6 noviembre,2018 6:22 am

Aislado en una celda oscura y sin aire, pasó el vocero del Cecop ocho meses de reclusión en Acapulco

Entrevista a Marco Antonio Suástegui
”Estuve 8 meses en esa celda, no me daban de comer, […] como hasta las 12 del día llevaban algo grasoso y frío que no se podía comer y tortillas duras. Nos daban agua con ‘rompetripas’, que son larvas de moscos. […]”
Segunda parte
Con 10 meses en la cárcel, el vocero del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores la Presa La Parota (Cecop), Marco Antonio Suástegui Muñoz, denuncia que durante ocho meses fue sometido a condiciones de reclusión indignas, que agravaron los daños que le causaron la golpiza y tortura que le dieron policías ministeriales y estatales cuando fue detenido el 7 de enero.
Se encuentra ahora encarcelado junto a 16 presos del Cecop, de la Policía Comunitaria de Cacahuatepec y vecinos que no pertenecen a ninguna organización, que son los que quedan de 38 que al principio fueron detenidos, de los cuales 25 llegaron al reclusorio; los otros salieron, la mayoría los primeros días, y ocho el 21 de agosto por resolución de una jueza.
Su figura se ve más alargada que antes, parece que sólo tiene los huesos y la piel, oscura, y el cabello corto casi a rape. Tiene ropa común, no viste uniforme de preso, pantalón gris claro y playera blanca y los tradicionales huaraches de correas cruzadas.
Cuando estaba en libertad pesaba 85 kilos, y en los primeros ocho meses de encierro en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Acapulco bajó 27 porque lo que le daban como alimentación era incomible. En los últimos dos meses se ha ido recuperando, y ahora pesa 65, y con 1.76 de altura parece alto y delgado.
Se ve débil y enfermo, por dolores que tiene en la columna y el abdomen, desde que fue torturado cuando fue detenido. Desde el 7 de enero no tuvo atención médica y su salud se fue deteriorando más.
Los 10 meses, Suástegui ha estado segregado de la población penitenciaria, supuestamente para protegerlo, porque las autoridades no garantizan la seguridad.
Primero lo tuvieron en una celda oscura, totalmente cerrada, sin ventanas, caliente, y no le permitían ver la luz del sol.
El calabozo en que estuvo se localiza en la entrada del reclusorio, le llaman la casa blanca, y se compone de varios cuartos, algunos ocupados con estantes y lockers; en uno de esos estuvo Marco Antonio Suástegui con su hermano Vicente, en un cuartito como de 3 metros cuadrados, muy pequeño para dos personas.
Hace dos meses lo trasladaron a otra área, llamada la clínica de desintoxicación, donde sus condiciones de reclusión son mejores.
“Estuve ocho meses aislado, en una celda oscura, sin luz, sin ventilación, caliente, llamada la casa blanca”.
En entrevista, el vocero del Cecop describe las condiciones que ha tenido en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Acapulco.
“Nos detienen el 7 de enero, me traen al reclusorio como a las 7 de la noche, a un lugar que se llama ‘el hospitalito’. Llegamos seis: Nemesio Valeriano, Javier Melchor, Maximino Solís, Manuel Everardo, mi hermano Vicente Suástegui y yo.
”A las 11 de la noche nos cambian a la clínica de desintoxicación, no había más presos. Nos metieron a la celda, dormimos en el piso con mucho frío, algunos dormimos en el baño que estaba más caliente.
”El 10 de enero vino el director del Cereso, Hugo Vázquez Santos, me dijo que tenía visita, me sacó, me llevan a la casa blanca, me meten a la celda oscura, me encierran a mí y a mi hermano Vicente.
”Pregunté dónde está la visita. Era un engaño y una forma de tortura psicológica.
”Estuve 8 meses en esa celda, no me daban de comer, a las 8 de la mañana pasaban gritando ‘rancho’ (que es la comida que les dan a los presos), me paraba con mi plato, pero no llegaba nada, como hasta las 12 del día llevaban algo grasoso y frío que no se podía comer y tortillas duras. A la 1:30 otra vez pasaban gritando ‘rancho’, me levantaba con la esperanza de que llevaran comida, y nada, como las 5 llevaban otra vez comida fría y tortillas duras. Nos daban agua con ‘rompetripas’, que son larvas de moscos. Las visitas que iban a verme estaban tiradas en el piso porque no había donde sentarse”.
