30 octubre,2017 8:36 am

 “Cada sexenio tiene un delito favorito”: Marialy Soto, curadora de “La propagación del mal”

Ciudad de México, 30 de octubre de 2017. Con Calderón fue la lucha contra el narcotráfico. Con Fox, el secuestro. Si un delito puede dar cuenta de una época, ¿cuál será el de este sexenio? ¿La desaparición forzada? ¿El feminicidio? Son preguntas que se antojan a la luz de la conversación con Marialy Soto, curadora de una exposición que constituye un fuerte “cuestionamiento sobre cómo se dictamina la sentencia en México”, pues va más allá de los delitos: exhibe los estereotipos físicos “que coinciden con una origen etnológico y social, así como de una criminalización de la pobreza”.

“La propagación del mal” del 25 de octubre al 25 de febrero en CCE, Cdmx. Foto: El Sur.

 

¿Qué es el mal? ¿Qué es la maldad? ¿Se castiga a los malos en México? ¿Quiénes son los malos? ¿Por qué siempre hay más malos pobres y morenos que ricos y blancos? ¿Se encarcela a todos los que infringen la ley? ¿Por qué se encierra también a quienes ponen en riesgo un modelo de vida, social o de nación?

No es un secreto: la justicia beneficia a quien tiene dinero para obtener su libertad. Pero en La propagación del mal. Crónicas de la justicia en la Ciudad de México se muestra gráficamente “cómo se concibe al ciudadano a partir del derecho”.

A través de objetos y fotografías que van de finales del siglo XIX hasta nuestros días, la etnóloga Marialy Soto (1983) reflexiona acerca del desarrollo de la criminología y la impartición de justicia en el país.

La exposición –abierta al público del 25 de octubre al 25 de febrero en el Centro Cultural España– presenta una propuesta visual que recrea los ambientes de la cárcel de Lecumberri, la cárcel de Belem y el Reclusorio Varonil Oriente, con imágenes de archivo, documentos que consignan origen de los reos, labores a las que se dedicaban, delitos por los que fueron detenidos y motivos de muerte –en caso de que hubieran fenecido en prisión–; y se utilizan también extractos del diario de un interno en el Reclusorio Oriente fechado en 2015.

Se presenta, además, el mural Sueño de una tarde de justicia en la Alameda, donde se aprecian algunos de los personajes más importantes que fueron detenidos en la cárcel de Lecumberri, como David Alfaro Siqueiros o Juan Gabriel, y se representan bajo la forma de siluetas, crímenes propios de la época, como obstrucción de las vías de comunicación o alterar el orden social establecido.

“La exposición es un cuestionamiento sobre cómo se dictamina la sentencia en México”, explica Soto, quien ha impartido talleres en el Reclusorio Preventivo Varonil Oriente y en Santa Martha Acatitla. En esas sesiones con los reclusos se terminaba hablando sobre cómo se habita el encierro desde el cuerpo y la construcción de los roles de masculinidad.

En La propagación del mal “nos preguntamos cómo se dictamina la sentencia, cómo se desarrolla en cada época el concepto de lo que es un delito, y cómo se concibe al ciudadano a partir del derecho”, dice Soto, pasante de la carrera en Etnología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).

“No quería caer en la victimización, sino procurar ofrecer una respuesta a interrogantes sobre los motivos por las que se priva a una persona de su libertad, cómo se castiga el delito y cuáles son las características físicas de quienes habitan la cárcel”.

Este es un punto importante en la investigación de la etnóloga y curadora, que ha incursionado en “el uso creativo de los medios audiovisuales desde la antropología”. A través de los documentos que reproduce, se puede observar que una gran mayoría de la población de la antigua cárcel de Lecumberri estaba conformada por indígenas y personas consideradas mestizas. Escasos son los documentos que dan testimonio de presos blancos.

 

Criminalizar al pobre, pero también al diferente

“Hay ciertos estereotipos físicos que coinciden con una origen etnológico y social, así como de una criminalización de la pobreza –dice la curadora–. La justicia beneficia a quien tiene dinero para obtener su libertad. Los centros penitenciarios se vuelven un gran mercado a partir de la corrupción. En este proceso, hemos llegado a reflexionar sobre cómo un delito da cuenta de una época: la lucha contra el narcotráfico en el gobierno de (Felipe) Calderón, o el secuestro en tiempos de (Vicente) Fox. Es atrevido decir esto: que cada sexenio tiene un delito favorito”.

La identidad de la población carcelaria, así como lo motivos morales que pesan para determinar el nivel de peligrosidad de una persona, son parte de los temas que Soto aborda en esta exhibición. Existe una carga discriminatoria, pero también un miedo latente por el que atenta contra conceptos como la familia, el orden o el modelo de país. Este miedo, esta precaución, este estigma de amenaza pesa en las razones por las que una persona es extirpada del entorno social para encerrarla.

Las razones del encierro van más allá de la comisión de un delito: también se enmarcan en castigar a los individuos que ponen en riesgo un modelo de vida, social o de nación. Los prejuicios se convierten en leyes.

De ahí que se dé la bienvenida a los visitantes con una declaración “que establece las líneas discursivas de toda la exposición”:

El poder dicta la palabra y empuña la letra que anuncia la idea de una sola nación, de un solo territorio y de una misma identidad mexicana. Nos dice que es la patria la que nos reclama la invención de un futuro mejor y que es nuestro deber responder a la mejora de costumbres […]. Todos los demás somos el otro, el anormal, el enfermo, la puta, el marica, el marginado, el maestro, el revolucionario, el vago… Somos los “rehabilitables”, esos, aquellos que amenazan las fronteras del deber ser”.

Durante los cuatro meses que durará la exposición, será acompañada por una serie de conversatorios y ciclos cinematográficos. Este trabajo es el resultado de la convocatoria que el Centro Cultural Border y el Centro Cultural de España lanzaron de manera conjunta bajo el nombre Culturas disidentes. Concurso para la investigación y producción interdisciplinaria, la cual se tiene previsto realizar cada año.

 

Nota y foto: Tatiana Maillard.