EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

A 50 años de la masacre coprera del 20 de agosto de 1967 (VI)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Octubre 05, 2017

Díaz Ordaz y la coprera

El presidente Díaz Ordaz, a 11 meses de su propia y cruel matanza del 2 de octubre, no hará ningún pronunciamiento sobre el 20 de agosto en Acapulco. Deja toda responsabilidad en manos de Donato Miranda Fonseca, su secretario de la Presidencia, orgulloso creador del alcohólico y sanguinolento Abarca Alarcón.
El chilapeño Miranda Fonseca, que tuvo como secretario particular al acapulqueño Jorge Montúfar Araujo, a quien, por cierto, le negó cualquier oportunidad política en su tierra, pondrá como trapeador al médico. Le dirá el huevo y quién lo puso, pero al final le enviará ayuda profesional. Un equipo avezado en conflictos difíciles y desesperados, cuyas tareas estarán encaminadas a suprimir la posibilidad de que la sangre pudiera salpicar al Jefe de la Nación y a él mismo, por supuesto.
Los charlistas de café estrenan, por cierto, un refrito del pasado. Que amigos de Donato habían encargado una banda tricolor con un sastre de Iguala para, llegado el momento, el chilapeño la atravesara en su pecho. Era evidente el profundo significado histórico que daban al encargo, por aquello de la confección del lábaro patrio. Luis Echeverría, el tenebroso secretario de Gobernación, autor seguramente del camelo, gozaba como enano de circo. Y razón no le faltaba, había empezado a mellar la línea de flotación de aquel destructor con rumbo cierto hacia Los Pinos.

Coco africano

Cuando asume en 1975 la gubernatura de la entidad, el ingeniero Rubén Figueroa Figueroa conoce, entre miles de rezagos, el de la agonizante otrora riqueza coprera. Pesaba demasiado aquél 27 de octubre de 1967. Resultaba un imperativo, pues, contener tan impetuoso descenso. Detenerlo e iniciar, prácticamente de cero, el ascenso que lograra los números que alguna vez rompieron marcas nacionales.
Asesorado por el ingeniero Salvador Peniche, a cargo de la Impulsora Guererense de las Oleaginosas, y atendiendo un dictamen que hablaba del cansancio de las palmeras de la entidad, el gobernante atiende estudios que recomiendan el cultivo de la palmera africana por tener esta un mayor rendimiento de copra y alta calidad genética. Resistente por lo demás al amarillento letal que, como su nombre lo dice, mata a la palmera en solo tres meses.
Y hacia África se embarcan el gobernador Figueroa, el ingeniero Peniche y varios productores de la entidad. Costa de Marfil es el destino donde son atendidos por el presidente de la Asamblea General, Phillippe Yace, y el viceministro de investigación científica, Leroy Leroux Hyacintha.
Invitada la comitiva a los campos de cultivo de coco de la estación Port Bouet, conocerá las múltiples acciones en el cuidado del cocotero y entre ellas la fecundación artificial, la producción de semillas híbridas y la preparación del polen industrial para el control de plagas. El rendimiento ofrecido serán nueve toneladas de copra por hectárea.
El buque Comodoro José Azueta, de la Armada de México, fue el encargado de transportar a nuestro país los productos agrícolas obtenidos en continente africano. Entre ellos, 200 mil nueces de coco, contenidas en 900 sacos de yute y grandes bolsas de plástico con polen, insumos destinados a una primera plantación experimental en Copala, en la Costa Chica. Se atendería, al mismo tiempo, los 11 municipios guerrerenses productores de copra.
Luego, pasó lo que tenía que pasar, lo que siempre pasa.

A 37 años de la matanza

Copreros sobrevivientes del 20 de agosto de 1967, aprovechan el 37 aniversario de la masacre para demandar la reapertura del caso. Lo harán ante una fiscalía federal de creación reciente, dedicada a atender casos del pasado, a cargo del abogado Ignacio Carrillo Prieto. Demanda justa en tanto que la muerte de 35 campesinos y 150 lesionados (números oficializados por ellos), se mantenían “arropados con el velo de la impunidad”.
En conferencia de prensa, cubierta puntualmente por El Sur, los copreros sobrevivientes, Luis Vargas Mena y Elías Herrera, piden castigo para los culpables de la matanza de Acapulco. Citan entre ellos particularmente al diputado priista Efraín Zúñiga Galeana, quien era entonces estudiante. Este, al decir de Vargas Mena, pretendió boicotear el movimiento por órdenes de su padrino, Candelario Ríos, famoso acaparador de copra de El Espinalillo. Presente, José Luis Salas Pérez, secretario general de la Unión Mercantil de Productores de Copra, avalará los pronunciamientos.
Coinciden los denunciantes en la existencia de pruebas irrefutables sobre la autoría del crimen y anuncian que presentarán fotografías y testimonios de por parte de varios sobrevivientes, ellos mismos. Subrayan que los delitos de lesa humanidad no prescriben y particularmente cuando hay heridas que no son fáciles de cicatrizar.
Se aprovechó la presencia de los medios para hacer un llamado al juez sexto de lo Civil, Juan Sánchez Lucas, para que agilice el juicio reivindicatorio número 381-1, para que José Murga Cortés, ex presidente de la Unión Agrícola Regional de Productores de Copra, les devuelva el edificio de Ejido y Calle 6, (El Sur, 20 de agosto de 2004).

