3 julio,2020 5:28 am

Una disculpa ¿o dos?

Jorge G. Castañeda

 

Yo con gusto puedo atender la sugerencia de López Obrador de ofrecerle una disculpa a los 30 mil habitantes de Putla, Oaxaca, por haber expresado una opinión estética crítica sobre las características físicas de esa localidad. Aquí está, para quien quiera verla.

Pero dudo que López Obrador le pida una disculpa a los 60 millones de latinos representados por los congresistas de la bancada hispana en Estados Unidos, quienes en un hecho sin precedente, han solicitado públicamente que se cancele su invitación a Washington.

En efecto, nunca había sucedido algo así. El miércoles se hizo pública una carta de doce representantes hispanos a Donald Trump pidiendo la cancelación de la visita de López Obrador, por considerarla una “distracción” que busca encubrir el mal manejo de la pandemia, los horrores de la relación migratoria y una “politicización” inaceptable, por partidista, del T-MEC y de la relación bilateral. Es como si la bancada judía-americana de la Cámara baja exigiera desinvitar al primer ministro de Israel. Insólito.

No firman la carta cualesquiera diputados. En primer lugar figura el presidente de la bancada, Joaquín Castro, de San Antonio, hermano gemelo de Julián, ex-aspirante a la candidatura Demócrata, y actual encargado de relaciones con la comunidad latina de … Joe Biden, probablemente el próximo presidente de Estados Unidos. En segundo término, no por antigüedad sino por notoriedad, la firma Alexandria Ocasio-Cortez, la congresista del Bronx en Nueva York, hoy en día la lideresa de la fracción radical de las jóvenes representantes demócratas y estrella montante del ala izquierda del partido.

Aparecen también los nombres de Chuy García, el padrino de toda la vida de la comunidad mexicano-americana de Chicago, y Raúl Grijalva, congresista desde 2003 por el distrito de Tucson, Arizona, uno de los más “mexicanos” de Estados Unidos. En otras palabras, aunque no firmen la totalidad de los miembros del Hispanic Congressional Caucus, sí lo hacen algunos de sus integrantes más poderosos y connotados. Con dos excepciones, todos los firmantes provienen de estados fronterizos.

Desde tiempos de Luis Echeverría, decenas de expertos, políticos, diplomáticos y curiosos han propuesta que México se vincule, organice, apoye o incluso considere a la diáspora mexicana en Estados Unidos justamente como … una diáspora. Nunca me ha agradado el sub-texto utilitario de estas ideas, pero el hecho es que desde las épocas del legendario Bert Corona, hemos avanzado mucho en estrechar los lazos entre dos comunidades que no siempre se han querido: los mexicanos de aquí, y los de allá. Ahora, algunos de sus principales representantes electos –no auto-designados– rechazan la visita de un presidente mexicano, por hacerle el caldo gordo a un presidente norteamericano –ese sí es racista y desprecia explícitamente a todos los mexicanos– autoritario y repudiado por más de dos tercios del electorado latino del país, y por más de 60 por ciento de los votantes en general. En la larga lista de retrocesos de México bajo López Obrador, este puede figurar en uno de los primeros lugares. Seguramente porque lo sabe, se negó a reunirse con representantes de nacionales en Washington.