25 septiembre,2017 4:24 pm

El sismo del 19 fue más destructivo porque se originó bajo el continente, dice geofísico

Destaca sismólogo que en suelos más fangosos, con sedimentos en el subsuelo, la intensidad se amplifica, como ocurrió en la Ciudad de México

Ciudad de México, 24 de septiembre de 2017. En las zonas sísmicas, como parte del Centro y Sur de México, hay temblores cuando llueve, cuando hay nieve, cuando hay huracanes, cuando hace calor o hace frío. Siempre.

Los temblores del 7 y 19 de septiembre, de 8.2 y 7.1 grados, no estuvieron relacionados con la temporada de huracanes, tampoco fueron los efectos de misiles lanzados por Corea del Norte, como se aseveraba en mensajes compartidos por la población en redes sociales.

En las calles y por redes sociales algunos residentes de la capital del país aseguraban que el sismo del 19 de septiembre fue de una magnitud mayor a 8 grados, por la intensidad con que se sintió. Eso también es incorrecto.

Víctor Hugo Espíndola, especialista en sismos del Servicio Sismológico Nacional, explicó que algunas personas piensan que la magnitud de 7.1 grados del sismo del martes 19, es incorrecta, que ese temblor fue más fuerte.

“La magnitud mide la cantidad de energía que se liberó”, explica.

El especialista puso el ejemplo de un foco de 100 watts, que no le dará la misma luz a una persona que se encuentra junto, que a una que está a 100 metros.

Al encontrarse más cercano el epicentro del temblor del 19 de septiembre, a sólo 120 kilómetros, las personas lo percibieron más violento.

Espíndola agregó que también importa el tipo de suelo sobre el que se esté. En suelos más fangosos, con sedimentos en el subsuelo, la intensidad se amplifica.

“Fue más destructivo (para la Ciudad de México) porque ocurrió abajo del continente, abajo de las ciudades, a diferencia del sismo del 7 de septiembre, que ocurrió mar adentro, a 100 km de la costa”, comentó Miguel Ángel Santoyo, geofísico, especialista en sismos, del Instituto de Geofísica de la UNAM.

En las zonas muy blandas, en donde queda atrapada la energía, las ondas suben y bajan, agregó.

Sobre otra información que circuló, en referencia al volcán Popocatépetl, que abría lanzado fumarolas por el sismo, ésta es la única actividad que sí tiene conexión, confirmaron tanto Espíndola como Santoyo.

“Sería como una botella de sidra, el equivalente al volcán. Si la agitan, pues se va a desbordar”, comentó el sismólogo.

Santoyo aclara que si bien la relación no es absolutamente directa, ambos fenómenos son procesos de subducción de la Tierra.

El tiempo que dura un temblor tampoco se puede homologar. El movimiento en las entrañas de la Tierra dura unos segundos. Sin embargo, cuando avanza hacia la superficie, el tiempo del movimiento se prolonga.

“Tampoco hay un tiempo de duración. Esto también depende de la distancia en la que se esté de la zona de deslizamiento, y depende del tipo de roca de la superficie en donde se esté”, agregó el geofísico.

Sobre la alerta sísmica en la Ciudad de México, es un aviso que se da segundos antes de que lleguen las ondas sísmicas de un temblor que ya ocurrió en otra geografía, en este caso en el área del Pacífico.

“Los sismógrafos envían una señal al centro de control del CIRES (Centro de Instrumentación y Registro). Ahí se decide si es importante activar la alerta dependiente de la magnitud. Eso toma otros segundos”.

Santoyo indica que las ondas sísmicas viajan entre 3 y 4 kilómetros por segundo, mientras que los datos de los sismógrafos viajan a la velocidad de la luz, de ahí que se tengan unos segundos de ventaja para poder avisar que las ondas ya van hacia allá.

“La alerta funciona una vez que ya ocurrió el temblor, pero no lo predice”, reafirma.

Espíndola comentó que falta mucho por conocer sobre los sismos, pues la teoría de las placas tectónicas es de hace 60 años.

“Se necesita conocer más la estructura de la Tierra, pero eso no es fácil de hacer”.

 

Texto: Lourdes Zambrano- Agencia Reforma/ Foto: Sistema Sismológico Nacional

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