13 mayo,2020 4:58 am

Cansa el confinamiento, pero hay que ocuparse, dicen vecinos del Multifamiliar de la Progreso

Dentro de su pequeño departamento de dos cuartos, Santa y su hijo Luis cuentan cómo ocupan el tiempo en estos días atípicos por la contingencia, con series de televisión, cursos en línea y asomándose a su “excelente vista” a la bahía de Acapulco

Acapulco, Guerrero, 13 de mayo de 2020. “Sí es cansado” el confinamiento por la pandemia, confiesa Santa Díaz, que vive con su hijo Luis en el histórico multifamiliar Juan Álvarez, ubicado en la colonia Progreso.

Dentro de su pequeño departamento de dos cuartos, cuentan cómo ocupan el tiempo en estos días atípicos con series de televisión, cursos en línea y asomándose a su “excelente vista” a la bahía de Acapulco.

“Estoy tratando de estar lo más ocupado posible”, dice Luis, entrevistado a mediodía del pasado lunes, día en el que la federación informó en la noche que ascendían a 309 los casos de Covid-19 en el puerto.

La Dirección General de Pensiones Civiles y de Retiro, antecedente del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), que se creó el 30 de diciembre de 1959, inauguró esta unidad habitacional en noviembre de 1958, la cual es considerada la primera en el puerto, platican la actual administradora, Silvia Camarena, y uno de los propietarios de los 131 departamentos, Alejandro Torreblanca, cuyas vidas, al igual que la de Santa, son al mismo tiempo la historia del multifamiliar.

Era el último mes de la administración de Adolfo Ruiz Cortines, el segundo presidente civil del país que vivía el milagro económico mexicano, periodo en el que instituciones del estado, como el ISSSTE, “proporcionaba todo”, dice Silvia Camarena, hija de un empleado federal.

La administradora del multifamiliar, de 62 años de edad, llegó a uno de estos departamentos cuando tenía un par de años de haber nacido. Donde hoy hay carros estacionados y cemento, antes estaban los columpios y subibajas en el pasto, “incluso cuando yo tenía 10 años hicimos un torneo de futbol femenil, nos reuníamos a brincar la cuerda”, recuerda.

Alejandro Torreblanca precisa que estos departamentos eran para los trabajadores de correos, Teléfonos y maestros como su mamá, que pagaban una “cómoda” renta; “venía a visitarla cuando tenía 14 años, yo lo veía como un hotel cuando estaba chamaco”.

“Ya toda esa gente ya murió, acaba de morir uno de aduanas, nunca supe su nombre, nos saludábamos”, menciona el hombre de 71 años, al relatar el cambio generacional que se vivió a lo largo de los años.

En 1985, ya en el gobierno de Miguel de la Madrid, que empezó a adelgazar al estado, el ISSSTE empezó a vender los departamentos. Un año después, el padre de Santa Díaz, maestro de historia de primaria, preparatoria y licenciatura, adquirió la propiedad a donde llegó desde 1966; “se condonaron las rentas de los años que tenías viviendo y nada más diste una parte para llegar a los 6 millones que costaba, o sea, 6 mil pesos en aquel entonces”, cuenta su hija de 57 años.

En su sala donde tiene un par de pericos y un perro, Santa dice que desde el 17 de marzo han cumplido con la cuarentena, aunque “sí es cansado, luego me dice mi hijo: mami voy al mercado a comprar algo, ándale pues, vete y luego regresas ¿cómo tenerlo aquí?”.

Su hijo Luis relata el procedimiento que aplican cuando tienen que salir del departamento: zapatos afuera de la puerta y un equipo de desinfectante al entrar. Además de ser una medida sanitaria, lo hace porque “tratamos de mantenernos ocupados, reinventándonos”.

El joven de 23 años estudió criminología-criminalística, “desafortunadamente lo que estudié no puedo aportar mucho a esto”, pero se mantiene estudiando, viendo las noticias y tomando cursos en línea, “ya nos echamos como diez y vemos series”, enumera su mamá al contar lo que hacen para mantenerse activos.

La abogada, que se trajo su computadora del despacho para seguir trabajando, asegura que sus vecinos sí se están tomando en serio la cuarentena: “no bajan, van por su comida y se encierran. Antes todo mundo afuera, todo mundo en las escaleras echando el chisme”.

Esta impresión la comparte Silvia, que cuenta que la mayoría de los habitantes son jubilados y pensionados, personas de la tercera edad, población de riesgo ante el nuevo coronavirus. En tiempos normales “bajan a caminar, a distraerse un rato, a poner su música” en la cancha de usos múltiples.

La administradora denuncia que alrededor de las 8 de la mañana de un día de 2015, una señora, de quien no dijo su nombre, tiró la barda con máquina, la cual separa la cancha de la calle 18 de Marzo, porque argumentaba que era una entrada de su propiedad.

Esta cancha que fue construida por el Ayuntamiento a principios de los 90, y es “donde los niños y adolescentes de la unidad bajan a jugar futbol, pero también vienen vecinos de las calles Sonora y 18 de Marzo porque no tienen espacio dónde hacerlo”.

A pesar de que ya hablaron con diversos representantes de los tres órdenes de gobierno, el litigio continúa; “fuimos a la Judicatura a reportar que hay corrupción en el juzgado que no está llevando este litigio y la verdad hasta la fecha en la Judicatura nos dijeron que era irrelevante”, informa Silvia.

Expone que “con este problema pues ahora sí nosotros tenemos que tener nuestras reservas con las personas que vienen. Cada vez que vienen personas que no conocemos pues inmediatamente la abordamos para ver a qué viene a esta unidad”.

También ha habido problemas de violencia: “antes se podían hacer fiestas en conjunto, por la inseguridad se acabó. Yo tengo tres rejas. Yo me la pasaba estudiando, sólo escuchaba los balazos”, rememora Alejandro.

Aún así, “es un lugar privilegiado que no se ha sabido aprovechar porque está en el mero centro”, acota el naturista.

“Tenemos una excelente vista”, dice Luis al señalar la ventana que mira hacia el mar. El joven le da bolillos a las palomas que se posan “y las vemos para distraernos”.

Confiesa que “es estresante mantener la rutina: despertar, desayuno, la sala, estar un rato en la hamaca, acostarse, siempre lo mismo como que cansa”.

Sin embargo, no se ha reportado afortunadamente ningún brote de coronavirus en la unidad habitacional, estamos “encerraditos, bien, gracias a Dios”, se congratula su mamá.

Texto: Ramón Gracida Gómez / Foto: Carlos Alberto Carbajal