27 noviembre,2018 6:34 am

1 de diciembre de 2018

Eduardo Pérez Haro
Nos faltan 43.
El próximo sábado, Andrés Manuel López Obrador recibirá de manos del presidente Enrique Peña Nieto la banda presidencial como representación simbólica que lo inviste como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Un lugar que fue buscado en dos ocasiones anteriores y alcanzado en el tercer concurso por determinación de más del 50 por ciento de los votantes que participaron el 1 de julio pasado. Triunfo indiscutible de particular significación por tratarse de una opción no alineada en el contubernio de los partidos tradicionales (PRI, PAN, PRD).
El cuestionamiento de la corrupción y la ausencia de resultados de esa partidocracia, crearon un terreno fértil a un compromiso de honradez y atención a las necesidades sociales. No se requirió mucho más. Los que no votaron a favor de la opción de Morena (Movimiento de Regeneración Nacional, partido político que postuló al candidato ganador) se dividieron y salieron pulverizados, disminuidos en medida tal, que ahora se pelean internamente sin perspectiva clara de conformar una oposición digna, que bien le hubiera venido a la llamada pluralidad democrática.
Lo que quedó de esa corruptocracia es un archipiélago de intereses adulterados, cuya condición es debilitada no sólo por la fragmentación sino por el desarmado de sus ideas que han sido reducidas a su ausencia con destellos individuales que al no tener respaldo deviene retórica inservible para todo efecto. La oposición y la democracia no podrán encontrar ahí su mejor posibilidad. Podría desarrollarse a partir de Morena, de los movimientos sociales, y del análisis objetivo que vaya oxigenando la gobernanza.
El gobierno del cambio comprometido tiene, además del respaldo del voto emitido, la honestidad del próximo jefe del Ejecutivo que asegura progresos de alto contraste con los regímenes de la corruptocracia. No quiero imaginar falla en ello; actitudes de mejor talante en la administración pública, mayor pulcritud en el manejo de recursos públicos, desmantelamiento factual de contubernios y pandillas burocráticopolíticocriminales, etc. Nada que haya que desestimar, empero, también hay limitaciones de distinto orden que de no superarse podrían ser determinantes en el despliegue y desenlace del nuevo gobierno y la frustración del cambio comprometido.
En el marco más amplio de la discusión sobre las formas del desarrollo recomendable se encuentra como premisa la vía de un crecimiento económico con empleo bien remunerado, en segundo lugar, que se produzca bajo formas democráticas y respeto a los derechos humanos y, en tercer lugar, dentro de un proceso en favor de la salud, la naturaleza y la equidad de género. Una ecuación de alta complejidad no ya por el número de variables sino por su entrelazado en el tiempo y espacio dado que todo indica que cada una de estas variables es condición de la otra. Un proceso que por lo demás no depende de la idea-ingeniería y la voluntad, que, por supuesto tendrían que ser punto de partida, sin embargo, dependerá de la conjugación de condiciones socioeconómicas y políticas, internas y externas determinadas.
Se trata de un proceso cuya línea de realización presupone un desdoblamiento de mediano plazo que debe afianzarse desde un inicio en este caso I) conformando la fuerza sociopolítica responsable de base, la avanzada y la retaguardia, las cambiantes alianzas bajo la preponderancia del enfoque del cambio, II) procurando la adecuación recurrente a las determinantes externas de la economía y la política que en este caso se advierten adversas por el empantanamiento estructural de la globalización (lo he explicado en otras entregas), la coyuntura marcada por la tensión de fuerzas entre oriente y occidente encabezadas por China y los Estados Unidos (guerra arancelaria y descapitalización en el mercado bursátil) y los Estados Unidos particularmente con todo lo que nos significa, amén de colocar a primera vista y atención III) las insuficiencias estructurales acumuladas en la capacidad de producción y comercio, fiscal-presupuestales y financieras propiamente dichas, que convergen internamente en la fase de desarrollo que caracteriza actualmente a México.
La concreción de lo arriba expuesto prefigura una vía determinada donde los importantísimos activos de honestidad y voluntad política con que se cuenta y el fortalecimiento de los apoyos sociales aunados a un plan de infraestructura y energía cifrados por los ferrocarriles y la refinería apuntan correctamente, pero todos sabemos que son insuficientes, más aún, si no están protegidos, por una estrategia educativa y de aprendizaje (que incluye ciencia y tecnología), como base del aumento de capacidades tecnoproductivas (con dirección a la competencia dentro de los parámetros internacionales por cuanto la formación de precios no distingue el mercado interior del exterior) y la erradicación de la violencia y la inseguridad que a estas alturas pueden erosionar todas las condiciones y esfuerzos donde se pierde toda perspectiva.
Así, fuerza política, educación e infraestructura en una expresión amplía además de la probidad en los desempeños de gobierno, pueden articular una ecuación de cambio siempre que las condiciones de la economía y la política del exterior no eclosionen con repercusiones devastadoras, frente a lo que no hay que estar expectantes sino blindar con lo ya expresado en el plano interno y una política exterior concordante en la construcción de tácticas y estrategias diplomáticas, comerciales, financieras y políticas concordantes con la dicotomía trazada e impuesta entre el nacionalismo globalizado y la globalización contracturada.
Como puede observarse, medio siglo (no 30, ni 40 sino 50 años) de marasmos, errores y corruptelas en el Estado-gobierno, generan insuficiencias, debilidades y complicaciones en la sociedad que no le aniquilan ni extinguen su voluntad de ir por lo propio, pero le colocan en un proceso muy difícil, sí es que se asume desde abajo como habría de ser, pues, está claro que las formas inducidas desde el gobierno no enraízan entre la población como lo advierten el mismo proceso nacional y los recientes virajes conservadores de los países sudamericanos como Chile, Argentina, Ecuador o Brasil donde los juegos de la razón progresista se implementaron dejando a la población como mera beneficiaria sin abrir los espacios para su acción como sujeto activo del proceso, error que ahora así lo señalan los movimientos sociales sobrevivientes y analistas críticos de esos países y otros lugares del mundo.
Está claro que haber desplazado a las fuerzas corruptocráticas por el cuestionamiento electoral de los amplios sectores de la población, que así se expresaron hace cinco meses, es de suyo un cambio de importancia histórica. También es claro que la ecuación de una transformación de las estructuras económico-productivas y socio-institucionales sobre la base de insuficiencias acumuladas y un marco adverso de condiciones externas, implica un proceso doblemente complicado donde el contenido y forma de lo que nos ha dejado ver el presidente electo y el equipo de transición es bueno en gran medida, pero insuficiente respecto de la ecuación expuesta y no exento de errores. Honestidad valiente y voluntad política son de la mayor importancia, pero enfoque y método en la práctica conforman la ciencia de la experiencia.
Estaremos presentes en el proceso y muy atentos. Pondremos lo que nos corresponde desde donde estemos y lo procuraremos con fundamento en el análisis objetivo distantes de filias, fobias y creencias y lo observaremos con filosofía, cerca de los movimientos sociales y sin concesiones. Bienvenido sea. Enhorabuena. Y que pase lo que ha de suceder para bien de los mexicanos todos y lo que de aquí sirva para el mundo. Y si no fuere, que la nación lo demande.
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