
Héctor Manuel Popoca Boone
¿Quiénes son los autores intelectuales y materiales del artero asesinato de Marco Antonio Suastegui Muñoz? El pueblo está esperando una pronta respuesta de las autoridades.
Lo peor que le puede suceder a un ciudadano cercado por muchas necesidades y problemas que no le permiten tener libertad, abierta expresión, trabajo seguro, bienestar y progreso social, es aceptar y acostumbrarse a contemplar hechos de delincuencia, criminalidad, tráfico de drogas, violencia, homicidios, fraudes electorales, entre otros, como producto de situaciones y circunstancias dadas inmutables. Ergo, resignarse a la subordinación y sumisión pasiva frente a los que detentan el poder establecido, que son los generadores, en última instancia.
Vivir en una circunstancia adversa, sin mayor intento o posibilidad de poder modificarla es mutilar, en cuerpo y alma, la esperanza innata del ser humano de mostrar su insatisfacción y molestia, para luego actuar en concordancia a su inconformidad. Es la resultante del individual y colectivo egoísmo e indiferencia social, aparejada a la supuesta impotencia para hacer los cambios indispensables so riesgo de perder su ya precaria seguridad personal y la de los suyos cercanos.
Vivir en un ambiente adverso sin mayor intento de modificarlo es perder la esperanza de hacerlo. Es un sometimiento psicológico y desmotivacional. Es callar y obedecer; auto castrarse, en el más amplio sentido de la palabra. Es el aletargamiento a la imaginación y reflexión que conduzcan a la acción y recreación humana. Es morir en vida; cancelando la emancipación de la mujer y del hombre.
De ahí que el fenómeno de la conformidad domada y el sometimiento tácito ante lo ilícito y vituperable se considere cosa dada que va enseñoreándose del individuo para la inacción insurgente, tanto individual como colectiva. Acostumbrarnos a fuerza de su repetición a una condición de irregularidad que limita el discernimiento para ensanchar nuestra libertad. Convierte nuestros sueños en perennes miedos y temores. La resignación y la pasividad, es nuestro designio y destino manifiesto por nuestra sempiterna conducta anodina y la más de las veces comodina. Tengamos presente que el mal no tardará mucho en abrir sin permiso las puertas de nuestras casas para avasallarnos totalmente.
La actual “supuesta normalidad” no respeta todos nuestros derechos humanos. Nos convertimos en seres autómatas, por tanto, manipulables, por cuantas banderías y creencias políticas, económicas y sociales se nos impongan en la vida.
Los oligarcas siempre someten a los muchos que no están conformes y practican el dejar hacer y dejar pasar, para doblegar la voluntad de terceros. Ellos son los perenes generadores de situaciones como las que actualmente padecemos hasta que el asombro y el pasmo inicial del pueblo quedan transformados en sentimientos de temor y terror paralizante para dejarse llevar y hacer lo que otros digan.
Cambiar la anormalidad social imperante a una normalidad social constructiva y edificante, es subvertir el actual sometimiento subconsciente de gran parte de la ciudadanía encasillado en un patrón de conducta ya prefijado que conforma una enajenación colectiva, plagada de actos y mensajes insulsos y superfluos; sumergiendo a la ciudadanía, cada vez más, en una subcultura de distracción y entretenimiento (pan y circo) que no suscite protesta o rebelión. Además, la indiferencia y la denominada “táctica del avestruz” dominan la agenda diaria del individuo domeñado.
Ante inconformidades, injusticias, humillaciones e indignidades, el derecho a la protesta pública y, en su caso límite, a la rebelión cívica y pacífica (como lo hicieron Gandhi, Mandela, Madero, Luther King, Allende, et al) cobra vigencia porque los empoderados trataran siempre de conculcarla; persuadiendo a la sociedad mexicana que los atropellos a la dignidad humana encajan bien en la supuesta “normalidad” reinante.
Pero la rebeldía es innata al ser humano cuando se violentan las normas de conducta social acordadas por la mayoría de los ciudadanos, emanadas de ciertos principios, ideales, valores y códigos de ética, para la sobrevivencia y convivencia pacífica de la especie humana.
En suma, debemos cambiar la actual “normalidad” que nos constriñe a todos y no resignarnos a llevar una vida de estrecho horizonte obtuso y predeterminado por otros, ni tampoco condescender a una suerte ya designada y asignada. En fin, la fuerza ciudadana y la consciencia social tendrán la última palabra.
PD. Este artículo está dirigido a líderes y ciudadanía en general que se reunirán en una asamblea constitutiva de la nueva fuerza ciudadana “SomosMX” en la ciudad de Iguala, mañana domingo, 6 de julio, a las 9.30 a.m.; en el salón de eventos Oasis.