EL-SUR

Sábado 09 de Noviembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

2018: los que no van

Raymundo Riva Palacio

Junio 19, 2017

La prensa política se sacudió el viernes pasado de una manera asombrosa, luego que en la víspera, el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, publicó en Twitter una fotografía con el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, en los jardines de la Universidad Internacional de Florida, en un receso de la conferencia sobre seguridad y prosperidad centroamericana. Videgaray escribió una frase: “Como desde hace casi 30 años, con @JoseAMeadeK caminando juntos”. Como desde el ITAM, brazo con brazo, suficiente para generar diversas interpretaciones, todas ellas electorales.
¿Por qué Videgaray y Meade, sin estar con ellos el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, otro protagonista de esa conferencia en Miami? En el horizonte de la sucesión presidencial en 2018, ¿era un mensaje de cohesión de grupo político frente al aspirante más aislado dentro del gabinete del presidente Enrique Peña Nieto? ¿Era acaso un desdén al jefe de la política interna del país? El primer plano de la fotografía se prestó a varias explicaciones semióticas, pero existe otra razón, profunda y desconocida por el gran público, del porqué, de la nada, Videgaray publicó esa gráfica, que no pareció una imagen tomada en forma circunstancial, sino planeada y fabricada para un propósito concreto: mostrar que entre él y Meade no existen tensiones ni distanciamiento, sino que mantienen la misma cercanía como aquella que se forjó en los 90 en la universidad.
Dentro de las más altas esferas del poder han notado que desde hace varios meses se han dado enfrentamientos entre los dos secretarios. Funcionarios del gobierno y políticos con acceso a la casa presidencial, dicen que se originaron por una mayor cercanía de Meade con Peña Nieto y la creciente capacidad del secretario de Hacienda para captar la atención del oído presidencial, donde el intermediario durante más de cuatro años de administración, Videgaray, fue desplazado. Son los celos de Videgaray, explicaron políticos, los que llevaron a la tensión con Meade, que tuvo uno de sus momentos culminantes cuando se decidió la candidatura del PRI al gobierno del Estado de México.
Cuando la senadora Ana Lilia Herrera fue hecha a un lado por la unción de Alfredo del Mazo, Videgaray, quien la había propuesto como candidata porque si bien estaba abajo del entonces diputado en las encuestas de preferencia electoral, estaba menos vinculada al presidente y, por lo mismo, tendría mayor espacio para poder decir cosas en la campaña, le pidió al presidente, como premio de consolación, la dirección de Banobras, cuyo titular, Abraham Zamora, había llevado a Relaciones Exteriores como jefe de Oficina. Cuando le informó a Meade, el secretario de Hacienda protestó y Videgaray le dijo que era una decisión tomada por el presidente, y que si no le parecía, que le dijera a él, según políticos que supieron de esta conversación. Meade fue con Peña Nieto y le explicó que necesitaba a un financiero, no a una política, para poder hacer un buen cierre en el principal banco de desarrollo del país. El presidente reculó y Meade logró que nombrara a un viejo colaborador suyo y amigo cercano, Alberto Peredo Jiménez.
Las tensiones, de acuerdo con funcionarios y políticos, continuaron y han estado afectando lo que parecía iba a ser el paso natural de Meade a la presidencia del Banco de México en otoño, una vez que se hiciera efectiva la renuncia de Agustín Carstens. Esta mudanza contaría con todo el respaldo de Videgaray, autor intelectual del eventual nombramiento. Sin embargo, de acuerdo con la información recabada, Videgaray tuvo segundos pensamientos. Si Meade saliera, ¿a quien impulsaría como su sucesor? Con poca duda, el sustituto sería el director de Pemex, José Antonio González Anaya, cuya línea de amistad es con Meade, no con Videgaray. El poderoso secretario terminaría de perder el control y ascendencia sobre todo el gabinete económico y órganos autónomos, por lo que en los nuevos realineamientos, a quien está impulsando es al subsecretario del ramo en Hacienda, más cercano a Videgaray que a Meade, Miguel Messmacher.
Meade se quedaría entonces en Hacienda hasta el final del sexenio. Tampoco sería candidato. La especulación sobre su unción no tiene puerto de destino en este momento. Si hay alguien de todos los suspirantes en el entorno de Peña Nieto que por definición no podrá ser candidato del PRI, es Meade. Existe un candado desde hace más de una década en los requisitos para aspirar a la candidatura presidencial, que exige una militancia mayor a los 10 años y haber tenido un cargo en el partido. Meade no sólo carece de ello, sino que ni siquiera es miembro del PRI. Forzar su candidatura desde Los Pinos podría generarle una rebelión priista al presidente. A menos que en la próxima Asamblea Nacional del PRI en agosto se cambiaran los estatutos para eliminar esos candidatos, Meade está eliminado de la competencia.
Hablar sobre él en términos de sucesión presidencial es tan ocioso como plantear hoy en día que Videgaray sigue acariciando la posibilidad de ser candidato. La racional del canciller es exactamente la misma por la que se oponía a Del Mazo: es demasiado cercano a Peña Nieto y los temas prácticamente seguros en la campaña, como corrupción, contaminan tanto al presidente como a él. Videgaray debe saber la poca viabilidad que tiene su eventual candidatura, y conoce del obstáculo estatutario de Meade. Los dos irán juntos al 2018, pero no en calidad de tándem sucesorio sino, hoy por hoy, acompañando a Peña Nieto hasta el final de su sexenio. Claro, si no sacude el trapecio el presidente a contra sentido.

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