10 junio,2023 5:17 am

Ese México que ya no existe (II)

De Norte a Sur

Silber Meza

 

Hace unas semanas les conté de un país que ya no existe, uno donde la democracia no era plena, muy diferente al México en el que vivimos en la actualidad, pero no me alcanzaron los caracteres para explicarles todo lo que pasaba entonces.

En aquellos años, y sólo los de barba cana recordarán, el país sufría una epidemia de asesinatos ligados al crimen organizado, en especial al narcotráfico. Vivíamos en un país de cárteles. Había decenas de grupos criminales, pero predominaba apenas un puñado. Los más destacados eran de Sinaloa, Jalisco y el Golfo de México. En realidad todo el país estaba infestado de grupos delincuenciales. Sus métodos de terror eran cortar cabezas de rivales, disolverlos en ácido, desaparecerlos, privarlos de la libertad y torturarlos, tablearlos con saña.

Hoy me parece increíble recordarlo por la paz y la armonía en que vivimos los mexicanos después de la transformación luminosa por la que atravesamos, pero seguramente en las hemerotecas de los periódicos podrán encontrar esta información.

En poco menos de cuatro años hubo 120 mil homicidios dolosos, pero se decía que íbamos por buen camino porque se estaba revirtiendo la tendencia al alza. Había zonas de México verdaderamente intransitables: en vez de policías y militares se presentaban sicarios y narcos. Muchas veces las policías también eran parte de ese sistema corrupto en el que no sabías qué era más peligroso: que te detuviera un elemento de un cártel o un policía que también era un elemento de un cártel.

Los líderes de los grupos delictivos llegaron a tener una fuerza tan grande que hasta se enfrentaban con el Ejército y la Marina al tú por tú, o al menos eso intentaban. Crearon campos de entrenamiento clandestinos donde practicaban tiro y técnicas militares, blindaron camionetas pesadas para simular tanques de guerra, portaron chalecos antibalas con logotipos propios; se hicieron llamar fuerzas especiales, usaron drones para atacar a sus enemigos e incluso dispusieron de una red de informantes del crimen instalados en las áreas principales de las ciudades y zonas rurales para que siguieran a los elementos de seguridad y les dieran cuenta de todos sus movimientos (les llamaban halcones o punteros).

En esos entonces, ahora lejanos, los políticos sentían cada vez más cerca la presencia del rifle.

Los criminales habían decidido dominar los municipios chicos, no sólo por la presencia territorial, también con la intención de absorber los dineros y facultades de los ayuntamientos. Por eso, desde las campañas ajustaban a los candidatos con posibilidad de triunfo y les daban dos opciones: obedecían sus decisiones futuras y aceptaban un recurso económico para que hicieran proselitismo político, o simplemente los asesinaban. A ellos y a otras personas involucradas con ellos. Los criminales querían tener la seguridad de que los políticos no acordarían con otras estructuras criminales, adueñarse de los millones de los presupuestos, controlar totalmente las policías locales, acaparar terrenos y reservas y tener información privilegiada en materia de seguridad e inversiones.

Era un México muy distinto al de ahora. Incluso desarrollaron una nueva droga con precursores químicos asiáticos, principalmente provenientes de China, e inundaron los mercados estadunidenses. Mientras en el país vecino gritaban alarmados de que en México se producía esta droga que mataba a decenas de miles de personas al año, acá se negaba su existencia o se minimizaba.

De verdad que ocurrieron tantas cosas en el pasado que es difícil imaginarlas siquiera, sobre todo porque hoy en México vivimos sin necesidad de contratar alarmas en las casas, podemos dejar las puertas abiertas como lo hacían las personas de los pueblos; no ponemos protecciones de acero en las ventanas; dejamos ir solos a nuestros hijos a la escuela, sin acompañarlos o sin miedo a que sean violentados en el camino; viajamos de noche tranquilos por las carreteras nacionales, confiamos en nuestros policías y militares.

Qué bueno que en México todo es diferente hoy en día. Pero como les dije desde el principio: esto que les cuento sí pasó, aunque seguramente muy pocos lo van a creer.