23 febrero,2019 6:27 am

Un presidente con y para el pueblo

Ruta de Fuga 
Andrés Juárez
 
El presidente Andrés Manuel López Obrador llegó al poder cargado de promesas. Una de ellas fue que separaría el poder económico del político. Muy pronto dejó claro que no es una tarea sencilla. El poder económico sigue ahí, dictando políticas.
El conflicto entre los pueblos de Morelos, Puebla y Tlaxcala que se resisten desde hace 10 años al Proyecto Integral Morelos (PIM) –que incluye un acueducto, un gasoducto y una planta de producción de energía eléctrica con calor– es apenas uno de los numerosos conflictos entre sociedad y actividades económicas que ponen en riesgo el medio ambiente. El número de conflictos socioambientales va, según la fuente consultada, de 100 a 300. Las principales actividades que los ocasionan son minería, explotación de agua y producción de energía. El presidente prometió que no seguiría con el proyecto de la termoeléctrica, lo dijo mucho antes de la campaña de 2018, cuando estaba interesado en sumar fuerzas a su movimiento. Ya en el poder ha obtenido mejor información y, sin decir que se equivocó al juzgar de antemano todos los proyectos de las administraciones anteriores con el mismo rasero, ha dado marcha hacia adelante al PIM, que está generando tensión social, fragmentación de los pueblos, muerte y violencia.
En 2009 Evo Morales afirmaba que “algunas ONG sólo nos usan a los pobres, a los indígenas y al medio ambiente para que ellos vivan bien”. Los pueblos de Bolivia pedían que el presidente les consultara antes de iniciar proyectos de exploración de hidrocarburos; algunas organizaciones ambientalistas hacían acompañamiento a esos pueblos desde mucho antes de los proyectos de hidrocarburos. Evo hablaba desde la cúspide de su legitimidad al ser el primer presidente indígena de Bolivia y además por haber ganado con casi 55 por ciento de votos en las urnas. Todo lo que dijera tenía un gran peso mediático y detonaba procesos políticos de importante magnitud. Al iniciar la campaña contra las organizaciones no gubernamentales sembraba la desconfianza de la sociedad sobre éstas más allá de las fronteras de Bolivia. “Es verdad lo que dice Evo, las ONG trasnacionales espían, controlan, expolian a los pueblos”, se comentaba en los círculos de izquierda de finales de esa década. Esa es la capacidad de un presidente. Con los años, las declaraciones de Evo fueron errando el rumbo, hasta llegar a afirmar que la homosexualidad era causada por comer pollos transgénicos. Parece que hay un engolosinamiento con el efecto de las propias palabras que nubla la visión. Esperemos que eso no se repita en el caso del presidente nuestro.
Por lo pronto, el mal está hecho. Andrés Manuel se lanzó a decir que todos los servidores públicos son flojos, borrachos y rateros; que la sociedad civil es de derechas, que los campesinos que defienden sus tierras son radicales de izquierda conservadora. Usa su poder de difusión para decir que la sociedad civil está cooptada por intereses internacionales. ¿Ese va a ser el sino del primer gobierno de izquierda elegido legítimamente en México? ¿No habrá alguien del círculo cercano del presidente capaz de convencerlo de que retome el camino de la concordia, del AMLOVE, del “abrazos, no balazos”?
Mientras atizaba la lumbre desde Palacio Nacional, en Amilcingo cayó asesinado el primer defensor del territorio de este sexenio. Durante los dos sexenios anteriores la violencia del poder económico no hizo más que aumentar y fueron escasos los esfuerzos por atender una crisis creciente de amenazas a los defensores de los territorios. Se le otorgó un voto masivo al actual gobierno en gran medida por la promesa de pacificar al país. Pero pacificar no pasa solamente por atacar a la violencia organizada sino por mediar entre las partes en conflicto, por los territorios. Hasta el momento no hemos sabido que se vaya a iniciar un proceso de mediación para los 100, 300 conflictos socioambientales por resolver; en cambio, presenciamos una andanada de acusaciones y descalificaciones para quienes resisten las amenazas a su medio ambiente.
Frente a los conflictos socioambientales el presidente ha empezado a marcar un camino. ¿La mediación o el desprecio? Si se va a mediar, será el fiel de la balanza entre los grupos sociales que resisten y los intereses económicos. ¿Hacia qué lado se va a cargar? Si la vía será el desprecio, seguirá la misma ruta que los presidentes anteriores, dejando a los pueblos solos ante los poderosos intereses económicos. El resultado ya lo conocemos.
La caminera
Elegimos un gobierno del pueblo para el pueblo y con el pueblo, en palabras del presidente. Los pueblos que se resisten a la minería y al deterioro de sus territorios, que protestan con mítines y con pronunciamientos, con fiesta y con arte, no son conservadores, son inteligencia colectiva con energía para participar en el diseño de sus propias estrategias de bienestar. Estar con el pueblo significa escucharlo y defenderlo.