9 abril,2021 4:10 am

Guadalupe Nettel: la fuerza de la vida

USAR esta

Adán Ramírez Serret

 

Uno de los efectos más bellos, una de las razones más potentes por las que el arte existe, es por la posibilidad, por remota que sea, de causar en los demás unas ganas brutales de vivir. Porque el arte se concreta de manera contundente, en un concierto de los Rolling Stones, en una película de Wim Wenders o en un edificio de Le Corbusier. Nos llena de vida y demuestra que no somos una plaga.

Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973), es una muy buena escritora, pero en su más reciente novela, La hija única, ha logrado una obra de arte.

Es obvio para cualquier persona que recorra las páginas de cualquier libro de Nettel, que se trata de una persona con un gran talento en redacción y en lenguaje; sus usuales personajes góticos, llenos de sombras; sus escenarios urbanos, plagados de vagabundos y personajes excéntricos, y sus tramas esquizofrénicas le han dado un lugar privilegiado en la literatura mexicana y latinoamericana, con obras como El huésped o el El cuerpo en que nací, que son novelas de una contundencia irrefutable.

En su más reciente novela, la ya mencionada La hija única, Nettel explora uno de los temas de moda en la literatura hispanoamericana –quitando, por supuesto, al término moda cualquier carga peyorativa–; aborda el tema de la maternidad, que de manera sorprendente, había sido completamente olvidado en la literatura.

El hecho contundente de embarazarse, por razones sexistas, sin duda, había sido obviado, escindido, como uno de los grandes temas de la literatura como la paternidad, la fraternidad, el erotismo o el amor romántico.

Hasta que ahora, con esta corriente feminista que está viviendo y contando el mundo desde un punto de vista fresco y antimachista, nace una corriente que plantea entre sus nuevas narrativas, la maternidad.

Con todo, La hija única redimensiona el tema, abriendo una perspectiva original. Pues Nettel es una mujer que siempre estuvo convencida que no quería ser madre. Sintió algunos deseos o “llamadas del instinto” en un noviazgo, pero decidió que, en verdad, no quería ser nunca madre; así que se ligó las trompas para poder dedicarse de manera definitiva a sus estudios, y, sobre todo, a su vida.

Ha viajado por el mundo, estudiado literatura en París, ha disfrutado de su vida amorosa y esto la ha hecho muy feliz, pero también la ha segmentado de sus amigas en México, pues una mujer que decide no tener hijos, no es fácil de asimilar en la sociedad mexicana.

Entre su grupo selecto de amigas, se encuentra Alina, una mujer como ella que no se ha dejado dominar por el heteropatriarcado, hasta que un día decide que quiere tener una hija.

A partir de aquí, La hija única comienza a tomar más fuerza, pasa del tema de las maternidades, al de la amistad, al del amor más profundo, y termina en una bellísima y dolorosa reflexión sobre la vida. ¿Se debe seguir viviendo a pesar de todo? ¿Hay que seguir teniendo hijos en un mundo como este?

La hija única, me recordó aquellas grandes novelas como Crimen y castigo, en donde el personaje se pregunta si acaso vale la pena, se debe seguir viviendo, aunque sea en una piedra en medio del mar –se debe vivir cada instante sea como sea–; o Job, de Joseph Roth, en donde las personas más frágiles y diferentes, son las que cambian el mundo y hacen posible esta vida.

La hija única, de Nettel, es, sin duda, su mejor libro hasta ahora. Una obra cada vez más apasionante, profunda y hermosa. Demuestra, nada más y nada menos, la fuerza del amor y la vida, en las peores circunstancias. Como las grandes novelas. Nos recuerda, nos demuestra, de dónde vienen esas hermosas ganas de vivir.

Guadalupe Nettel, La hija única, Ciudad de México, Anagrama, 2020. 235 páginas.