8 octubre,2022 5:49 am

El Ejército en Tlatelolco (2 de octubre de 1968)

Héctor Manuel Popoca Boone

 

“La Imaginación al Poder”. Consigna del movimiento estudiantil del mayo francés.

“El poder nace del fusil”. Mao Tse Tung.

 

No se olvidará nunca el 2 de octubre del 68. Es uno de los momentos estelares de la historia de México. Marcó el inicio de la gesta de uno de los procesos democratizadores más importantes ocurridos en el país, en la segunda mitad del siglo pasado. Su costo fue grande: inmolar a cientos de jóvenes estudiantes y pueblo en general en Tlatelolco, Ciudad de México (Cdmx). Ellos fueron los principales protagonistas libertarios.

Esa fecha condensó la cruda y bárbara utilización de la violencia institucional, encarnada en el Ejército, la policía federal y la policía metropolitana, para reprimir y eliminar la expresión política coyuntural de un importante segmento de la juventud mexicana: el Consejo Nacional de Huelga (CNH) del movimiento estudiantil que estaba en boga y que tuvo la osadía de incorporar la imaginación democrática en las artes para la conducción política de los destinos de México.

Para el presidente de la República de aquel entonces, Gustavo Diaz Ordaz (GDO), la irrupción juvenil significó gran insolencia, puesto que su formación política personal la forjó dentro de un sistema seudo democrático, con un poder centralizado, transfigurado en un presidencialismo exacerbado de carácter sexenal; teniendo como soporte un partido hegemónico, el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Con esa soberbia y despotismo que lo caracterizaban, GDO no quiso escuchar ni dar soluciones razonables y pacíficas a las demandas de los jóvenes que pugnaban por el acceso del pueblo al Olimpo, morada exclusiva de los dioses y semidioses de la política nacional. Exigían disminuir el déficit que como país teníamos en materia de democracia, justicia y buen gobierno.

Exasperado por ese tipo de demandas y por la muy próxima Olimpiada de 1968, donde México era el país anfitrión, el presidente GDO instruyó al secretario de la Defensa Nacional, al secretario de Gobernación y al jefe de Gobierno de la Cdmx, a parar en seco, lo más rápido posible y de una vez por todas, la existencia dinámica del movimiento estudiantil y encarcelar a toda su dirigencia colectiva personificada en el CNH.

Ese 2 de octubre fatídico, a temprana hora de la mañana, sostuvieron una reunión en Lomas de Sotelo, en las oficinas centrales de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), los dos secretarios y el jefe del Estado Mayor Presidencial (EMP), para ultimar detalles tácticos de la “Operación Galeana”; destinada a reprimir un mitin en la plaza de Tlatelolco, convocado por el CNH, para la tarde de ese día y la captura de los dirigentes estudiantiles.

La masacre de los jóvenes se dio en el marco de pugnas internas en el gobierno federal. Entre “las corcholatas” a la candidatura del PRI para la presidencia de la República: Luis Echeverría Álvarez, Alfonso Corona del Rosal, Emilio Martínez Manatou y Alfonso Martínez Domínguez. También por la rivalidad dentro del poder militar, detentado por los generales: Marcelino García Barragán, titular de la Sedena y Luís Gutiérrez Oropeza, jefe del EMP.

El Batallón Olimpia, integrado por militares del EMP y agentes civiles de la Dirección Federal de Seguridad, se distinguió en Tlatelolco por dos cosas: el camuflaje de su vestimenta civil (oscura llevando un pañuelo o guante blanco en la mano izquierda) y por el desempeño letal, perverso y siniestro de francotiradores, apostados previamente en las azoteas y pisos de los edificios aledaños a la Plaza de las Tres Culturas”.

Con los primeros disparos de los francotiradores, comenzó la provocación planeada para desatar la continua balacera que duró toda la noche del 2 de octubre. Eran balas de grueso calibre y con una trayectoria de arriba hacia abajo, dirigidas indiscriminadamente a los estudiantes, maestros y ciudadanía en general que se encontraba ya reunida en la plazoleta de Tlatelolco. Un grupo pequeño de estudiantes radicalizados, ajenos al CNH, dieron respuesta con el uso de pistolas de bolsillo.

También los tiros de los francotiradores fueron dirigidos hacia ¡soldados! pertenecientes al cuerpo regular del Ejército, quienes iban entrando al lugar bajo las órdenes del general Hernández Toledo. El cual cae herido por una bala de guerra, una vez que fueron lanzadas tres luces de bengala que cruzaron el atardecer de Tlatelolco. Así lo hace del conocimiento público el general Marcelino García Barragán, en sus memorias autobiográficas, publicadas 10 años después de acaecida su muerte.

Conclusión: la presencia y conducta del Ejército y fuerzas policiacas federales en Tlatelolco, estuvo planeada y configurada a detalle, para realizar un crimen de Estado.

 

Pd1. El poder, obnubila, El poder total obnubila completamente. Eso le está pasando al presidente AMLO. ¡Uf!

Pd2. Cierto, no son los mismos ni tampoco iguales; pero ¡cómo se asemejan! Aun cuando en los tiempos del ayer relatado, el Ejército no estaba todavía penetrado por la narco-delincuencia. ¡Uf!

Pd3. El senador, Félix Salgado, máximo dirigente de la facción de izquierda que tras bambalinas detenta el poder institucional en Guerrero, se pronunció y votó a favor de la militarización del país, por seis años más. Craso e histórico error. ¡Uf! ¡Uf!

 

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