25 agosto,2023 5:35 am

Avanza el movimiento afro en Guerrero

LA POLÍTICA ES ASÍ

 

Ángel Aguirre Rivero

Crecí entre indios, negros y mestizos, mi padre me enseñó desde muy niño a convivir con los negros de la costa, de las llanuras de Cuajinicuilapa. Algunas de mis vacaciones las pasé junto con mi hermano Mateo en el pueblo de Maldonado en casa de don “Layo” quien era propietario de unos billares y ganadero. Salíamos a cazar conejos, fueron días inolvidables.
En esos años conocí los sones de artesa, que es un cajón de madera de una sola pieza que sirve para dar de comer y beber a los animales, que tiene labrados en sus extremos la forma de la cabeza y cola de algún animal, sobre el cual se zapatea el también llamado fandango.
Aprecié como lo sigo haciendo, la expresiva Danza de los Diablos, que se remonta a la llegada de los españoles a México para vender esclavos y que actualmente, “se baila el 1 y 2 de noviembre, formando parte de las celebraciones del Día de Muertos. Pero también se danza el Día de la Virgen de Guadalupe y el Día de San Nicolás”. (Danza de los Diablos: legado afrodescendiente en México / México Desconocido https://n9.cl/m6aci).
También escuché historias sobre el origen del pueblo afro en la Costa Chica Guerrerense, y años más tarde pude leer el libro de Gonzalo Aguirre Beltran con el titulo de Cuijla que hace mención al pueblo de San Nicolás y reconoce que era más importante que la propia cabecera municipal en términos de población afrodescendiente.
Así como el trabajo de Gela Manzano, Cuajinicuilapa, Guerrero: historia oral, a través del cual se profundiza sobre nuestra cuarta raíz.
Hace poco mi nieto Santiago me preguntaba si era despectivo o humillante llamarles negros a la gente de color de la Costa Chica y le contesté que primero siempre hay que preguntar a las personas cómo quieren que uno se dirija con ellas, pues más allá de los términos que hoy se han acuñado con relación a ellos (dígase afromexicanos, afrodescendientes o afroamericanos), hay quienes prefieren que les sigan llamando orgullosamente “negros”.
Baste recordar el verso de Álvaro Carrillo: “Soy el negro de la costa de Guerrero y de Oaxaca, no me enseñan a lazar, porque sé cómo se laza”.
O qué decir del poema de Nicolás Guillén Ayé me dijeron negro: “Ayé me dijeron negro pa que me fajaras yo / pero e que me lo desía, era un negro como yo”.
Hay pues, toda una cultura sobre el orgullo de sentirse negros, es parte de nuestra identidad y nuestra forma de sentir la vida, aunque seamos blancos, mestizos o mulatos.
Los descencientes afros han contribuido ha forjar esta nación: Yanga en Veracruz en la independencia, Vicente Guerrero y José María Morelos son apenas un ejemplo de la participación de los negros o mulatos en nuestros movimientos sociales.
Aunque hay avances en el reconocimiento y la promoción de su cultura y derechos, aún queda mucho por hacer para superar los desafíos que enfrentan. La inversión en la educación, el empoderamiento económico y la eliminación de la discriminación son pasos esenciales para lograr la igualdad a la que tienen derecho.
Vale la pena mencionar que establecí el primer museo afro en Cuajinicuilapa durante mi primer gobierno, y también hice mi parte como legislador, al igual que el entonces senador René Juárez Cisneros (QEPD).
Fue hasta 2015, que México reconoció oficialmente a la población afromexicana en la Constitución.
En el censo de población y vivienda de 2020, el Inegi incluyó preguntas que permiten a las personas autoidentificarse como afrodescendientes o afromexicanos, lo que permitirá contribuir a la toma de decisiones y políticas públicas para esta población.
Es esencial que su derechos no sean sólo simbólicos, sino que se traduzcan en acciones concretas que empoderen a la comunidad afromexicana.
Para ello es necesario reconocer que la falta de recursos y la desigualdad económica han limitado las posibilidades de desarrollo para muchas personas afro en Guerrero. Hay que pasar de los buenos deseos a las buenas acciones.
Por eso me dio mucho gusto cuando supe que San Nicolás y Las Vigas fueron reconocidos como municipios por el Congreso de Guerrero. Y aunque hay algunos tropiezos para integrar sus Cabildos instituyentes, no dudo que serán superados y siendo como son, la comunidad que más preserva las costumbres afro, su reconocimiento como municipios es histórico para el movimiento afromexicano en Guerrero.
Por eso aplaudo el reconocimiento legal los pueblos de San Nicolás y Las Vigas. Hay que apoyar estos esfuerzos para que atestiguemos y colaboremos con el avance social, político y económico de sus habitantes.

Del anecdotario

Cuando inicié mi primera campaña para diputado federal por la Costa Chica me hacía acompañar por el mejor dueto que ha parido nuestra región: Blanco y Negro, formado por mis entrañables parientes Tomás Anica y Juan Estévez (qepd). Su presencia era un éxito rotundo, máxime cuando interpretaban una chilena que en lo particular me encanta: “Negrito puchunco y feo, casi chirundo me crié, pero tengo el alma blanca, como no la tiene aquel, que nació en pañales limpios, con otro color de piel”.
Aunque debo de confesar que el “himno” con el que me presentaba, era la chilena El Guerrerense” que describe muy bien el carácter alegre y jocoso de quienes tuvimos el privilegio de haber nacido en estas tierras benditas del sur del país, les dejo la liga para quienes deseen escuchar esta maravillosa interpretación: (https://youtu.be/Y4WSDfgQR2Q?si=KuFeG1glbdD-GFGt).
Cuando gané ampliamente la diputacion, Blanco y Negro me dijeron: –oye Layo, nosotros ya te ayudamos en tu campaña, ahora queremos que tú nos cumplas un sueño, hermano.
–¿Y cuál es el sueño?, les pregunté.
Tomás de inmediato contestó: –que nos contrates un yate para dar un paseo en la bahía de Acapulco, queremos ver qué se siente. Porque acuérdate Layo, como dijo un negro del tamale: –la noche se hizo pa’ dormí y el día pa’ descansa.
Y pues se los cumplí con todo mi cariño.
La vida es así…