19 mayo,2023 5:29 am

Tarzán y Acapulco

La política es así

Ángel Aguirre Rivero

 

Ningún destino turístico de México puede presumir la riqueza histórica que tiene Acapulco, centro de reunión de luminarias del cine internacional y nacional a partir de los años 50.

En el Acapulco tradicional, las estrellas del firmamento hacían compañía en las noches de bohemia a las estrellas del celuloide que llenaron una época con su glamour.

Pero uno de ellos se enamoró de Acapulco: Johnny Weissmüller, un brillante nadador que ganó cinco medallas de oro y una de bronce en los Juegos Olímpicos representando a Estados Unidos, aunque hay versiones de que falsificó su origen austriaco con la complicidad de su entrenador.

Weissmüller narra que su ingreso a la pantalla grande se debió a su deseo de conocer al actor Clark Gable, el protagonista del filme Lo que el viento se llevó.

Una vez que logró obtener la oportunidad de hacer una audición y entrar a los estudios de la Metro Goldwing Mayer, los productores le hicieron a Johnny Weissmüller algunas pruebas de habilidad física, y le preguntaron: “¿Puedes correr? ¿puedes trepar a ese árbol? ¿puedes balancearte en una cuerda?”… A todo respondió que sí y les hizo una demostración al colgarse en unos anillos.

“Así entré a los estudios, conocí a Clark Gable, a Greta Garbo, y me marché a mi casa. Una semana después me llamaron para decirme: Estás contratado para Tarzán”, narra el propio Weissmüller en una entrevista televisiva*.

Durante 34 años Tarzán decidió vivir en Acapulco, quien, junto con John Wayne, el famoso vaquero del oeste, decidieron comprarle a Rafael Alducin (propietario del periódico Excélsior), el hotel Flamingos, lugar que convirtieron en el escondite de La Pandilla de Hollywood, albergando figuras como Fred McMurray, Red Skelton, Rex Allen, Bo Roos y Errol Flynn, que son sólo algunos nombres, e incluso se habla de la visita de presidentes y reyes de otros países.

Las reuniones eran animadas por los tríos mexicanos de la época: Los Santos, los Dandys, entre otros.

Tarzán nos marcó a muchos, incluyéndome. ¿Quién no se emocionó de niño al ver una de las películas de Tarzán, El rey de la selva, pero a pesar de la larga lista de actores que encarnaron a este personaje, nadie como el campeón olímpico Johnny Weissmüller, nacido en el imperio Austria-Hungría en la hoy Rumania.

En las crónicas de esa época, se narra que, a pesar de que Weissmüller era un buen anfitrión, por el ruido que provocaban las fiestas, dado que su habitación estaba al lado del bar, decidió construir una casa redonda como se observan las chozas en la cinta Tarzán de los monos, con un perímetro circular, pues los nativos de África le dijeron que así los espíritus malignos no entran a tu hogar, al no contar con esquinas.

Esa casa puede ser visitada y conserva los muebles que utilizara su famoso propietario.

¿Cuántos de nosotros siendo niños no imitábamos el grito de batalla de Tarzán, cuando llamaba a todos los animales de la selva a sumarse a su lucha contra alguna injusticia o personajes malignos?

Recuerdo también cuando junto con mi hermano Mateo y mis primos El Gordo (qepd), Ernesto y otros amigos, nos reuníamos en el arroyo de La Ontana, para buscar bejucos resistentes que aguantaran nuestro peso para poder lanzarnos, imitando a nuestro ídolo, el gran Tarzán.

¿Quién no repitió aquella famosa frase de su película El Hombre Mono o El Rey de la selva, de los escarceos eróticos: “Yo Tarzán, y tú Jane”.

En 1948, Weissmüller filmó su última película Tarzán y las sirenas, que buena parte de ella se rodó en nuestro querido puerto de Acapulco. Luego de arrojarse desde La Quebrada, Tarzán desenmascara al impostor que se hace pasar por el siniestro Dios del Mar, en un entretenido thriller filmado en los estudios Churubusco, Teotihuacan, pero sobre todo en su querido Acapulco.

Sus últimos días Tarzán los pasó en Playa Mimosa. Murió el 20 de enero de 1984 a los 79 años. Sus restos fueron sepultados en el panteón Valle de la Luz de Acapulco, pues antes de fallecer dijo a su esposa: “El día que yo muera no deseo regresar a Estados Unidos, porque Acapulco es mi paraíso”. Días después moriría de un infarto fulminante.

El paso de los años lamentablemente ha borrado esta historia, y poco se habla ya de Johnny Weissmüller, cuando bien podría ser un atractivo para nuestros visitantes, sobre todo para reactivar el Acapulco Tradicional. Hay proyectos empresariales para devolverle el esplendor a esta zona, pero esa es otra historia.

Por el amor que le profesó a nuestro bello puerto, sería justo brindar un homenaje al deportista-actor austriaco estadunidense y por qué no decirlo: acapulqueño por vocación.

 

* Con información tomada de Johnny Weissmüller-Archivos Secretos / RJL y La vida y el triste final de Johnny Weissmüller / Sussex Daily News , La Casa de Tarzán, vestigio de una era más glamurosa de Acapulco / Gestión , La Casa de Tarzán, huella de la era más glamurosa de Acapulco / La Vanguardia

Del anecdotario:

 

El 28 de marzo de 1787 se vivió el terremoto más grande registrado en territorio mexicano.

Se le conoce como el terremoto de San Sixto, ya que ese día se celebra a ese santo y su magnitud fue de 8.4 a 8.6 de acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional.

El fenómeno alcanzó olas hasta de 20 metros de altura en las costas de Oaxaca y de Guerrero, por lo que se consideró el tsunami más grande en la historia de México.

El entonces alcalde de Igualapa, don Francisco Gutiérrez de Terán, describe el fenómeno de la siguiente manera:

“El 28 de marzo de ese año, a las doce del día se sintió un espantoso movimiento que duró cerca de cinco minutos, repitiéndose en la tarde y en la noche con sacudimientos varios.

Algunos costeños pudieron salvar sus vidas encaramándose en los árboles hasta que se retiraron las aguas a las once horas, vieron con asombro que el mar se retiraba, dejando descubiertas, en más de una legua de extensión, tierras de diversos colores, peñascos y árboles submarinos, dejando entre las ramas de los árboles muchos y variados peces muertos. Algunos pescadores perecieron y otros pudieron salvarse muy estropeados”, de acuerdo con La Gaceta México.

Se estima que la longitud de la falla tuvo entre 400 y 450 kilómetros, abarcando principalmente los estados de Oaxaca y Guerrero.

Por todo lo anterior, debemos aprender de las experiencias del pasado, hoy afortunadamente contamos con una cultura para la prevención de desastres y no olvidar que nuestro querido estado se encuentra en una zona de alta sismicidad.

La vida es así…