15 febrero,2018 8:16 am

Utiliza coreógrafo taiwanés el arroz para evidenciar los daños ecológicos causados por los fertilizantes

Ciudad de México, 15 de febrero de 2018. Primero ocurrió la devastación de los campos de arroz, con el uso desproporcionado de fertilizantes y el crecimiento industrial. Después vino la resistencia desde las bases campesinas, que defendieron y recuperaron sus tierras. Al final, los campos de arroz de Chishang, un pueblo rural ubicado en Taiwán, volvieron a erigirse como la tierra del arroz.

El coreógrafo Lin Hwai-Min tradujo el drama ecológico de esta pequeña provincia, ubicada al norte de la isla, en movimiento corporal. Hwai-Min, director de la compañía de danza contemporánea Cloud Gate Theatre, se trasladó con sus bailarines hasta los campos arroceros para trabajar en ellos. Luego volvieron al salón de ensayos y en 2013 estrenaron la coreografía que resultó de esta experiencia bajo el título de Rice (Arroz).

Cinco años más tarde, esta pieza llega al Palacio de Bellas Artes –sólo se presentará los días 16 y 17 de febrero–, tras haber recorrido escenarios de Nueva York, Londres y San Petesburgo, entre otras ciudades. Cuauhtémoc Nájera, coordinador nacional de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes,  destaca el contenido político que existe en Rice.

“Hablar sobre el cuidado de los recursos, sobre repensar nuestros hábitos de consumo y plantearnos otras formas de vivir, es un acto político. No se puede asumir una postura ante la vida, una visión y un mensaje, sin que sea de esta forma”.

La postura política de esta compañía queda manifiesta, de acuerdo con Nájera, en su propia fundación: creada en 1973, Cloud Gate Company es la primera compañía de danza contemporánea de la República de China, más conocida como Taiwán. “Su director, Hwai-Min,  comienza una nueva disciplina en su país. Ese es un atrevimiento, una postura. Y un cambio. Si bien en esta obra aún es perceptible  el arraigo en la tradición oriental, la visión y el lenguaje de su director apuestan por la experimentación y lo contemporáneo”.

Lin Hwai-Min, prosigue Nájera, es una de las figuras más destacadas de la danza del siglo XX. Hijo de una economista y un político educados en Japón, Hwai-Min se dedicó al periodismo y la literatura en su adolescencia y juventud. Fue hasta que se instaló en Estados Unidos para estudiar periodismo que terminó interesándose en las artes escénicas y finalmente se metió a la Academia de Danza Martha Graham en Nueva York.

“La importancia de Hwai-Min va más allá de una sola obra –explica Nájera–. Es un creador que ha sabido trabajar con sus bailarines para que los movimientos mecánicos de una acción, como pueden ser aquellos que se realizan durante la siembra, adquieran naturalidad, se vuelvan orgánicos. En otras palabras: los bailarines no actúan, no simulan los movimientos”, son el movimiento.

Nájera destaca la transformación del trabajo de campo en coreografía: “La gente aprende sobre una labor a partir de la observación. Pero existe una diferencia entre quedarte en eso, o enfrentarte a realizarla. Si algo caracteriza a Rice es que coreógrafo y bailarines se involucran en realizar el trabajo, en este caso, en entender lo que es vivir en el campo. Eso te convierte en un ser humano distinto de lo que solías ser”.

Rice no es la primera obra del coreógrafo que tiene como base de inspiración a los campos de cultivo. Legacy (1978), una de las primeras obras de la compañía, ya se ocupaba de retratar el proceso de cosecha y siembra. Dieciséis años después, Cloud Gate Theatre estrenó la coreografía Songs of the Wanderers, que requirió tres toneladas y media de arroz para la escenografía. El hombre es él y sus obsesiones.

Texto: Tatiana Maillard/ Foto: INBA