Dos colectivos recuperan platillos de la cocina indígena para compartirlos desde Estados Unidos en inglés, español y mixteco. No sólo se trata de “conservar recetas que casi están en el olvido”; por medio de la gastronomía, dicen, “podemos hacer un poco de conciencia para lograr el bien común”. Eso importa en una ciudad cosmopolita donde se acostumbra comer rápido y mal, a precios altos. Ahí, las recetas recolectadas pueden resolver “una necesidad nutricional, también son rápidas de hacer, preservan la cultura, activan la memoria”
Ciudad de Nueva York, 29 de abril de 2024. La cocina mixteca guerrerense es mucho más que el famoso pozole. Siempre lo ha sido, aunque quizá sea de las menos conocidas en México. Sus claves, compartidas de generación en generación, se mantienen a salvo en quienes atesoran esa herencia, dentro y fuera de México. “Es importante para la preservación de mi cultura, porque ahí trae nuestra esencia de gente indígena, o sea las plantas que comemos nosotros, ahí lo trae. Los nopales que se dan pues más que nada en las montañas, o sea donde nosotros, los nopales, el epazote, son esencias de donde nosotros somos”, comparte Margarita Romualdo en el primer recetario de comida mixteca elaborado y publicado en la ciudad de Nueva York.
Oriunda de Tlapa de Comonfort, Margarita tiene más de 15 años viviendo en Estados Unidos, a donde emigró ante la imposibilidad de salir adelante en su tierra natal. A pesar del tiempo y la distancia, ella no ha olvidado sus orígenes y las tradiciones culinarias que la formaron. De ahí viene la preparación de huevos ahogados con nopales, platillo seleccionado para el recetario, cuyo objetivo central es la conservación de la cultura mixteca a partir de las experiencias de mujeres residentes en aquella metrópolis estadunidense.
Margarita, de 43 años, es una de las fundadoras de Voces, una colectiva que surge en 2019 como parte de un proceso “en donde nos enfocamos en la justicia para las mujeres que son violentadas, buscamos recursos en la ciudad para que ellas sean autosuficientes y que puedan, en algún momento, dejar de sentir la violencia de género”, comenta Mary José Prudente, también creadora de Voces.
Durante estos años, la colectiva se ha abocado a la recuperación de muchas tradiciones de la cultura mixteca encarnada en el papel de las mujeres, desde la defensa del habla de las distintas variantes del ñuu savi, hasta los distintos bordados elaborados colectivamente cada semana en la reunión que tienen como grupo y en la cual bordan y conversan.
Además de Margarita y Mary, en Voces participan Paulina Mendoza, Eufemia Neri, Eugenia Catalán y Zenaida Simón. Cada una de ellas cuenta con una historia de vida en donde la migración y la violencia de género son transversales, al igual que la cultura mixteca, que expresan en el rescate de la gastronomía, la lengua y los textiles.
“La visión de Voces no es solamente trabajar con mujeres, sino trabajar con la familia completa, integrar a los esposos y los hijos en el momento adecuado”, se puede leer en este recetario de comida mixteca, un proyecto colaborativo realizado con el colectivo de investigación Liana, residente en Nueva York, y que salió a la luz en 2023.
De los “diálogos vegetales” al trabajo colaborativo
Liana, conformado por Angélica Cuevas, Juan Pablo Caicedo y Giselly Mejía –tres personas de origen colombiano–, se define como “un colectivo de investigación artística que explora la política, inteligencia y poética de la vida vegetal, con especial énfasis en el estudio de las prácticas artísticas basadas en plantas y las transferencias dinámicas entre humanos y plantas”. Con motivo de la residencia artística Las Yerbas Apothecary, llevada a cabo en Canal Projects, Liana comenzó a buscar personas o asociaciones aliadas para un proyecto que les llevara a lo que llaman “diálogos vegetales”.
“Estábamos preguntándonos con quién aliarnos y decidimos abrir otros diálogos vegetales con organizaciones que tuvieran incidencia en Nueva York. Nos reunimos un día con ellas (las mujeres guerrerenses), les contamos qué hace nuestro colectivo y ellas nos contaron de Voces”, relata Angélica.
“Les contamos que nosotres sí nos vemos como un colectivo que facilita espacios de reflexión a través de lo que sabemos hacer –continúa–. Nos hablaron de las traducciones, de los textiles, de los bordados, de la importancia de verse como un grupo de mujeres frente al patriarcado de sus comunidades, del empoderamiento que estaban teniendo, de lo que significaba la cocina y las plantas medicinales y de la importancia de compartir estos espacios. Ellas nos dieron la idea para que hiciéramos algo alrededor de sus recetas y las plantas, tal vez la intersección más clara que desde Liana podemos hacer con ellas”.
La cocina mixteca guerrerense es rica en tradiciones y en ingredientes, va mucho más allá del pozole, recurre a una cantidad considerable de quelites, variedades de frijol, de maíz. Su riqueza está guardada en las vivencias que se comparten y se heredan de generación en generación en las cocinas de la Montaña. Como dice Mary José: “En los pueblos siempre hemos trabajado mucho con la comida, no sólo en Guerrero, en todo México, en las casas de las señoras. En Guerrero nos gusta exhibir lo que sabemos hacer en la cocina”.
Por ello, dice por su lado Angélica sobre la relación con Voces, lo importante era escuchar. “Les propusimos hacer un ejercicio de historias orales, que durante un mes nos viéramos cada ocho días para recolectar las historias y que con cada una tuviéramos una entrevista de dos horas y pudiéramos abordar un cuestionario que abarcara sus historias de migración, su conexión con las plantas y las recetas”.
