4 abril,2020 8:50 am

“El coronavirus es real, sí existe”, advierte enfermero que atiende a contagiados

Acapulco, Guerrero, 4 de abril de 2020. El escenario es el siguiente: una sala amplia, inundada de luz, con espacio para unas 20 camillas, monitores para signos vitales (cinco), estantes de enfermería (dos), baño para los pacientes y regadera.

En algún lado hay un ventilador para respiración mecánica y el clima relativamente agradable, pues el aire acondicionado está encendido.

¿Sonidos? Sólo el de los dos monitores que checan la frecuencia cardiaca de los dos unicos pacientes del lugar y que por el momento sólo usan puntas nasales para suministrarles oxígeno.

¿Sonidos? El del corazón de nuestro personaje, quien ataviado lo mejor posible palidece ante la visión mientras en su mente hay otra: la de las angustiantes muertes entre asfixia y estertores de otros pacientes –similares a los suyos– y que ha visto por video.

No puede hablar. No puede moverse. Sólo debe estar ahí y mirar.

“El coronavirus es real, sí existe”, aseguró Jesús Ruz Clavel, enfermero del tercer turno, el nocturno, del hospital regional del ISSSTE de Acapulco y que atiende a un par de pacientes diagnosticados con Covid-19.

“Desde el momento en que me dijeron que iba a entrar ahí fue entrar en shock, me quedé pálido, empecé a sudar; es una enfermedad nueva y ni la universidad ni nada nos prepara para esto”.

En charla telefónica realizada la noche del pasado jueves, su día de descanso, aceptó que fueron las 12 horas –ocho de la noche a ocho de la mañana– más díficiles en sus años de trabajo.

“Sentí mucho miedo en el momento en que di un paso dentro de la sala, luego del filtro quedas en shock porque ves toda el área vacía y sólo a estas dos personas y a tus compañeros”.

Con tono pausado, relató que fue la noche del miércoles que al llegar a su turno fue informado que tendría la responsbilidad junto con otro enfermero –David Tavarez y un doctor del que prefirió omitir su nombre– de cuidar a estos dos pacientes, de los que declinó dar detalles.

“Esos pacientes ya estaban ahí, los mantenían asilados mientras se tenía su confirmación; una vez confirmados de Covid-19 se adecuó toda una sala para ellos.

“Y todavía se ahí se hicieron algunas adecuaciones tato para ellos como para nosotros para poderlos atender”.

Todo fue de golpe, aceptó el egresado de la Unidad Académica de Enfermería Número 2 de la Universidad Autónoma de Guerrero y que con treinta años de edad es desde hace tres años personal de base del área de Urgencias del mismo hospital.

Una vez que asimiló la orden, finalmente se dio a la tarea de prepararse para entrar a la sala, a la cual se llega luego de varios filtros –entradas– de esterilización tanto para entrar como para salir.

En una serie de fotos que él mismo dio a conocer en sus redes sociales se observa al personal de apoyo del hospital ataviándolo en primer lugar, con varios trajes quirúrgicos desechables, gorro, guantes, zapatos especiales, cubrebocas, lentes y una mascarilla plástica, cual careta, que lo cubren de pies a cabeza.

Ya adentro de otro filtro un segundo traje, comentó Ruz Clavel, “hay que colocárselo y ahí ya no se puede tomar fotografías; adentro de ese filtro hay otro traje más y otro tipo de caretas”.

–¿Cómo astronauta?

–Algo así pero siento que aún no es cien por ciento seguro, aceptando que el desconocimiento de la enfermedad efectivamente genera entre él y sus compañeros cierto grado de inseguridad.

Luego, “solamente ingresamos un médico, otro compañero enfermero y al ver a los pacientes entré en shock, en silencio, desconcierto, incertidumbre por lo que estaba pasando ahí…”.

Y el trabajo: cada dos horas cambiarle el cubrebocas a los pacientes, checar sus signos vitales cada hora y la aplicación de sus medicamentos cuando les corresponda.

Fueron, reiteró, horas de total tensión, “sin descanso, sin poder tomar agua sin ir al baño, no te puedes quitar nada ni tantito el cubrebocas, ni un guante y mucho menos tocarte la cara si te da comezón, nada, no puedes hacer nada por el riesgo que hay”.

Al terminar su turno, al salir, las pláticas entre él y sus compañeros fueron en el sentido de cómo iban a aplicar los procedimientos de salida y al respecto reveló que fueron varias las duchas que se dio antes de regresar a su casa donde sus padres, ya de la tercera edad, que lo esperaban.

“Hablamos de los procedimientos, de salir del filtro de darnos un baño con estericide (anticéptico), cloro a cierto porcentaje para desinfectarnos, los procesos para una vez llegar a la casa: dejar el calzado la ropa cómo quitársela, etcetera”.

“Algo repetitivo, cansado, molesto pero necesario”, subrayó.

Es en ese momento que su voz pasó de calma a tensión pues recordó que al llegar a su domicilio se bañó nuevamente dos veces: una antes de entrar y otra ya adentro en un espacio asilado en el que vivirá los próximos días ante el temor de contraer la enfermedad y contagiar a sus padres.

“Soy soltero, vivo con mi padre, que tiene más de 60 años y mi mamá, que tiene 55; son personas mayores, del grupo de riesgo; ellos ya saben, están al tanto y por eso me aislé de inmediato”.

A diferencia de otros médicos o enfermeros Ruz Clavel decidió hacer público su trabajo principalmente por las personas que aún no creen en esta enfermedad.

“Lo hice por eso, es una realidad; creánlo, está pasando amigos, familiares conocidos.

“Esto es algo nuevo, quizás (en la escuela) te preparan para pacientes con cuadros conocidos como neumonía y sí, te enseñan cómo trabajar con pacientes de alto riesgo pero hasta ese nivel, los métodos de protección, los fundamentos pero si llega algo nuevo…  Hay que entrarle”.

–Y en ese sentido, ¿el ISSSTE está preparado?

–En este momento el ISSSTE aún no, nos tomó por sorpresa, pero todos en estos momentos vamos a empezar a tomar medidas, a prepararnos, y con esta área aislada y con estos filtros ya nos ayudamos bastante”.

–¿Qué falta?

–Pues más material en cuestión de calidad, los uniformes, a lo mejor camillas especiales para este tipo de pacientes –dijo, insistiendo en mejores trajes de aislamiento

Mientras tanto, se dijo relativamente tranquilo y bajo el cobijo de la gente que se solidariza de a poco con ellos –entre comentarios y bendiciones de quienes lo conocen– y su labor.

“Acepto que en cuestión de gobierno, de sociedad, hace falta reconocimiento de la profesión, no trabajamos con papeles, trabajamos con vidas y con cualquier error ponemos en riesgo la de los pacientes e incluso la nuestra y ahora, ya vimos además que ya no sólo la nuestra sino de quienes nos rodean”.

–¿Qué piensas ahora que ya viste de primera mano el problema?

–Que se cuiden mucho (la gente), de verdad he visto muchos videos enviados por compañeros médicos de otros lugares donde se ven a los pacientes cómo están muriendo y las insuficiencias para atenderlos.

A pesar de ello, “pues mi vocación no se quiebra pero sí, entra mucho miedo, te quedas inmóvil pero el deseo de ayudar se impone”, añadió finalmente el joven enfermero antes de colgar y prepararse para su siguiente turno, en el mismo lugar, y que iniciaría el viernes por la noche.

Texto: Óscar Ricardo Muñoz Cano / Foto: El Sur