Gaspard Estrada
Diciembre 26, 2018
El año 2018 está por terminar. Políticamente estuvo animado en América Latina al tratarse del año con más elecciones del ciclo electoral 2017-2019. Hace un año, habíamos comentado en este espacio que la principal hipótesis de trabajo de los investigadores en ciencias sociales era que este ciclo electoral se traduciría por la victoria de los candidatos de derecha en los principales países latinoamericanos. Sin embargo, la tendencia que hemos podido constatar en las elecciones presidenciales en Costa Rica, Colombia, México y Brasil ha sido la victoria de las candidaturas de la alternancia.
En el caso de Costa Rica, la campaña presidencial fue marcada por el debate sobre la familia y el matrimonio homosexual, por un lado, y por otro lado por la continuidad del modelo de desarrollo del país en los últimos años. A raíz de un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que tiene su sede en San José, a mediados de febrero, que abrió la posibilidad de despenalizar el matrimonio homosexual, el candidato de las iglesias evangélicas, Fabricio Alvarado, comenzó a repuntar en las encuestas de opinión, hasta liderarlas y llegar en primer lugar en la primera vuelta electoral. Sin embargo, este resultado propició una reacción de la sociedad civil, y de los partidos más tradicionales de la política costarricense, que terminaron apoyando al candidato oficialista, Carlos Alvarado, del Partido de Acción Ciudadana (PAC). Al final de una campaña de segunda vuelta marcada por la polarización política, y una voluntad clara de Carlos Alvarado de tomar distancia de su partido, este último logró obtener la presidencia de la República, con poco más del 60 por ciento de los votos.
En Colombia, este fenómeno de distanciación política del oficialismo se reprodujo. El presidente saliente, Juan Manuel Santos, enfrentaba bajos índices de popularidad, a pesar del aumento del crecimiento económico y de la firma de los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ante la incapacidad del jefe del ejecutivo de presentar un candidato viable, y frente a la fragmentación de la coalición de partidos que apoyaron al gobierno saliente, surgió una posibilidad para que un candidato con un discurso de oposición, pero contando con el apoyo de los partidos oficialistas, pudiese ganar la presidencia de la República. El expresidente Álvaro Uribe, antiguo mentor de Juan Manuel Santos y principal opositor de su gobierno, decidió impulsar la candidatura del senador Iván Duque, que no disponía de un capital político propio antes de ser postulado como candidato a la presidencia, como fue el caso de Juan Manuel Santos en 2010. Gracias al apoyo de Uribe, Duque fue electo con una plataforma de oposición al gobierno, a pesar del éxito de la campaña del ex alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, que consiguió el mayor resultado electoral para la izquierda en la historia de Colombia. En el caso mexicano, por primera vez en la historia de México, el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, fue elegido como presidente de la República, con más 30 millones de votos, equivalente al 53 por ciento.
Sin embargo, fue en Brasil en donde esta ruptura fue la más pronunciada. En un contexto de crisis económica, política y social, la sociedad brasileña estaba en búsqueda de un cambio radical. El expresidente Lula, encarcelado injustamente por el juez Sergio Moro en abril, se mantenía como líder indiscutible de las encuestas de opinión. A pesar de una campaña internacional en defensa de Lula, evidenciando las ilegalidades cometidas en contra del fundador del Partido de los Trabajadores (PT), el Tribunal Superior Electoral decidió inhabilitar al ícono de la izquierda brasileña y latinoamericana, a finales de agosto. Pocos días después, un ex capitán del ejército, Jair Bolsonaro, que había declarado su candidatura a la presidencia pocas semanas atrás, sufrió un atentado. Este hecho le permitió despuntar en las encuestas, y darle cuerpo a su discurso antisistema. Si bien los más ricos y escolarizados votaron masivamente en favor del candidato de la extrema derecha, fueron los votos de las clases medias pauperizadas de los grandes centros urbanos, que anteriormente votaban por el PT, que le dieron la victoria al militar, en particular por los problemas de violencia que se multiplicaron en los últimos años. ¿Este panorama se repetirá en el 2019? Ese será el tema de una próxima entrega.
Twitter: @Gaspard_Estrada