7 marzo,2020 4:36 am

Contra la invisibilización de las mujeres, desde las instituciones hasta las lenguas originarias

Jóvenes maestras de la región de la Montaña evidencian la necesidad de construir espacios seguros en donde las mujeres puedan hablar entre sí y expresar lo que sienten sin enfrentar violencias de género.

Ciudad de México, 7 de marzo de 2020. Guerrero es uno de los tres estados en donde se desarrollará la primera fase (2019-2020) de la Iniciativa Spotlight, una campaña conjunta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el gobierno de México y la Unión Europea enfocada en prevenir y frenar todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas. La iniciativa, que tendrá una duración de cuatro años y cuenta con un presupuesto de 7 millones de dólares, se llevará también al Estado de México y Chihuahua: otras dos entidades que, al igual que Guerrero, históricamente han sido las más peligrosas para las mujeres.

Spotlight –que en español significa “poner un tema en el foco de la atención”– estará en Chilpancingo, Guerrero; Ecatepec y Naucalpan, Estado de México; Chihuahua y Ciudad Juárez, Chihuahua. Estos municipios fueron elegidos por tener una alta incidencia de feminicidios y desapariciones de mujeres, además de la enorme cantidad de casos de violencia sexual que sufren las mujeres que los habitan.

De acuerdo con ONU Mujeres, el fortalecimiento de organizaciones de la sociedad civil es uno de los objetivos de esta iniciativa.  En estas “zonas rojas” que Spotlight quiere alumbrar, y en muchos más municipios del país, existen colectivos fundados por mujeres que desarrollan un trabajo fundamental para enfrentar las violencias de género y que se definen como feministas, pese a los riesgos que ello implica.  Sobre todo en estados como Guerrero. 

La importancia de nombrarnos Ellas decidieron llamarse Colectivo Ìsa Sàvi. En tu’un sàvi, la palabra ìsa indica esas lineas que forman las secuencias que las mujeres hilan en sus huipiles. Entre todas, unidas en ese proyecto compartido e independiente de cualquier institución, formaron un tejido. Y ese tejido, en conjunto, representa su historia.  Las integrantes del colectivo son todas jóvenes maestras de la Montaña. La decisión de conformarse en colectivo surgió de la voluntad de elaborar una propuesta de educación distinta de lo que el sistema institucional plantea sobre la educación indígena.  “Cuestionamos, entre otros puntos, el discurso que parte de la idea de interculturalidad y que supone una inclusión de los pueblos originarios, como si estuviéramos ‘afuera de’ un territorio. Una tendencia a incluirnos en un mismo contexto educativo que al fin y al cabo nos mete en un mismo saco a todos”. La maestras consideraron necesario un espacio sólo de mujeres para tener la oportunidad de relacionarse sin enfrentar las jerarquías de género y de edad que existen dentro del magisterio.  El colectivo, junto al trabajo que algunas integrantes hacen en el Comité Estatal de Desarrollo Lingüístico Tu’un Sàvi, desarrolló más reflexiones y participó en encuentros en donde abordaron temas distintos, como la educación basada en el razonamiento del pueblo ñuu savi, el arte y los tejidos, la lengua y su estructura, el cuestionamiento de la idea de “desarrollo”.  De ahí surgió la necesidad de elaborar propuestas, “pero no como se trabaja desde las instituciones, que significa esperar el programa o a que nos paguen un curso y que nos vayamos a instalar en un hotel en Acapulco”, explica en entrevista telefónica con El Sur una de las integrantes del colectivo que pide se omita su nombre.  Así, las integrantes del Colectivo Ìsa Sàvi empezaron a trabajar directamente con las comunidades de Cochoapa, Metlatónoc y Alcozauca, que ya conocían gracias a su labor de maestras. “En Cochoapa la señoras se casan de muchachitas, sus familias hacen los arreglos. Con 20, 21 años ya tienen tres o cuatro hijos y son mujeres que difícilmente van a decir que están enfermas, que tienen una infección vaginal o que están tristes. “Por eso decidimos trabajar en reconocer que somos mujeres y que como tales tenemos el derecho y la necesidad de hablar y de expresar lo que sentimos”. Uno de los talleres que recuerdan en el colectivo con más emoción, se centró en nombrar en tu’un sàvi la vulva y las partes que la componen.  “Al principio las señoras estaban muy a la defensiva, pero esto no le pasa sólo a las señoras de las comunidades. También a nosotras, mujeres que se supone que somos profesionistas, nos da pena hablar de eso”, admite la entrevistada. Juntas encontraron distintas formas de nombrar la vulva en tu’un sàvi, ya que normalmente se indica con la palabra ña’á yó, “nuestra cosa”. Una expresión que queda vaga, al contrario del pene que sí posee un nombre específico: tìsa.  “Supongo que había un nombre (para el sexo de la mujer) pero se fue perdiendo por el desuso. Las parteras conocen los nombres, pero como no son palabras del uso cotidiano se olvidan. Lo que hicimos en el taller fue que las señoras reconocieran que tienen una vulva, con diferentes partes que la conforman, y que la vulva es parte de ellas. Que no deben tener miedo de tocarse y de sentir, y después de sentir, de nombrar lo que sienten”. Entonces mencionaron el clítoris y su importantísima función: dar placer a las mujeres. Entre todas le buscaron nombres. Quedaron en que se podría llamar ìkí ña’á yó, “puño de nuestra cosa”, y entre bromas lo bautizaron “el puñito de la alegría”. 

