Lorenzo Meyer
Septiembre 07, 2020
Se vaticina que la caída de la economía mexicana sólo será comparable con la de hace 88 años.
En 1932 la vida política del nuevo régimen la dominaba –en la medida en que alguien podía hacerlo– el ex presidente Plutarco Elías Calles. Si alguien decidía qué se debía o se podía hacer, era él. Los grandes poderes fácticos eran los militares-caciques y ninguno lo retaba.
La economía que podía llamarse moderna en 1932 estaba relacionada a las exportaciones de minerales y petróleo –inversión extranjera– y a una modesta actividad manufacturera para el mercado interno. Esta crisis económica fue importada, resultado de la Gran Depresión que se inició en Estados Unidos en octubre de 1929, que se trasmitió al resto del mundo y en México se dejó sentir con toda su fuerza un par de años más tarde. A precios corrientes las exportaciones pasaron de 590 millones de pesos (mdp) en 1929 a 304 mdp en 1932 y las importaciones cayeron de 382 mdp a 180 mdp. Estados Unidos expulsó a más de 200 mil mexicanos que se unieron a los desempleados locales. Los esfuerzos del gobierno por aliviar la situación fueron pocos y de escaso éxito, como la creación de un puñado de colonias agrícolas, la campaña para consumir productos nacionales y la expulsión de ciudadanos chinos para que sus trabajos los desempeñaran nacionales. Tampoco prosperó el esfuerzo del “Comité Alcázar presidencial de la Arcadia” que buscó donaciones por medio millón de pesos para construir una residencia presidencial de descanso en Tehuacán.
La caída del PIB entre 1929 y 1932 fue fuerte: 17%, pero no afectó por igual a toda la sociedad. El grueso de la población mexicana estaba ligada al sector primario y según las cifras disponibles y pese a inundaciones y sequías regionales, el producto agrícola de 1932 no cayó, sino aumentó en 2.4% respecto al de 1929 y siguió subiendo (en 1933 aumentó 17%). Para 1934 el PIB mexicano ya era ligeramente superior al que se había registrado en la víspera de su caída: la crisis había pasado. En contraste, a Estados Unidos le tomó seis años superar el nivel previo a su depresión.
El comportamiento de las exportaciones mexicanas explica en parte lo corto de la crisis, pues pese a lo deteriorado del mercado externo para los productos minerales y el petróleo, el valor total de este rubro en 1934 ya había superado ligeramente al registrado antes del colapso. Sin embargo, la explicación principal está en el mercado interno. La caída de las manufacturas –que no dependían de su exportación– fue momentánea y, como quedó apuntado, el de los productos agrícolas, como el maíz, no resintió baja.
Hoy, la crisis mundial provocada por un virus particularmente agresivo, el SARS-CoV-2, está afectando tanto el mercado interno como externo. A diferencia del México de 1932, la actual ya no es una sociedad predominantemente rural y que, por tanto, pueda capear la mala racha refugiándose en el campo, en el consumo interno. La informalidad, tan extendida en tiempos normales, difícilmente puede absorber desplazados en masa. El intercambio con el mercado de Estados Unidos es cualitativamente más importante que hace 88 años –hoy nuestro país es el principal socio comercial del vecino del norte– y la caída de su economía nos afecta más que antes, pues nuestras exportaciones de manufacturas se concentran en sectores con muchos problemas, como el automotriz o el de aeronáutica. Por ahora no ha habido algo similar a la ola de deportaciones de los 1930, las remesas de dólares se mantienen a un nivel alto y los programas sociales del gobierno, que en 1932 no existían, se han acentuado y la obra pública continúa. Sin embargo, la histórica debilidad del fisco mexicano impide inyectar más recursos por esas vías.
En 1935, cuando el presidente Cárdenas se propuso hacer realidad el cambio social y económico prometido por la Revolución, la economía mexicana ya había superado su crisis. En contraste, Andrés Manuel López Obrador tiene que llevar a cabo su programa de transformación –la 4 T– en medio de la crisis económica, la pandemia y la resistencia de intereses creados mayores. El reto es formidable, por decir lo menos.