EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

500 años de resistencia indígena

Silvestre Pacheco León

Agosto 16, 2021

Frente al debate que existe hoy en la conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlan a manos de los conquistadores españoles –que para unos es motivo de orgullo y para otros una injusticia– como mexicanos conviene reflexionar sobre tal suceso que forma parte de nuestra historia y modo de ser.
Somos producto de ese mestizaje de español e indio cuyo origen fue ese drama sangriento conocido como la conquista de México protagonizada por Hernán Cortés con su ejército de mercenarios embarcados en el proyecto de saquear los tesoros del imperio azteca.
Quienes juzgan la conquista como un acto notable de la vieja civilización que acabó con el sistema de barbarie y salvajismo de los aztecas, justifican las matanzas y el sufrimiento infligidos como el costo necesario por el acceso de este a la civilización, mientras que los demás se niegan a aceptar los términos justificativos de la matanza a filo de espada y disparo de arcabuz descalificando la proeza de Hernán Cortés quien con 500 soldados y una estrategia que aprovechó la vulnerabilidad del imperio mexica sembró epidemias que diezmaron a la población indígena hasta casi desaparecerla, de manera que en tres años conquistó el ombligo del mundo con un sitio a Tenochtitlan que duró tres meses.
Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el número de habitantes en el Valle de México previo a la conquista, pero ninguno niega que la población diezmó drásticamente hasta casi desaparecer a causa de las epidemias, de las matanzas y posteriormente de la vida esclavizante durante tres siglos.
Las cifras que se manejan sobre el número original de habitantes en el Valle de México van de los 5 a los 25 millones, aunque los datos más conservadores dicen que no pudieron ser menos de 7 millones, de los cuales al final de la conquista habían desaparecido hasta el 85 por ciento, aunque, ciertamente, su repoblación fue constante, aunque en las peores condiciones de vida.
En todo caso, como decía el caricaturista y educador por excelencia de muchas generaciones de mexicanos, Eduardo del Río (Rius), los indios son los únicos dueños de México para quienes no hubo ni Independencia ni Revolución porque siguen sometidos e invisibilizados, discriminados y marginados, sin acceso a la justicia y sobrevivientes a todos los regímenes que coinciden en la misma actitud de los conquistadores americanos para quienes el mejor indio es el indio muerto.
En su libro publicado en 2017, Maximiliano Emperador de México, Carlos Tello Díaz –miembro del grupo intelectual de los neoliberales quien fue subido a la fama con su libro La rebelión de la cañadas editado en el año 2003 en el que narra el origen y posterior levantamiento indígena del EZLN– dice que en 1865 había 8 millones de mexicanos de los cuales 5 eran indios, y agrega que fue el archiduque de los Absburgo el primer gobernante en el mundo en hacer algo por mejorar la vida de los indígenas.
Narra Carlos Tello Díaz que el emperador Maximiliano en una gira de trabajo por los estados de Veracruz, Tlaxcala, Puebla en 1867 tuvo oportunidad de conocer la vida de los más pobres de México que desde aquel tiempo eran los indígenas, quienes –dice el escritor– “veían con esperanza” que el Emperador pudiera hacer algo por ellos olvidados incluso por el gobierno de Benito Juárez.
El autor de El exilio: un relato de familia, dedicado a Porfirio Díaz en Europa, que después de aquel viaje el emperador formó una comisión de mexicanos y europeos encargados de estudiar la manera de ayudar a los indígenas a partir de lo cual en poco tiempo emitió una ley que prohibía el castigo corporal, limitaba las horas de trabajo, garantizaba el pago de los salarios en moneda de metal, controlaba los créditos de las tienda de raya, prohibió que las deudas se heredaran de padres a hijos y garantizaba la educación de los peones a cargo de las haciendas.
Claro que, como el mismo escritor lo reconoce, todo estuvo bien en el papel pero la vida de los indígenas no cambió porque a la ley le hizo falta la autoridad para hacerla cumplir, y entonces se hizo más difícil su situación porque todos los que invocaban esa ley se convertían en víctimas de los hacendados porque dejaban de emplearlos en represalia por exigir sus derechos.
Pero lo cierto de todo lo que se ha dicho sobre la conquista es que los indios siguen siendo las víctimas y sobrevivientes de todas las calamidades apenas visibilizados con el levantamiento armado de 1994 encabezado por el EZLN.
Se trata entonces de conmemorar los 500 años de resistencia indígena porque sus pueblos originarios no se han rendido y son ahora vanguardia en muchos aspectos que estamos urgidos de aprender.
Dice el intelectual independiente Gustavo Esteva, fundador de la Universidad de la Tierra en Oaxaca y quien vive en un pueblo zapoteca donde produce su propia comida, que en algunos pueblos de aquel estado durante la pandemia del coronavirus se ha ido a fondo en la idea de fortalecer el sistema inmune de sus habitantes prohibiendo la entrada de toda clase de alimentos chatarra que producen obesidad y diabetes porque están comprometidos en cuidar la vida en colectivo, en comunidad, “no de proteger cuerpos individuales”, promoviendo el consumo de alimentos nutritivos como debió hacerlo con energía el gobierno de López Obrador, lo cual puede resultar en la proeza de enfrentar de mejor manera esta pandemia venida de China que aquella de la viruela con la que los españoles conquistaron el imperio azteca, pues como lo recordaba el presidente en la ceremonia alusiva, después de la conquista debieron transcurrir 300 años para acceder a la vacuna contra la viruela frente a la actual realidad en la que bastó un año para encontrar la inoculación eficaz contra el virus mortal que estamos combatiendo.
Eduardo del Río (Rius), aliado de la 4T que curiosamente murió en un mes como el actual hace cuatro años, nos enseñó con su ejemplo que debemos ser consecuentes hasta el final de nuestros días con nuestro modo de pensar y actuar, sobre todo en el afán de procurar justicia para los pueblos originarios. Por eso fue también impulsor de la consigna “primero los pobres” con la que Andrés Manuel López Obrador ganó la Presidencia de la República.
La vida no le dio a Rius la oportunidad de ver las acciones justicieras del nuevo gobierno federal que se ha propuesto atender entre los más pobres primero a los pueblos originarios con los programas de Bienestar como la pensión universal para las personas de 65 años en adelante, garantizado el acceso a los servicios gratuitos de salud y educación, así como a la justicia y a la paz social.
Los tianguis de Bienestar que han empezado a funcionar en los municipios más pobres de Guerrero tienen la meta de entregar casi 2 millones de artículos confiscados en las aduanas que antes se echaban a perder o se robaban de las 62 bodegas que el gobierno renta en el país.
Ahora se reparten gratuitamente. Cada familia toma para sí los artículos que necesita o que le gustan en 20 minutos que dispone para escoger en completa libertad. Así se espera beneficiar a casi un millón de personas.
Los neoliberales dirán que esa es una medida populista y asistencialista, que es mejor rematar esos productos incautados para destinar los fondos a otras prioridades, pero creo que a la mayoría le parecerá plausible el gesto mediante el cual los beneficiarios últimos de lo robado serán los más pobres como reconocimiento a su resistencia.