”A un policía le pedía que me dejara ver la luz del día.”
El Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan que lleva la defensa de los presos de Suástegui, de los otros presos del Cecop y de la Policía Comunitaria, presentó una denuncia de las condiciones carcelarias ante la juez de ejecución, con las demandas de trato digno, alimentación, atención a la salud y respeto al derecho de recibir visitas.
Las audiencias se realizaron el 3, 4 y 5 de abril, en la sala de ejecuciones y denunciaron las violaciones a los derechos humanos. La resolución de la juez Isis Peralta fue que Marco Antonio Suástegui fuera movido a una celda digna, que le dieran atención médica para curar los daños a la salud causados por la tortura, derecho a las visitas, alimentación y agua potable.
Reconoce Suástegui que después de esa resolución empezaron a darle dos horas al día para estar afuera de la casa blanca.
Pero todavía estuvo casi cinco meses en la celda oscura y sin ventilación. El 25 de agosto lo trasladan a la clínica de desintoxicación habilitada como celda, donde se encuentra a la fecha.
La clínica es una edificación de un piso, pintada de blanco, con un patio en medio y salas a los lados que se usan como celdas.
“El 25 de agosto nos trasladaron a la clínica, aquí me dan de comer a la hora. Hace unos días cambiaron al director, es Justo Jiménez Loaeza, se ha portado bien, nos deja salir a actividades deportivas, hacer manualidades, es respetuoso de los derechos, baja diario a ver cómo estamos, le pedí atención médica, me revisaron, y dijo que me va llevar al hospital de El Quemado.
”La comida mejoró, es lentejas, frijoles o sopa de pasta, ya han traído pollo, caldo de res, y está sacando la basura del tiradero que está a pocos metros de la clínica.” 
La batalla legal contra las condiciones carcelarias
El abogado Rogelio Téliz García, del Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, uno de los defensores del vocero del Cecop, califica a la casa blanca como “un pequeño Cefereso”, o penal de máxima seguridad, donde las condiciones de internamiento “son difíciles”.
Ante las violaciones a los derechos de Marco Antonio Suástegui, se presentó la denuncia ante la juez de ejecución, y en las audiencias fueron batallas con las autoridades del penal, porque no reconocían las condiciones indignas de reclusión.
Después, la resolución de la juez fue débil, porque no ordena, sino que pide de favor a las autoridades administrativas que den un trato digno al preso. Por su parte, el director del Cereso argumentaba que no tenía espacio para Suástegui en otra celda.
Por eso tardó meses la salida de la casa blanca y su traslado a la clínica, donde está con los 16 presos del Cecop y la Comunitaria.
En realidad también ahí los presos están segregados del resto de la población penitenciaria, pero Téliz reconoce que las condiciones son mejores que en la celda oscura y sin ventilación de la casa blanca, además de que las autoridades del penal dicen que no pueden garantizar la seguridad en el área donde está el resto de los presos y que ahí estarían en peligro; frente a este argumento Marco Antonio Suástegui y sus abogados no insisten en el problema del aislamiento en que se encuentra.
En peligro de traslado
Las condiciones de Suástegui pueden empeorar en un reclusorio de máxima seguridad. “Me han querido trasladar, la psicóloga Gladimira Ocampo dijo que soy adicto a las drogas y al alcohol y que soy de alta peligrosidad. Le mandó un informe a la jueza Isis Peralta, fue un estudio falso, nunca me entrevistó, nunca la he visto, lo hizo para que me trasladaran a un penal de máxima seguridad”, explica.
El peligro del traslado a un reclusorio de máxima seguridad es un temor de Marco Antonio Suástegui desde el día en que fue detenido, lo llevaron al aeropuerto de Acapulco y los policías ministeriales le dijeron que estaba planeado su traslado a Nayarit. Ahí estuvo el vocero del Cecop más de un año, del 17 de junio de 2014 al 21 de agosto de 2015, aislado, sin agua ni comida para la alimentación sana ni atención médica ni derecho a visitas, igual que en Acapulco, pero con la desventaja adicional de que estaba lejos de su familia, de sus compañeros del movimiento contra la presa La Parota, de las organizaciones que lo apoyan y de sus defensores de Tlachinollan.
Texto: Maribel Gutiérrez / Foto: Carlos Alberto Carbajal
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