26 abril,2020 1:56 pm

Guardias, panaderos, vendedores de alimentos… los ciudadanos sin cuarentena

Monterres, Nuevo León, 26 de abril de 2020. Para que buena parte de los nuevoleoneses permanezca en casa a salvo del Covid-19, muchos continúan su labor en calles, comercios e instituciones. Ellos son algunos que, entusiastas y valientes, mantienen vivas las esperanzas.

Al pie… del horno

En la Panadería Pan de Trigo, en la Colonia Terminal, Melitón atiende a los esporádicos clientes que llegan por pan dulce.

“Nunca había visto algo así”, dice, y espera que pronto desaparezca esta situación crítica.

“No podemos fallarles”

Hace pocos meses, Edson Daniel Méndez repartía en una sucursal de pollo frito en San Nicolás. Hoy es subgerente. Su esposa administra un local de pizzas en el centro de Apodaca.

“Hay que trabajar. Los hijos nos esperan en casa y no podemos fallarles, lo mismo a la gente para que no salga y siga pidiendo a domicilio. Hay que cuidarlos”.

Atento por los demás

César Enrique Medina Rivas, guardia de Fraccionamiento San Francisco, en Apodaca, cuenta que a veces debe repetir turno.

“La gente necesita el servicio, no debe bajarse de su carro, de preferencia no debe salir de su casa, entonces lo hacemos con mucho gusto”.

La vida sigue

“La cosa está ca…”, dice Abraham Vázquez, vendedor de frutas en el Mesón Estrella, por lo que no puede faltar al trabajo.

Las ventas han bajado, muchos no salen de sus casas por miedo, pero él sabe, como sus compañeros locatarios, que la vida debe seguir porque, si no, “¿quién nos dará para mantener a la familia?”.

“La gente puede venir tranquila, aquí hay gel, cubrebocas, nosotros mismos estamos protegidos”.

Soledad y cuentos

Reyes atiende un puesto de revistas frente a las iglesias de Dolores y del Perpetuo Socorro, en el corazón de Monterrey. Lamenta que los clientes escasean más que de costumbre.

“Si por mí fuera, yo también me iba a mi casa, pero como quiera hay gente que no deja de venir por sus revistas”, sonríe. “Cuando menos que tengan que leer en sus casas”.

Temor y calles desiertas

De sus 47 años de edad, Jesús Herrera González ha pasado 28 como operador de transporte urbano. Conductor de la Ruta 400 Sector 1 Santa Catarina, comenta que nunca había visto calles desiertas como ahora.

Tampoco tanto temor en los pasajeros. “Entran con miedo, nadie quiere contagiarse, pero les digo: ‘No se preocupen, en estas unidades hay gel antibacterial, están limpios. Aparte me voy despacito… Quiera Dios que esto acabe pronto”.

Entrega

“Si supiera lo que la gente deja en los camiones”, lamentan Sandra López y Miranda Martínez, encargadas del aseo de la Ruta 6. Ambas llevan pocos meses y no se acostumbran a recoger todo tipo de inmundicias.

“Lo peor es cuando nos dejan cubrebocas tirados”, se queja Sandra. “¿Cómo se les ocurre?”.

Pese a esta adversidad, ambas se esmeran en limpiar con agua y desinfectante pisos, asientos y pasamanos, así como el exterior de las unidades de los transportes públicos. Revela Miranda: “Tenemos familias, no le podemos aflojar. Mientras haya trabajo…”.

Proteger y servir

Karen e Iván son oficiales de Fuerza Civil. De 32 y 20 años, respectivamente, custodian con sus compañeros farmacias y tiendas para evitar saqueos; centros de salud, para dispersar grupos y pedirle a la gente que use cubrebocas, además de atender los servicios habituales de emergencia.

“La gente cuenta con nosotros y sabe que estamos para proteger y servir”, afirma la joven Karen.

En el saldo en ascenso de contagiados, 18 oficiales de la corporación tienen coronavirus.

Sacrificio

“Tengo tres niños, la más chiquita tiene 4 años y es todo cariño: te quiere abrazar, te quiere besar, pero no me lo permito”, dice Martín Molina Chávez, médico en la Unidad Centinela Covid-19 aledaña al Centro de Salud de la Colonia Terminal.

Él es responsable de atender a personas con síntomas de coronavirus en este espacio en el que hay promotoras de la salud y pasantes de medicina. El médico explica que trata de brindar el servicio con todas las precauciones.

