración a conseguir bienes o dinero.

Hay movilizaciones contra la intolerancia racial y la violencia policial, llamados para un ingreso ciudadano básico; y se hablaba mucho de la necesidad de ralentizar de forma permanente la vida cotidiana, de cortar las emisiones de dióxido de carbono y dejar que los pájaros siguieran cantando.

Futuro. La solidaridad civil en tiempos de estado de emergencia, políticas populistas y rechazos a la violencia estatal, así como los esfuerzos ciudadanos para socializar mercados y proteger biomas, son algunas de las poderosas fuerzas que trabajan para garantizar que la idea y práctica de una sociedad civil no muera fácilmente en las nieblas del pasado.

Los actos de la sociedad civil seguirán produciéndose: la política contemporánea estará salpimentada de protestas ecológicas, manifestaciones en los parlamentos, sorpresas electorales y rechazos a la violencia criminal.

Solo los ciudadanos y sus representantes electos, ayudados por tribunales, agencias anticorrupción y otras instituciones de control público pueden garantizar la vida de las sociedades civiles.

La supervivencia y el florecimiento de la sociedad civil es en último término una cuestión política.

* Con la colaboración de Julio Rodolfo Calva Morán