18 febrero,2024 7:41 am

Yosvani Ramos, comprometido con la danza

 

Ciudad de México, 18 de febrero de 2024. El bailarín principal Yosvani Ramos temía que aquella lesión que arrastraba desde hace tiempo le robara la última función soñada, la que daba a su carrera el cierre merecido.

La culminación ideal de su trayectoria como bailarín profesional debía tener flores, abrazos y la ovación del público de Denver, en Estados Unidos, la ciudad que fue su casa por ocho años desde que se unió al Colorado Ballet como principal dancer.

“Fue una de las compañías más especiales con las que he bailado. Ahí encontré un buen lugar. Mi director artístico era una persona increíble, me respetaba”, recuerda Ramos sobre esa época.

“Apreciaban mucho a los bailarines. En el tiempo que estuve allá cuatro primeras bailarinas celebraron sus 20 años. Es una compañía que respeta la madurez”.

Pero la ruptura del tendón de Aquiles, en un salto “súper simple” en el ensayo de “The Nutcracker”, puso en riesgo su lugar en la danza.

“Pensé: ‘De ésta no vuelvo. Mi carrera se acabó, se terminó y nunca tuve control alguno sobre eso””, recuerda Ramos.

Se recuperó a los 11 meses de reposo. Volvió en septiembre de 2017, con el ballet “Drácula”.

En un artículo de la prensa local se leía: “Él no resucitará de entre los muertos, pero al regresar de una lesión que podría poner fin a su carrera podría parecer que sí”.

La otra lesión, la del menisco, ocurrió en vivo, sobre las tablas, mientras presentaba “Romeo y Julieta”. Creyó que sólo se trataba de un esguince en la rodilla.

“Bailé a pura adrenalina”, evoca Ramos el episodio. “Al otro día mis rodillas estaban muy hinchadas. Mi menisco estaba roto”.

Tiempo después el médico que lo rehabilitó de aquella lesión le informaba: “Ya no te queda nada de menisco. Estás bailando hueso con hueso y tienes fractura de cuarto grado. Tienes el fémur completamente fracturado”.

Ramos pidió un año de gracia para retirarse del escenario. Tenía que decidir qué era lo que seguía en su carrera. Le concedieron el tiempo solicitado.

El bailarín recibía todo lo que soñó en su última función, luego de interpretar a The Son, de la obra “The Prodigal Son”, de George Balanchine.

El 23 de abril del 2023 se retiró de las tablas tal como deseaba, con flores, abrazos y ovaciones. Su despedida la tiene de recuerdo en su cuenta de Instagram.

“Siempre veo lo feo y lo malo que te pasa en la vida como una oportunidad de aprender y crecer. Con las lesiones aprendí y crecí muchísimo”.

Siete meses después, el artista era anunciado en una rueda de prensa como nuevo director artístico del Ballet de Monterrey. Su vida, sin duda, había dado un vuelco.

 

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Yosvani ofrece la entrevista en su oficina dentro de las instalaciones de la compañía regia, en la zona Obispado.

Terminó el ensayo matutino de la gala “Trascendiendo”, programada para el jueves 7 de marzo en el Teatro de la Ciudad y, después de conversar sobre su vida, atenderá el photoshoot oficial del evento.

Pese a lo apretada de su agenda, el bailarín se muestra sonriente y agradable. Sólo viste unos jeans y un suéter de manga larga que se aprecia ligero.

El frío de la ciudad, visible gracias al ventanal de junto, no le asusta a este cubano nacido el 23 de junio de 1979 que acaba de debut como tío y cuya madre, Gisela Fonte, residirá por un tiempo en la ciudad, en tanto que su hermana Lisandra permanecerá en Cincinnati. Yosvani dice que su madre tuvo algún acercamiento efímero con la danza.

El bailarín se acostumbró al clima londinense porque estuvo como ex primera figura del English National Ballet, agrupación a la que perteneció por nueve años y donde vivió grandes momentos, por lo que es ciudadano inglés.

A veces olvida las palabras en español y pide su traducción del inglés. Su acento es más cercano al spanglish, aunque creció en Cuba hasta que salió de ese país en los albores de su juventud.

“Cuando vine acá al Ballet en noviembre nunca había enseñado en un lugar en el que se hable español, porque siempre me la paso en Estados Unidos, Inglaterra y Australia”, expresa.