La disputa por la “coprera”

Por su parte, Cristina Sierra Rosas, reportera también de este diario, publica el 19 de agosto de 2006:
“La Unión Mercantil de Productores de Copra y sus derivados exigieron justicia por la matanza de 35 productores de copra ocurrida en 1967 y reprocharon que el edificio gremial aún permanezca en poder de Murga Cortés, a quien se le había entregado en su calidad de presidente de la UARPC, sustituta de la URPC.
En víspera del aniversario de la masacre, el representante de la organización, Jorge Luis Salas Pérez, manifiesta su confianza en que el juicio contra Murga Cortés sea fallado en favor de los campesinos. Así, dijo, la sociedad podrá ser disuelta y repartido el capital entre los socios.
Pasado un año, el propio dirigente Salas Pérez dará cuenta de un pliego judicial ordenando al ex presidente de la UARPC la devolución de aquel escenario trágico, luego de usufructuarlo por casi 40 años. Ofreció que la venta del inmueble beneficiará a los herederos de los productores que lo levantaron en los años 50.

La copra

El cultivo de la palma de coco se inicia tal vez en el siglo XII. Actualmente, México ocupa el octavo lugar mundial como productor de copra, con aumento notable en los cuatro últimos años, particularmente en 2016. El cultivo de la palmera ocupa una superficie de 124 mil hectáreas en nueve entidades del país: Campeche, Colima, Chiapas, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Oaxaca, Tabasco y Veracruz.
Los sembradíos de Guerrero cubren 84 mil 881 hectáreas –84 mil 806 hectáreas cosechadas– y una producción superior a los 158 mil 900 toneladas. Se localizan en una franja costera de 500 kilómetros, desde Punta Maldonado, municipio de Cuajinicuilapa, y hasta Zacatula, municipio de La Unión, en la desembocadura del río Balsas.
Guerrero es el primer productor nacional de copra con 178 mil toneladas, lo que representa el 80 por ciento de la producción nacional. Datos de la Sagarpa revelan que la entidad aumentó su producción el año pasado en 6.2 por ciento, muy por arriba de los demás estados productores. Le siguen Colima, con 18 mil 574 toneladas; Tabasco, 10 mil 955 toneladas; Oaxaca, 7 mil 823 toneladas y Michoacán, 2 mil 568 toneladas. Entidades que en conjunto concentran el 98 por ciento del volumen producido nacionalmente.
La propia Sagarpa detalla que el rendimiento promedio en Guerrero es de 1.87 toneladas por hectárea, que el precio medio rural oscila entre los 6 mil 700 pesos sobre tonelada y que para los trabajos agrícolas se emplean anualmente un millón de jornales. Entre los 22 municipio productores destacan Tecpan de Galeana con el primer lugar estatal en superficie y producción: 14 mil 605 hectáreas y una producción de 27 mil 945 toneladas. Le siguen Coyuca de Benítez, con 10 mil 408 hectáreas, y Petatlán, con 9 mil 500 hectáreas.
Las tres empresas comercializadoras de la región hacen compras de coco por una cantidad aproximada de 20 millones de pesos, que representan la compra de 100 mil gruesas de coco. Empresas que generan alrededor de 90 empleos.

Las matemáticas

La conversación es entre varios amigos de Acapulco y en torno a varias botellas de licor. Uno de ellos roza apenas la palabra copra haciendo surgir de inmediato y por aclamación el tema: la matanza de copreros de 1967.
–¿Cómo fue eso?, pregunto y entre ellos se arrebatan la palabra para ofrecer antecedentes mínimos del caso y su narrativa.
“Asamblea del grueso del sindicato, adentro; afuera, los disidentes; los de adentro habían alquilado gatilleros de fama; llegaron hasta la puerta los de afuera; salió a parlamentar una comisión; en medio de los alegatos uno de los de adentro rompe la cabeza a uno de los de afuera; cachazo a ley, calabaza con sesos, y todos los de adentro se meten a la carrera y cierran la puerta; uno de los de afuera rompe un vidrio y mete el brazo y vacía su .45, sin ver, sobre la multitud de la asamblea, y cuando los de afuera corren hacia la calle, los gatilleros apostados en la azotea abren las ametralladoras: veintitantos muertos en dos o tres minutos.
Las matemáticas son las matemáticas, hay 20 versiones de por qué fue y qué alegaban y quien empezó; pero las matemáticas dicen veintitantos muertos y a callar, aquí no ha pasado nada. ¡Salud, señores, no las calienten!

(Acapulco, Ricardo Garibay, Grijalbo, 1979).