Amerizaje
Ana Cecilia Terrazas
Cantidad de conversaciones, discusiones, deliberaciones y debates pueden parecer oscuras para muchas personas. Las y los pacientes que no han estudiado medicina se enfrentan al diagnóstico impenetrable de las personas profesionales de la salud. La élite conformada por abogados, ministerios públicos, jueces, legisladores y políticos suele dirigirse sin claridad a los destinatarios de su palabra.
Pero quien gana seguramente el campeonato de la ininteligibilidad discursiva es el gremio académico. Entre más sofisticada sea el habla de los maestros, del o la intelectual considerada productora de pensamiento, menos probable es que lo comprendan claramente las personas destinatarias de esas ideas, propuestas o proyectos.
Es que el lenguaje especializado –como todo lenguaje– se asienta en una zona paradojal; tiene sus grandes problemas, sus graves riesgos y, desde luego, goza también de esas inagotables e inexploradas posibilidades. El lenguaje es indefectiblemente la primera y más pulida herramienta para concretar la imaginación y la creatividad humanas, por eso vale la pena hablar del habla.
Sobre las ventajas del lenguaje impredecible, desconocido, nuevo, poco transparente, para iniciados, se puede enunciar lo siguiente:
- En la apertura de las metáforas, las metonimias, los parónimos, todo traslado semántico y figura retórica se encuentra además la oportunidad y la esperanza de entendernos de otra manera.
- El lenguaje nuevo, las nuevas formas de hablar abren brecha, reinician sistemas gramaticales, aportan vestido a la actualidad y por esto permiten se apalabren la vida, los escenarios, las políticas, los rumbos de distinto modo.
- Los apartados conceptuales que resultan de combinaciones poéticas a la moda retan al pensamiento, nos ponen en mejor disposición para comentar el futuro, desde el decir en el presente.
- Las conversaciones construidas con base en el último grito de la moda teórico social agilizan la intersección de espacios, de rutas y de tiempos.
- Finalmente, no hay de otra. La plática y el debate, la deliberación y la discusión puede efectuarse a empujones o a punta de frases, citas, dichos, párrafos pensados o reflexiones sin demasiado detenimiento pero –por lo pronto y por ahora– es en el lenguaje, en ese texto en donde se lleva a cabo la comunicación (o la incomunicación, como dirán las personas comunicólogas críticas).
En el otro lado del análisis en torno del lenguaje, los riesgos se colocan así:
- El lenguaje incomprensible, considerado hiperculto, desarticula, coloniza, violenta, excluye.
- Cuando se está hablando de algo que no se entiende y se debiera entender; cuando una conversación opera para marginar y no para arropar, se promueve la desigualdad.
- Cuando el sistema de evaluación académica –es el caso de las y los estudiantes frente a los maestros, frente a muchas de las divas de la academia– valora en función de cuán bien utiliza las herramientas semánticas, lingüísticas y gramaticales para abordar el pensamiento o la vida misma, entonces se coloca a muchas personas en una posición de desencanto, lejanas de la real enseñanza y, peor aún, tal vez ajenas al verdadero aprendizaje.
- El centralismo propuesto desde el lenguaje ilustrado ratifica un poder vertical, enarbola una autoridad imposible de ser traducida al lenguaje del bien común, porque no es común.
- La división generada por esas dinámicas del capital intelectual, se asemeja a esa organización en donde cabe la guerra y el orden militar sin dar cabida al saber indómito; a nuevas figuras del conocimiento desde la excentricidad, el margen o las orillas.
La buena noticia es que hay dos opciones o maneras de desarmar o trasladar esa paradoja del lenguaje hacia otros lugares, aunque sea durante un tiempo o por algunos momentos. La primera es la insaciable curiosidad que nos pueda llevar al hábito permanente de lectura; la segunda implica que el hablante o el especialista reconozca la paradoja y haga un perpetuo y humilde intento por traducir.