24 marzo,2023 4:56 am

Guacamaya Leaks y el caso Ayotzinapa

La política es así 

Ángel Aguirre Rivero

 

Resultan perturbadoras las revelaciones que dieron a conocer los hackers que se llaman a sí mismos Guacamaya, quienes se infiltraron en un servidor de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y extrajeron miles de documentos que contienen información interna y confidencial.

Aún cuando la sustracción de estos documentos es un acto ilegal, el tema ha adquirido relevancia dado el interés público que reviste el ahondar (aunque sea por esta vía) en las actuaciones del Ejército durante y después de las agresiones y desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa en Iguala.

Son ya casi nueve años de lucha por conocer el paradero de los estudiantes y existe una sensación de pesimismo, de que nunca se llegará a conocer la verdad.

Poco a poco se revela que hubo una operación de Estado para encubrir estos hechos, y desgraciadamente hasta ahora han tenido éxito.

Por eso cobra una dimensión importante la información de Guacamaya Leaks, que fueron retomadas el 24 de abril del 2016 en el claustro Sor Juana Inés de la Cruz de la Ciudad de México.

La maestra Claudia Paz y Paz, entonces integrante del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), informaba que el 26 de septiembre de 2014, el 27 Batallón con sede en la ciudad de Iguala contaba con 500 o 600 efectivos, lo cual desmiente en cuanto a lo dicho de que el destacamento del Ejército carecía de personal en esos momentos, por el contrario, agentes de Inteligencia Militar sabían de la llegada de los jóvenes de Ayotzinapa a lguala. En todo momento conocieron de sus movimientos.

Lo anterior es parte de un informe publicado por Guacamaya Leaks con el título: “Sedena tenía en la mira a la normal de Ayotzinapa previo a la desaparición de los 43”.

El informe refiere también que el Ejército conocía en tiempo real por medio de sus agentes de inteligencia y la operación del C4; y que no obstante haber conocido de varias escenas de agresiones hacia los jóvenes, decidieron no intervenir.

Cuando el personal militar acudió a barandillas no fueron a conocer del conflicto, sino a preguntar por una moto que les había sido decomisada por seguridad pública y no sobre la situación de los normalistas.

Claudia Paz y Paz refiere también que cuando familiares del equipo de futbol Los Avispones que habían sido agredidos acudieron a las instalaciones del 27 Batallón solicitando auxilio, éste se les negó, argumentando que no era su jurisdicción.

Lo mismo sucedió cuando el maestro Iñaky Blanco Cabrera solicitó sus instalaciones para proceder al desarme de la policía municipal y del grupo de Los Bélicos, y éstas le fueron negadas.

Claudia Paz y Paz, hoy exintegrante del GIEI, se pregunta por qué el Ejército nunca quiso brindar la más mínima colaboración en estos hechos tan tristes y lamentables.

Si los militares siguieron los protocolos de actuación ante hechos como los de Iguala, vale la pena revisar estos protocolos y modificarlos, para permitirles actuar en auxilio de la población en situación de riesgo.

¿A quién debe servir el Ejército? Una respuesta adecuada sería que al pueblo de México, como lo hace y lo ha acreditado en situaciones de desastres.

Por otro lado, hace unos días nuevamente Guacamaya Leaks ha publicado un nuevo informe donde se dice que el Ejército investiga y da seguimiento a las actividades de algunos luchadores sociales como Abel Barrera, director de Tlachinollan, y Vidulfo Rosales, con quien he tenido opiniones distintas, así como otros activistas sociales; pero independientemente de nuestras diferencias, les expreso toda mi solidaridad y condeno este tipo de prácticas que no pueden seguir sucediendo.

Nadie, ni siquiera el Ejército, tiene por qué vivir atado a la sospecha por la desaparición de los estudiantes normalistas. De ser así la herida nunca sanará y no habrá reconciliación.

Por eso me parece un avance el anuncio de la detención de siete policías estatales y dos municipales, presuntamente involucrados en los hechos de Iguala.

Como siempre lo he dicho: soy el principal interesado en que se aclaren estos hechos, si las pruebas son contundentes sobre el involucramiento de estos policías en la desaparición de los estudiantes normalistas, que se proceda y se les aplique la ley.

Pero si son inocentes, que no se cometa una injusticia en contra de ellos. Que se siga el debido proceso y que no haya chivos expiatorios.

Del anecdotario

De las crónicas de Héctor de Mauleón en La Ciudad Oculta que valen la pena leer, hay un relato sobre Guty Cárdenas, el laureado compositor yucateco de Flor, Para olvidarte a ti, y desde luego aquella con la que derrotó a Tata Nacho en el concurso de la Fiesta de la Canción, el extraordinario bolero Nunca: –Yo sé que nunca, besaré tu boca / Tu boca de púrpura encendida…

La noche del 5 de abril de 1932, Guty se introdujo en el Salón Bach donde departía con algunos amigos, pidió la guitarra y divirtió a los parroquianos con frases picantes y boleros melancólicos.

Más tarde llegaron los hermanos Peláez y el cantante Jaime Carbonell, conocido como El Mallorquino.

Guty se puso a jugar a las vencidas con José Peláez, haciéndose de palabras. Cárdenas llevaba entre sus ropas un revólver de utilería (del que usan en las películas) y lo sacó para amagar a su oponente.

Peláez llevaba en la cintura una pistola escuadra verdadera, de la cual una bala quitó la vida a uno de los más grandes compositores que ha parido México. Tenía tan sólo 25 años de edad.

 

La vida es así…