16 mayo,2023 5:01 am

Acerca de la obsesión por el prestigio

Federico Vite

 

Donde van a morir los elefantes (España, Alfaguara, 1995, 372 páginas), del escritor chileno José Donoso, tiene mucho que decirnos ahora. Grosso modo, la novela narra la estancia del profesor chileno Gustavo Zuleta en la universidad norteamericana de San José a impartir clases de literatura latinoamericana. Lo atractivo ocurre fuera de las aulas. Obvio. Donoso refiere pecadillos eróticos, familiares y literarios, porque Gustavo se enamora de una americana gorda y encantadora, llamada Ruby, mientras espera que Nina, la esposa, arribe a San José con su hijo recién nacido. El profesor Zuleta se encuentra por primera vez con Marcelo Chiriboga, su máximo ídolo. El escritor del Boom que acaba de ganar el Premio Cervantes. Estos hechos nos revelan con sorna qué hace un investigador literario en Estados Unidos: relaciones públicas, lisonjeros intensos, atletismo de alcoba y mucha maledicencia. Por supuesto, se trata de una cómica enseñanza de algo que Donoso conocía muy bien: el mundo académico y las derivas universitarias, también entendidas como cátedras extramuros.

De la mano de Ruby, joven encantadoramente gorda y simpática, “una gorda de casta”, Gonzalo es testigo de envidias y de resentimientos, de egos súper inflados y de odiosos investigadores, todo plagado por la promiscuidad que culmina con un asesinato múltiple. El protagonista descubre también la vida norteamericana y los habitantes pintorescos del campus, de entre los cuales destacan el Profesor Butler, un especialista de los números primos que vive con su senil Hermana Maud y los dos discípulos del profesor, unos chinos que se parecen tanto que es imposible distinguirlos.

Escrita con encanto y mala leche, Donde van a morir los elefantes relata las relaciones conflictivas que los intelectuales latinoamericanos mantienen en las universidades de Estados Unidos. Y, en especial, reflexiona sobre la importancia de la literatura en el mundo moderno, sitiado por la inteligencia artificial y la obsesión perniciosa por el prestigio. Con mucha calma desarrolla los vínculos de los escritores-profesores y se regodea con una precisión jocosa al recrear las fiestas en las que muchos escritores, investigadores y profesores ejercitan el odio en contra de un sistema de prebendas que apoya a “la obra y la vida” de los latinoamericanos.

Donoso sabe muy bien de lo que habla. Para muestra, algunas frases que sabiamente administra la voz narrativa de esta novela: “[…] porque los norteamericanos no se interesan absolutamente nada por los latinoamericanos, y no nos creen capaces de producir nada culturalmente importante fuera de la gomina. Les interesamos cuando somos pintorescos, típicos como era yo, y a condición de que nuestros escritores no se aparen de nuestro miserabilismo característico. Les gustamos si en nuestras páginas hay revoluciones e injusticia social y dictadores y mucha pobreza e ignorancia y sexo. Por eso es que aquí tan pocos escritores latinoamericanos alcanzan más de una edición: mira el caso de un maestro como Onetti, por ejemplo, para no decir nada de Lezama Lima o Carpentier. Son los yanquies quienes nos exigen que seamos violentos y sexuales y pobres, que acusemos y señales con el dedo al culpable”.

Lo que parecía un ascenso en la vida de Zuleta se convierte en un catástrofe cada vez más pueblerina, menos intelectual, cuyo espíritu provinciano y triste amarga aún más la existencia de un hombre que creyó, como otros tantos escritores e intelectuales latinoamericanos, iniciar una etapa de bonanza en un país con mejores condiciones para la investigación, la escritura y, obviamente, la publicación de esos materiales. La catástrofe es gozosa, sobre todo por una ninfa regordeta y dispuesta a pasarla bien con hombres maduros, casados, con hijos y aburridos de una labor monótona en el departamento de español de una universidad que aspira a ser un logotipo, nada más, impío membrete en el paisaje estudiantil.

La trama lineal de la historia resulta atractiva gracias al humor de las conversaciones y al sarcasmo con el que Donoso retrata estereotipos académicos y literalmente se burla de la construcción del prestigio, básicamente fundamentado en la exageración vital, por tanto, la exageración curricular. Pura hipérbole. Esta novela sirve muy bien como laboratorio para analizar este aspecto, la autopromoción exacerbada –hiriente, diría yo– como una llave mágica para obtener todas las prebendas de un sistema que les permite “crecer” a discreción. Insisto: Es realmente el humor lo que salva a este documento, ideal para quienes pasarla bomba unos días y entender, de paso, que en temas complejos y monásticos es conveniente el humor para darle a la tensión narrativa una frescura inusitada.

De refilo, Donoso desarrolla un hecho importantísimo ahora: “La exigencia femenina es una de las fantasías más recurrentes de los hombres. Fantasía que les impide entregarse –opinó Josefina– . Y muestra uno de los flancos más vulnerables del macho, el lado por donde se está iniciando su desmoronamiento. ¿Qué pasa, me gustaría saber, cuando a tu pareja ya no le queda nada nutricio que ofrecerte? En este caso, la vagina dentada resulta un adminículo indispensable para las mujeres, porque te lo aseguro, una a veces se muere de hambre”.

No me parece que esta novela esté a la altura de El obsceno pájaro de la noche ni en el mismo rasero que Casa de campo, pero se trata de un libro juguetón. Pone luz a un escenario interesante. Nos presenta un fresco en el cual muchos de nuestros colegas están perfectamente retratados; en especial, porque muchos de ellos regresan a México pensando en Estados Unidos como lo mejor su vida y los que se quedan allá tienen esa nostalgia amarga de ser latinoamericanos honorarios.

Al final de la novela hay una vuelta de tuerca que nos remite a una preocupación estética finisecular, recordemos que el libro se publicó 5 años antes del nuevo milenio, y me refiero a una preocupación por la forma de la novela, porque Donoso intuye que las antiguas maneras de trenzar historias simplemente ya no podrán seguir teniendo vigencia.

En Donde van a morir los elefantes es clara esa división entre la comedia, el noir, el relato erótico, la novela de campus y la metaliteratura, como si al entrar y salir de los diversos tonos y géneros se enfatizara el dominio absoluto de la técnica y sólo gracias a ella se edificarían novelas grandiosas.

Donoso vislumbró lo que vendría, las mezclas entre géneros, subgéneros y tonos, especialmente, puso el sello de mixturadas apadrinadas por la metaliteratura. Mostró los nuevos ropajes con los que ahora entendemos la plasticidad del discurso narrativo. De todo eso, no hace mucho: sólo 28 años.

También creo que la Orquesta Filarmónica de Acapulco es devastada por una ideología populachera, sin rumbo, destructora. Espero que el maestro Álvarez continúe la formación musical desde otros flancos. El proyecto estatal de Cultura anquilosa y limita la expresión artística ya existente en Guerrero, ¿por qué? La respuesta es insondable. Pero esa es la ideología de la actual administración.