“Esa primera clase fue difícil. La mitad (de mis palabras) las decía en inglés y la otra, en español”.

Cuando Thiago Soares, el ex bailarín de Royal Ballet, renunció a la compañía de danza regia, Yosvani visitó a los bailarines como maestro invitado durante sus ensayos de “The Nutcracker”, en noviembre.

Nadie sospechaba que los miembros del Patronato del Ballet de Monterrey ya habían decidido que Yosvani sería el próximo director artístico.

“Quiero traer las formas que se están bailando en el mundo entero sin perder la esencia de la compañía y sus artistas latinos”, afirma.

“La forma de bailar es diferente entre Europa y Latinoamérica. Quiero inculcar en los artistas la idea de calidad sobre cantidad: es mejor hacer menos pirouettes, pero que sean más limpias”.

La ciudad no es desconocida para el coreógrafo de 44 años. En 1998 visitó Monterrey con el Joven Ballet de Francia, un ensamble dancístico ya inexistente; en 2012 bailó con el Ballet de Monterrey en la Temporada de Primavera de dicho año y en 2015 se presentó en el Teatro de la Ciudad con Katia Carranza en Giselle.

“Aquí en el Ballet ha habido muchos bailarines de Camagüey e, incluso, tenemos en La Superior al maestro Roberto Machado que era bailarín del Ballet de Camagüey”, recuerda.

 

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El bailarín suspira y observa el techo cuando se le pide que rememore la Cuba que vivió, en la que sus compañeras de ballet no tenían zapatillas de punta, donde no había comida, pero sí fiesta, arte y sensibilidad latina.

Fue en aquel país del Caribe, liderado entonces por Fidel Castro, donde se inscribió por azar a un círculo de danza para escapar de las prácticas de caligrafía que tanto odiaba, donde dio sus primeros pasos con la Escuela Nacional de Ballet de La Habana y descubrió a Coppelia, la primera obra de esta disciplina que vio completa.

Su compatriota, Roberto Machado, maestro de la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, conoció a Yosvani a sus 12 años de edad, cuando asistía a los ensayos de la compañía.

“Le dedicaba mucho tiempo a los ensayos, aunque su escuela (la provincial de Camagüey) estaba lejos”, comparte.

“Casi siempre lo veíamos ahí y eso nos llamaba la atención, porque siempre estaba muy al pendiente y motivado”.

Describe al director artístico del Ballet de Monterrey como perseverante, con mucho deseo de avanzar en su carrera profesional.

Y, de hecho, Yosvani deja en claro que lo que único que le interesa es la danza.

“Lo mío era hacer mi arte”, expresa el bailarín.

“Concuerde con el sistema (de Cuba) o no, trato de no meterme mucho en política porque no me interesa. Yo quería hacer una vida mejor, bailar en compañías… Nada que ver con que fuera comunista o no”, ataja.

El bailarín fue alumno de la Escuela Nacional de Ballet que le facilitó viajar fuera de Cuba, porque hay mucho respeto por la educación, la cultura y el deporte.

Sao Paulo, Brasil, fue la primera ciudad extranjera donde vivió.

“La última vez que fui a Cuba fue en 2019, cuando mi padre (Juan Ramos) murió. Desde entonces ya no he ido más porque mi mamá y mi hermana están en Estados Unidos.

“Ya no tengo tantos motivos para volver a Cuba, pero antes eran todos los años. Todos los años volvía a Cuba”.

Tras su retiro de las tablas, Yosvani apostó por la ciudad para crecer y aprender en su nueva faceta como director artístico. Tras su presentación, la noticia fue del agrado de la compañía.

“Es una oportunidad importante tener la experiencia de Yosvani como bailarín, que se retiró hace poquito y tiene una trayectoria con peso”, mencionó entonces el solista Marco Cantú.

Por su parte, la bailarina Melissa Páez calificó los ensayos con el director artístico como enriquecedores.

“Puedes ver lo que la experiencia de nuestro maestro te puede transmitir, y son pequeños detalles que no los reconoces, pero realmente tiene muy buen ojo”, expresó la solista.

Así, la historia regiomontana de Yosvani está por escribirse.

 

Texto y foto: Agencia Reforma