29 noviembre,2021 5:53 am

¿Cuál estrategia de pacificación?

Jesús Mendoza Zaragoza

 

El entonces titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana federal, Alfonso Durazo Montaño, dio a conocer la Estrategia Nacional de Paz y Seguridad 2018 -2024, en los primeros días del mes de diciembre de 2018. Ocho ejes prioritarios, incluía esta estrategia federal: erradicar la corrupción y reactivar la procuración de justicia; garantizar empleo, educación y salud; garantizar respeto y promoción de los derechos humanos; regenerar la ética de la sociedad; reformular el combate a las drogas; emprender la construcción de la paz; recuperación del control de las cárceles y su dignificación; y un nuevo Plan de Seguridad Pública para lograr la construcción de una cultura de paz por instituciones y la población.

Promisoria se visualizaba esta Estrategia Nacional en ese momento, al menos en su formulación. Había la promesa del gobierno federal de una pacificación paulatina para abatir los altos índices de violencia que en esos momentos teníamos. En la introducción de dicha estrategia se señalaba “la necesidad de formular nuevos paradigmas de seguridad nacional, interior y pública que permitan sustentar estrategias de recuperación de la paz, restablecimiento de la seguridad pública, prevención del delito, procuración e impartición de justicia, restablecimiento del Estado de derecho y reinserción de infractores”. Hablaba de un nuevo paradigma en contraste con el modelo de los gobiernos anteriores, marcando una distancia muy visible ante el pasado.

Con el paso del tiempo fueron tomando cuerpo los ocho ejes de la Estrategia Nacional. Entiendo que ha sido muy complicada su implementación, pues la “guerra contra el narcotráfico” ya llevaba dos sexenios. Las expectativas de pacificación, tanto del gobierno como de la sociedad eran muy altas. Pero el hecho contundente es que aún no hemos visto resultados sustanciales en el proceso de pacificación del país.

Algo no ha funcionado.

Al respecto, quiero aventurar un factor que no se ha considerado de manera suficiente. Hay un abismo de desconfianza entre los gobiernos y la sociedad. El dato duro es que los gobiernos han elaborado estrategias, las van modificando y reformulando a partir de las dinámicas de violencia que se dan en los diferentes contextos. Pero no han incluido a la sociedad como protagonista en dicha estrategia. Los ciudadanos escuchamos que los gobiernos, desde los municipales y estatales hasta el federal tienen sus estrategias de seguridad, pero no las conocemos ni han requerido nuestra participación. ¿Será que los gobiernos desconfían de la cercanía de los ciudadanos y prefieren irse solos? Bien saben que solos no pueden. A los ciudadanos nos dicen que lo que nos toca es denunciar. Pero no confiamos en ellos. Ni en los cuerpos de seguridad, ni en los ministerios públicos, ni en los gobiernos mismos. Hay pues, una desconfianza mutua, que constituye un enorme abismo.

Yo considero que una verdadera estrategia, capaz de calar hondo para un proceso de pacificación tiene que ser incluyente. Juntos, gobiernos y poblaciones, haciendo cada cual lo suyo, pueden generar avances sustanciales, a mediano y a largo plazo. Con el firme y transparente liderazgo de los gobiernos. Si entre gobiernos y ciudadanos no se cierra el abismo de la desconfianza seguiremos patinando sexenio tras sexenio con ciclos de violencias y de inseguridad. Si los gobiernos tomaran la iniciativa, si se acercaran a los pueblos y a las comunidades y se pusieran a escuchar a todos, ganarían en confianza. Y los ciudadanos también. Con la información suficiente, los ciudadanos tendríamos condiciones para opinar y para apoyar las iniciativas gubernamentales. Y escuchando a los ciudadanos, los gobiernos tomarían decisiones más acertadas.

El desafío está en la generación de la confianza necesaria para que los gobiernos hagan su parte y la sociedad haga su parte. De otra manera seguiremos agobiados en medio de ciclos de violencia y la pacificación resultó ser solo una ilusión sin futuro. Los foros para la pacificación que se realizaron allá por el segundo semestre del año 2018, se quedaron en puntos suspensivos. Y quienes participamos en ellos, no nos sentimos escuchados. ¿No valdría la pena recoger el contenido de esos foros para seguir escuchándonos? ¿O seguiremos con el déficit de confianza?