8 mayo,2023 5:34 am

¿Son muchos años?

 

Silvestre Pacheco León

Treinta años pueden ser muchos o pueden ser pocos en la vida normal de un periódico, pero la aparición de El Sur en el estado de Guerrero no fue ciertamente como “un rayo en cielo sereno” –frase para recordar a Marx y su 18 brumario de Luis Bonaparte–, pero especial por el momento político en el que nació y las situaciones delicadas que afrontó para abrirse paso y ganar la preferencias del público hasta convertirse en un medio de comunicación cuyo sostén principal es la calidad de sus lectores a quienes ha servido con creces logrando que nos conozcamos y reconozcamos como parte de esa sociedad tan plural y diversa que a pocos satisface pero que nos identifica a muchos en el ánimo y deseo de cambiar para mejorar.
El periódico El Sur es una publicación guerrerense objetiva y de calidad cuyo contenido diario nos permite hacer un recuento cotidiano de lo que acontece para reflexionar, actuar y opinar con fundamento.
Gracias a él muchos guerrerenses ahora tenemos la costumbre de leer todos los días y con materia suficiente para platicar y debatir con nuestros conciudadanos y hasta para tener una opinión sobre los cuestionamientos que el autoritario ilustrado José Francisco Ruiz Massieu hacía sobre el futuro del PRI, en el papel de su ideólogo, sacrificado sin miramiento cuando pensaba en una nueva política, mientras en el estado se reforzaba el poder caciquil con el represor a secas nativo de Huitzuco. Ambos, los peores enemigos de la izquierda perredista aunque ahora los desmemoriados de ese partido y de Morena lo quieran ocultar.
Fue en ese ambiente de represores y violentos cuando surgió El Sur como aliado de la izquierda en su aspiración de generar los cambios políticos de manera pacífica, cuando entre los activistas radicales la violencia parecía la única opción.
El Sur no emergió como voz que clama en el desierto, sino aliado a otras muchas voces locales con cuyo impacto se multiplicó.
Con la certeza de que no estrenamos la clase política que le diera vigencia al PRI, la gente terminó botando a ese partido que en nuestro estado sentó los peores precedentes de autoritarismo, prepotencia y corrupción y que ahora con titubeos se trata de desterrar.
En la Costa Grande El Sur nació dando cobertura a la defensa del voto ciudadano que sirvió a los primeros triunfos electorales de la izquierda, y luego a la tenaz lucha para ganar la gubernatura.
En esta región costera atendió la vigencia del derecho constitucional de los mexicanos a un medio ambiente sano, recogiendo la lucha de los habitantes de Petacalco en el municipio de La Unión contra la contaminante termoeléctrica Plutarco Elías Calles, y a las movilizaciones populares por la defensa de la bahía de Zihuatanejo en el gobierno foxista. Lo mismo ocurrió en la sierra de Petatlán con los campesinos movilizados en defensa de su bosque. Fue gracias a la presencia de sus reporteros que la cobertura de El Sur salvó la vida a los campesinos ecologistas Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera que cayeron en manos del Ejército durante la persecución de la que fueron víctimas por oponerse al saqueo de la madera que la empresa Boise Cascade embarcaba en el puerto Vicente Guerrero de Tecpan rumbo a Estados Unidos.
En este municipio ha dado cuenta puntual del sufrimiento que viven sus pobladores por el feroz enfrentamiento de los grupos violentos que no cesan.
En el histórico Atoyac, el periódico ha estado presente en la vida de los cafetaleros y en la defensa de su río.
Ha cubierto y descrito la historia de violencia que obliga a desplazamiento de pueblos enteros.
Con la manufactura y dirección de lo más destacado en el tema de la comunicación, El Sur nos enseño el valor de la objetividad para normarnos criterios sólidos, y con ello se abrió paso entre la prensa acomodaticia y chayotera, dando a sus lectores el lugar para sus propias conjeturas, con lo que ha llegado al grado de ser la única voz impresa que se mantiene en el estado.
El Sur realizó también la proeza de enseñarnos la geografía del estado, mostrándolo en todo su atraso y en su compleja composición étnica y cultural.
Gracias al trabajo empeñoso de sus reporteros aprendimos de los cuatro pueblos originarios, mixtecos, tlapanecos, amuzgos y nahuas, familiarizándonos con el significado linguistico de me’phaa, na savi, ñomndaa y naua como sustento de la cultura guerrerense que los ladinos racistas y clasistas pretendieron ocultar.
Desde que la presencia del periódico El Sur se extendió por las siete regiones del estado conocimos certeramente los males que por siglos nos aquejan con origen similar en cada una de las regiones donde el modelo caciquil ha dominado y mantiene el control de las fuentes de riqueza.
Por El Sur conocemos los pormenores de los métodos del saqueo y los mecanismos de control y dominación que ejercen los grupos de poder local, aliados ahora con lo más funesto de la política y el crimen.
Toda la experiencia regional de la auto organización de los pueblos para la paz y la defensa de su territorio, así como el descalabro de sus iniciativas han pasado por las páginas del periódico que también ha sido ejemplo de verticalidad e independencia frente a los gobiernos de cualquier signo, siempre fiel a sus principios.
A partir de esa libertad periodística que ejerce cada día, El Sur ha sido cronista fiel de la destacada lucha del feminismo contra el poder patriarcal y sus conquistas locales, siempre atento a sus denuncias y movilizaciones, atrayendo cada vez a sus filas a nuevas ciudadanas que entran a la mayoría de edad sabiendo y defendiendo el principio de la igualdad y el respeto de lo diverso.
Treinta años pueden decirse pronto, pero son un buen tramo de la vida de muchos de sus trabajadores que encontraron en esa casa una plataforma de lanzamiento para sus propias iniciativas que también forman parte de los alcances que ha tenido esta publicación.
Ya Juan Angulo, nuestro director, ha hecho recuento de los compañeros y compañeras que le han dado lo mejor de su aliento y de su profesión al periódico desde el inicio, como la fotógrafa Elsa Medina, pero también la inigualable e intrépida Maribel Gutiérrez con sus entrevistas y crónicas en la etapa más candente del periódico así como las aportaciones del finado historiador Renato Ravelo de la UAG y el siempre empeñoso Zacarías Cervantes entre los reporteros de oficio.
Un reconocimiento especial merece el equipo Tlachinollan y su animador principal Abel Barrera por su dedicado análisis puntual de la realidad del estado y sus revelaciones de información rigurosa en casos emblemáticos como la búsqueda de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos hace ya nueve años en la ciudad de Iguala.
Por todo ello no nos queda más que desearle larga vida al periódico El Sur.