Poco a poco se fueron tejiendo las recetas que cada una escogió y la forma en la que Liana las presentaría en recetarios que, aparte de mostrar la forma de cocinar cada platillo, presentan los antecedentes de cada ingrediente y la historia de la mujer que aportó esa receta. Con un diseño creativo y muy familiar, este primer trabajo impreso ha gustado mucho a las mujeres de Voces y a quienes –con fortuna– lograron conseguir un ejemplar.
Hacer conciencia “no como mexicanas sino como mixtecas”
Durante la entrevista, Angélica se refiere a la situación alimenticia en la Gran Manzana, (The Big Apple, como se conoce a Nueva York): la gente está acostumbrada a comer rápido, a comer mal, a no dedicarle tiempo a los alimentos, los precios son caros y es difícil encontrar productos de buena calidad accesibles. Justamente, lo mejor de las recetas recolectadas en el proyecto de Voces y Liana es que “resuelven una necesidad nutricional, también son rápidas de hacer, preservan la cultura y activan la memoria. Margarita dice que cuando hace su receta toda su familia de Guerrero viene a su casa”, celebra la colombiana.
Una revolución alimenticia, una revolución mixteca que no parte de una cocina de chefs y élites sino de la vida cotidiana y que para Voces es también una línea de resistencia cuando se habla de seguridad alimentaria.
Cuando las mujeres de esta colectividad migraron a Estados Unidos, se enfrentaron a infinidad de obstáculos –como cruzar el desierto de Sonora– para lograr construir una vida digna en un medio ajeno y muchas veces inhóspito. Al migrar trajeron el bagaje de sus comunidades de origen, lo que ha permitido la conservación fuera de su tierra de tradiciones milenarias, como la comida.
Gracias a los recetarios que Voces-Liana han empezado a producir, la memoria aflora y recupera el uso de ciertas plantas que a veces son difíciles de conseguir en la Gran Manzana, pero siempre hay redes de guerrerenses que viajan con ellas. Mary José explica que en la cultura mixteca “muchos rituales usan hierbas y sobran al final y de ahí las usan para curar; por ejemplo, cuando sobra la hoja de borracho, y nosotras la usamos para hacer incienso o para la comida. Otro ejemplo es la pericón, que usamos cuando los niños lloran mucho y la usamos como incienso, pero también se come. Es un proceso en donde estamos haciendo conciencia, no como mexicanas sino como mixtecas.
“Hoy todas estas tradiciones se están acabando, la migración está dejando a nuestros pueblos abandonados. A los jóvenes que quedan allá les da flojera revivir o conservar estas tradiciones y cuando migran yo me encuentro a muchos que conozco, les hablo en mixteco y me dicen que no les hable en mixteco”, lamenta Mary José.
Y, a pesar de ello, fue la migración la que hizo posible que las mujeres mixtecas de Voces se encontraran y compartieran sus vivencias y conocimientos, hasta materializarse en una serie de recetarios elaborados en conjunto con el colectivo Liana.
Éramos, siempre hemos sido lo que comemos
Para la presentación del primer recetario –a fines de octubre–, se organizó una suerte de comedor en donde las mujeres de Voces cocinaron sus recetas y las compartieron con quienes asistieron al espacio de Canal Projects, en su local de Nueva York.
Fue “una tarde preciosa –recuerda Angélica–, convertimos la sede de nuestra residencia en un comedor de comidas mixtecas”. Entre otros temas, ese día conversaron “sobre el proceso de Voces como lugar de resistencia, sobre las plantas y de porqué se les llama quelites, de cómo ellas (la mujeres guerrerenses) se relacionan desde lo medicinal y la cocina”.
“Nos gustó mucho este primer recetario, estamos muy contentas. Y también saldrá en español y en mixteco”, adelanta Mary José, quien contribuyó con la receta de la sopa de frijol. “A lo mejor hay algo parecido en otros estados, pero no sé si se hace igual. Es el frijol negro que se tuesta y se muele en el metate, es una sopa ancestral y no tiene carne, el sabor viene de lo tostado, se hace como atole.
“Quiero hacer esta receta porque la gente se ha olvidado de ella, de que eran lo que comían. Antes la gente comía sanamente en México; en el caso de mi región de la Montaña, como de 1995 al 2000 empezaron a entrar las primeras brechas y con ellas la Coca-Cola, 10 años más tarde ya resulta que la gente tiene diabetes”.
Actualmente, tanto Voces como Liana están en el proceso de imprimir el resto de los recetarios y de lograr un buen resultado en las traducciones al mixteco. Para Liana, a través de la voz de Angélica, “estos recetarios son un logro muy importante”, para “avivar más su fuerza. Materializar la idea y que sea útil. El recetario es una excusa para abrir otros temas; para abrir un diálogo sobre la mujer mixteca, sobre el conocimiento, sobre un cuidado más activo, porque ellas sostienen esta cultura. Es un proceso que sigue cocinándose. Es la revelación de un sistema cultural”.
En palabras de Mary José, Voces tiene claro el camino: “Por medio de la lengua y de la comida podemos conservar recetas que casi están en el olvido, podemos traerlas a la ciudad y compartirlas. Por medio de la gastronomía podemos hacer un poco de conciencia para lograr el bien común”.
Texto: Heriberto Paredes-Especial para El Sur / Imagen tomada de Instagram, @liana_____collective