1 marzo,2024 4:24 am

Graeme Macrae Burnet y las trampas del narrador

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Adán Ramírez Serret

Las novelas sicológicas son fascinantes, pues siempre se está esperando la sorpresa al volver la página. Cualquier perfil del personaje es dudoso y quien lee tiene que estar preparado en cada momento para un giro que explique todo, a la vez que demuestre que nada es lo que habíamos pensado. Ejemplos de este tipo de novelas que se devoran y se resuelven en la última página son Vestido de novia, de Pierre Lemaitre, y La paciente silenciosa, de Alex Michaelides.
Pero las cosas se vuelven aún más complicadas cuando quien cuenta la historia es también un personaje dudoso y su versión es cuestionable, como es el caso de El asesinato de Roger Ackroyd, de Agatha Christie, en la cual el plan mismo de la novela es una estrategia de uno de los personajes. Es la cuestión, también, de Caso clínico, de Graeme Macrae Burnet (Kilmarnock, Escocia, 1967). La novela es un artefacto delicioso en donde desde el Prólogo son tendidas las redes de la trama, de la trampa. Está escrito por un personaje que firma con el mismo nombre del autor de la novela. Se le creería, si no es porque comienza a hablar de un tal Martin Grey que le manda unos presuntos manuscritos de una prima, que, en su consideración, podrían convertirse en un “libro interesante” si caen en manos de un escritor profesional.
Desde siempre ha sido decisivo preguntarse quién cuenta la historia, para a partir de esto, saber cómo se debe tomar lo narrado. ¿Hay imparcialidad o acaso quien relata está involucrado en cierta forma en la historia y tiene interés en tergiversarla para sus propios fines? Es, confiar o no en la voz narrativa, a grandes rasgos, la mayor diferencia entre un narrador omnisciente que todo lo sabe y cuenta la historia desde la imparcialidad o del narrador en primera persona o testigo quien cuenta la historia siempre de manera parcial.
La tergiversación de la trama es tan antigua como la creación de historias; el truco es intrínseco a la narración. Pienso en la Odisea, pues en este relato habitan todos los artificios. En algún momento de la historia se da voz al héroe y es él precisamente el que cuenta las cosas más fantasiosas como ir al infierno, ver cíclopes y sirenas. Es tan dudoso aquello que cuenta el héroe, que Margaret Atwood se pregunta si no serán todas estas historias las justificaciones de un marido que se ausentó durante veinte años y debe convencer a su esposa que le había sido imposible volver.
El narrador es, pues, tan poco fiable que, a mediados del siglo pasado, la autora Nathalie Serraute escribió La era de la sospecha en donde los lectores lo primero que debemos hacer al tomar una novela, es dudar del narrador.
Esto es imprescindible para leer Caso clínico, pues luego del Prólogo en donde el autor dice que la historia que leeremos a continuación son unas libretas recibidas por un completo desconocido, nos enfrentamos a los diarios de una joven londinense que acaba de perder a su hermana, quien se quitó la vida saltando de un puente. Lo que une a esta joven y al autor que hace el prólogo, es un sicólogo de renombre, Collins Braithwaite; un hombre polémico quien ha aparecido en los titulares de la prensa y que publica sus casos clínicos en libros. La joven nos cuenta que fue a partir que reconoció a su hermana en los casos del doctor, que decide ir ella misma con el mismo terapeuta que, por cierto, fue la última persona en ver a su hermana antes de que se quitara a la vida a pocas cuadras del consultorio.
Pero la chica, decide que no puede ir con su nombre, así que no sólo se lo cambia, sino que inventa a otra persona, otro yo que sea quien vaya con el sicólogo.
La serie de enredos obligan a leer entre líneas, a estar atentos todo el tiempo, porque evidentemente nada es cierto, pues es una novela sicológica contada por alguien que puede desplegar su personalidad. Una trampa del narrador.
Graeme Macrae Burnet, Caso clínico, Madrid, Impedimenta, 2021. 343 páginas.