EL-SUR

Jueves 02 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

30 años de El Sur

Tryno Maldonado

Mayo 23, 2023

A todo el equipo de El Sur, por su labor titánica.

En su discurso de aceptación del premio Nobel de Literatura de 2015, la periodista bielorrusa Svetlana Alexievich recordaba: “Después de la guerra, el filósofo Theodor Adorno escribió, en estado de shock, que: ‘Escribir poesía después de Auschwitz es bárbaro’. Nada puede ser inventado. Debes presentar la verdad tal como es. Se requiere una ‘superliteratura’. El testigo debe hablar”.
En esta guerra que México ha experimentado a lo largo de los últimos 15 años, al cabo de más de 140 mil asesinatos dolosos, más de 100 mil desapariciones forzadas, 65 periodistas asesinados por ejercer su labor durante lo que va de este sexenio, la pregunta de Adorno traída por la maestra Alexievich se vuelve más que pertinente en nuestro tiempo y en nuestros territorios: ¿hacer literatura en este contexto de guerra podría ser calificado como una acción bárbara y ya no un ejercicio civilizatorio?
Y es que, hacer literatura y periodismo en México significa hacerlo dentro de una espiral de violencia ingobernable; en el país más peligroso para ejercer el periodismo; donde han sido asesinados decenas de defensores de derechos humanos y del territorio cada año; y en donde en Oaxaca, por poner un contexto de un lugar en que esta guerra se presenta más cruenta, han sido asesinados 25 defensores desde 2017 (14 de ellos sólo durante 2020). Guerrero, por supuesto, no es la excepción.
Una superliteratura o una superescritura como la que reclama Alexievich estaría más próxima a restituir la dignidad y la verdad de la palabra cuando el trauma que vivimos como pueblo hace mucho que nos ha dejado desapalabrados. En un país que todas las mañanas recibe soliloquios oficiales plagados de mentiras –o medias verdades–, que monopoliza la palabra y la pervierte y que concita a la división y a la violencia, es la hora de hablar para el testigo. De tomar la palabra. De ahí la importancia de estas tres décadas de medios como El Sur para romper esas zonas de silencio, esta violencia del silencio, donde, de otra manera, sería prácticamente imposible tener acceso a la información.
Durante el conversatorio zapatista Miradas, escuchas, palabras: ¿prohibido pensar?, realizado en 2018, la periodista Marcela Turati aventuró la idea de que, a falta de un sistema de justicia secuestrado por el poder, a falta de acceso a la verdad y a la memoria, en México son las y los periodistas quienes están llevando a cabo una especie de comisión de la verdad en tiempo real en medio de todo este horror. El precio –lo sabemos– a veces es a riesgo de sus vidas, lamentablemente.
Valdría retomar, por tanto, como provocación para complementar la idea de esta superliteratura, otro fragmento del discurso de Svetlana Alexievich: “Las palabras de Nietzsche me vienen a la mente: ‘Ningún artista puede vivir sobre la realidad. Él (o ella) no puede elevarla’. Siempre me preocupó que la verdad no cupiera en un solo corazón, en una sola mente, que la verdad estuviera astillada de alguna manera. Hay mucho de eso, es variado, y está sembrado sobre el mundo. Dostoievski creía que la humanidad sabe mucho, mucho más sobre sí misma de lo que ha registrado en la literatura. Entonces, ¿qué es lo que tengo que hacer? Registro la vida cotidiana de los sentimientos, pensamientos y palabras. Registro la vida de mi tiempo. Estoy interesada en la historia del alma. La vida cotidiana del alma, las cosas que el panorama general de la historia usualmente omite o desdeña. Yo trabajo con la historia que falta. A menudo me han dicho, incluso ahora, que lo que escribo no es literatura, que es un documento. ¿Qué es la literatura hoy en día? ¿Quién puede responder a esa pregunta?”.
Proyectos como El Sur responden día a día a esta pregunta. Frente a la violencia de archivo o el silencio archivístico, ante la imposición de narrativas que buscan desaparecer la palabra, la palabra digna y verdadera se vuelve más necesaria que nunca.
Felicidades.