Si los derechos existen, es sólo en el papel “Conozco las situaciones que enfrentamos nosotras las mujeres de pueblos originarios porque lo he vivido en mi familia. Violencia sexual, emocional, física, maltratos, humillaciones, insultos, inseguridad… es lo que viven las mujeres en mi pueblo y en todas las comunidades en donde que he ido a dar cursos”, cuenta Delfina Gálvez Solano a El Sur vía Facebook. Delfina vive en Chilpancingo y es originaria del municipio de Metlatónoc. Para las mujeres que migran de los pueblos a la capital, señala, la situación puede empeorar: a las violencias que se viven en las comunidades –y que se replican en el contexto urbano–, se suman el racismo y la desigualad económica.  Frente al silencio y la impunidad que hace que estas violencias sean casi invisibles, Delfina decidió irse a estudiar para luego regresar preparada. Desde hace dos años trabaja como intérprete de tu’un sàvi en el Instituto de Traductores e Intérpretes de las Lenguas Indígenas de Guerrero (ITILIG) y viaja a comunidades en donde da talleres y pláticas sobre los derechos de las mujeres en la política, la igualdad de género, la importancia de las lenguas originarias. “Muchos dicen que existen los derechos humanos, pero eso solamente aparece en las leyes, en la Constitución y no se ejerce. Por la corrupción que hay. Y si alguien levanta la voz, lo reprimen con violencia”, comenta.  En Guerrero, afirma la joven de 21 años, la movilización de las mujeres lidia con un clima de miedo y de fuerte inseguridad. “Hay profesionistas que prefieren no hacer nada, que sólo se preocupan por ellas mismas. Y hay mujeres que realmente están comprometidas con otras mujeres para que se ejerzan los derechos que tanto están promocionando, sin embargo son pocas y algunas temen ser asesinadas”. Marina Reyna, presidenta de la Asociación Guerrerense Contra la Violencia hacia las Mujeres, observa una situación parecida. “Las organizaciones, las activistas, desafortunadamente estamos en riesgo latente. Cuando solicitamos la primera Alerta de Violencia de Género (2016) hubo descontento por parte del Estado. El punto es que de esta manera evidenciamos que hay falta de acceso a la justicia y que el Estado es omiso y lo obligamos a hacer acciones. Somos vulnerables, no somos bien vista por algunas instituciones”, dice a El Sur.  A pesar de las dos Alertas de Violencia de Género que se solicitaron en los últimos años, resalta Marina Reyna, en Guerrero aún persiste la simulación en materia de atención a víctimas y cumplimiento de la justicia.  Por eso este lunes 9 de marzo, a las 17 horas, el grupo Feministas en Red convocó al Tribunal Feminista Popular en el Teatro Hundido de la Alameda, en Chilpancingo. En la audiencia se tratarán varios casos de desaparición forzada, feminicidio y violencia contra las mujeres que las autoridades aún no se comprometen a resolver de forma adecuada. Al final, mujeres feministas emitirán un fallo, que se traducirá en documentos dirigidos a diferentes instancias gubernamentales. 

Texto: Caterina Morbiato / Foto: Archivo El Sur