“El temor es llevarte el contagio a casa, porque ahí no hay cubrebocas, por eso trato de mantener distancia con los niños. Me cuesta, pero hay que hacerlo así”.

Una gran lección

“Ha bajado como 50 por ciento la clientela, pero mientras no baje más, todo negocio puede flotar: sale para el trabajador, sale para tu casa: a lo mejor no para irte con uno de 40, porque te sale caro”.

Doña Mary estalla en carcajadas. Los que conocen a María Reyes Sánchez cuentan que así es de alegre y optimista desde que hace 16 años abrió su puesto de tacos de guisos en Capitán Aguilar y Madero.

La regiomontana expresa: “Yo hace un mes vi venir esto y les dije a mis trabajadores: ‘Ustedes tranquilos, el salario lo van a tener’. Cuatro se van a casa un día, cuatro descansan al siguiente. Así nos manejamos”.

Lo importante, comenta sin dejar de hacer tacos, es tomar todas las medidas: el que no tiene que salir de casa, quédese en casa; la gente que tiene que salir por el sustento, tome su distancia.

“Todos los comerciantes debemos estar preparados para una catástrofe: ésa es la lección que nos deja esto”.

Piedad y entrega

Recién remodelado, el Hospital Metropolitano fue convertido por el Gobierno estatal en hospital Covid-19 y ya atienden pacientes con este padecimiento las doctoras Juana María Cerda Arteaga, Aurora Natalia Ponce Escobedo y Estefanía Rodríguez, y el enfermero Erik Hernández.

La primera tiene 17 años en el hospital y es coordinadora de Áreas Críticas Hospital Metropolitano. Dice que han tenido casos graves y defunciones, y uno de los aspectos que más les preocupa son las emociones de las familias.

“Tuvimos un caso de una familia inquieta, porque no podía ver a su paciente para despedirse, platicar con él, verificar si ya lo habían intubado o no, entonces usamos un medio tecnológico para que se pudieran comunicar: esto da tristeza porque la familia se angustia por no poder ver a su paciente, por no poder agarrarle la mano o despedirse”.

Juana María vivió la epidemia de la Influenza H1N1 que, en contraste con la de ahora, los tomó por sorpresa, y recuerda el caso de una mujer embarazada que llegó grave y murió. Sin embargo, pudieron salvar al bebé.

“Fue de lo más difícil que me tocó ver, porque por un lado estuvo la muerte y, por el otro, el nacimiento de una vida”.

Agrega: “Es difícil olvidar a un paciente. Esperemos que con esta pandemia no tengamos tantos casos que lamentar”.

Valentía

Aurora Natalia Ponce Escobedo tiene 31 años y lleva trabajando 10 días en el Hospital Metropolitano, pero ya ingresa al área de contingencia en que se encuentran los enfermos por coronavirus.

Cuidadosamente la doctora se coloca el traje especial: un uniforme blanco, una cubierta azul, gorra, casco, cubrebocas, botines, guantes. Tarda alrededor de 10 minutos, pero quitarse todo le llevará más tiempo y deberá ser a la vista de compañeros. Un descuido y el contagio es inminente.

Como sus compañeros, la joven se muestra entusiasta: “Esto es algo importante no sólo para los médicos sino en general. Todo el mundo va a recordar esto, es una pandemia, es memorable y nuestra vida ha cambiado: no podemos saludarnos, debemos guardar distancia y seguramente vamos a recuperar cosas que dejamos atrás y que habíamos olvidado”.

Cuando se le pregunta si tiene miedo, como el resto de sus compañeros responde: “No”.

Gracias por el trabajo

Los primeros enfermos de Covid-19 surgieron en el municipio de San Pedro, pero esto no ha impedido que Martha Janeth Saucedo Torres interrumpa su labor de 13 años como cajera en la tienda HEB de la Avenida Humberto Lobo.

Todos los días, Janeth, madre de dos niños de 11 y 8 años, toma el transporte urbano cerca de su casa, en la Colonia La Ermita, en Santa Catarina, y va a su centro de trabajo.

Campeona en esta sucursal en puntualidad y efectividad, con cero faltas, Janeth comenta: “Es algo que no había vivido, es algo difícil, pero vamos a salir adelante de esta contingencia, y pues gracias por darme todavía la oportunidad de seguir trabajando”.

Texto y foto: Agencia Reforma