Federico Vite
Noviembre 28, 2017
Fiel a la memoria, no siempre con justicia, pero sí con emoción, debo decir que a Acapulco, entre otras tantas e innumerables experiencias, le debo los primeros recuerdos de lectura, la experiencia estética de haberme acercado a un libro, a no verlo como una herramienta escolar sino como una forma de obtener placer.
Ese escalón de mi existencia, acercarme a la lectura en las bibliotecas, fue una experiencia adquirida en la primaria. Leía algunos documentos sobre historia antigua, sobre ovnis, sobre monstruos mitológicos y fantasmas, sobre otros niños. Más que leer, veía hojas, fotos, letras acumuladas en las páginas. Leí de prestado durante muchísimos años.
Descubrí una fauna nueva en las bibliotecas; desempleados que mataban el tiempo, viejos y jóvenes de ambos sexos que ejercitaban su soledad pasando las páginas de volúmenes poco consultados. De esa manera obtuve la cercanía con las muchachas, consumada gracias a las tareas en equipo, actividades recreativas más que académicas, que se realizaban justamente en las mesas largas de las bibliotecas, junto a estantes oxidados.
Los libros padecían la humedad del ambiente, una inclemencia que se menguaba con la bondad de los ventiladores de pedestal. Dicho de otra forma, Dios me regaló a la par de los libros las sonrisas coquetas de las ninfas y el calor.
En aquellas fechas no recuerdo ferias de libros, festivales o encuentros de escritores en el puerto, pero sí tenderetes, puestos ambulantes que ofrecían novelas, poemarios, libros de cuentos en varios idiomas. Recuerdo poetas que declamaban sus versos en las aulas de la heroica Secundaria Federal 2, seglares que autoeditaban sus volúmenes, 12 o 13 hojas grapadas malamente. Recitaban y vendían sus textos. Compraba esos mamotretos en 10 pesos, pensaba que con eso vivirían mejor los poetas. A mí mente vienen las entonces nutridas secciones de libros de Vips, de Sanborns (superiores en títulos y en idiomas a las ofertas de ahora); también la librería Macondo (compré y pedí bastantes libros de poesía, toda mi vida he sido un temeroso poeta de closet), los puestos de revistas donde solían venderse algunas novelas de escritores consagrados a bajo costo, libros que formaban parte de colecciones que nunca llegaban por completo a este puerto, arribaban, cuando mucho, los primeros cuatro ejemplares de Joyas de la literatura, Clásicos Salvat, Premios Nobel, Las 100 joyas del milenio; entre otras tantas.
En la casa no había libros, los encontré en la calle, porque en la calle descubrí las bibliotecas, las cafeterías y los puestos de revistas. Ese cariño que profeso por los documentos impresos deriva de una relación estrecha y vital (porque los libros me han curado de enormes pesares, me ha ayudado a sobrellevar abrumadores desconsuelos) que se consuma cuando encuentro libros en la calle, como si lo íntimo y lo público se dieran la mano.
A esa serie de recuerdos se juntan otras actividades, encuentros de escritores (El sur existe a pesar de todo siempre será la punta de lanza), charlas periodísticas con autores ya consagrados, escritores que por derivas llegaban hasta la Universidad Americana, la facultad de Ciencias Sociales de la UAG, novelistas que utilizaban el Centro Convenciones para hablar de su nueva obra; ahora tenemos la Casa de Cultura y otros foros como el Bar del Puerto, Punto Centro, y las universidad Hipócrates y Loyola.
Todos estos recuerdos son coronados en el 2014, tanto por el nutrido y potente programa de la Feria Internacional de Libro de Acapulco, dedicada a Argentina, como por la efervescencia del Festival del Libro y la Palabra Acapulco en su tinta, y la siempre rejuvenecedora propuesta de Barco de libros. De estas tres actividades, afortunadamente una mantiene su vigor y su crecimiento, el Festival del Libro y la Palabra, el resto, como sabemos, fueron atrofiadas y enmohecidas por la actual administración del alcalde Evodio Velázquez, actividades enmohecidas y atrofiadas por el actual director de Cultura de Acapulco, Julio Zenón. No pueden tener una cúspide como la de 2014 y echar a la basura todo. No pueden, Evodio y Julio, hacer eso. No es comprensible que el presupuesto etiquetado (apartado, guardado, dispuesto) para la Feria Internacional de Libro de Acapulco 2017 simple y sencillamente no aparezca, no lo encuentren. Algunos políticos ya hablan de un desvío de recursos y se responsabiliza tanto al director de Cultura, Julio Zenón, como al alcalde, Evodio Velázquez.
Primero dijeron que se cancelaría, después recularon e indicaron que se reprogramaría la Feria Internacional de Libro. Cambiaron de fecha y en el camino la feria, donde habría opciones editoriales y autores de otros países, se convirtió en un Festival literario, es decir, se programarían charlas y conferencias de autores mexicanos. Cuando los invitados (quienes agendaron sus presentaciones para estar en el puerto, quienes cancelaron otras actividades, quienes confiaron que esto era seguro y pidieron a sus editoriales que movieran los libros en tiempo y forma a un sitio determinado) notaron que la fecha para estar en Acapulco se aproximaba, entonces preguntaron, ¿a qué hora sale el avión, cuál es el hotel, quién irá por mí? Se les dijo escuetamente que todo se canceló. No se les ofreció una disculpa ni una explicación oficial. Ese es el caso de Mónica Lavín, por ejemplo, quien hizo pública y por escrito su inconformidad ante la falta de respeto por su trabajo. Ni una disculpa, dice. No es la única invitada, claro está, pero es la primera que señaló la irresponsabilidad, la falta de profesionalismo y lo de siempre, lo que caracteriza a la gente de Evodio, falta de voluntad, de tacto, de seriedad, porque es sabido que no se hacen bien las cosas con buenas intenciones.
Ahora Julio trata de ordenar el caos diciendo que se reprogramarán las actividades. ¿Quién va tomar en serio el Festival literario?
Lo bueno e interesante es que en noviembre, aparte del Festival del libro y la Palabra, hubo una Feria Sindical de Libro, un festival de narrativas negra y policiaca, Acapulco Noir, y se realizó el festival artístico e independiente El Galeón. Hablamos de proyectos que enriquecen al puerto.
Evodio ha presumido en redes sociales sus reuniones con los invitados egregios del puerto, recientemente se tomó fotos con la actriz porno Luna Bella y con el novio de la señorita. ¿Por qué nunca se ha tomado fotos leyendo algún libro o con algún escritor que visita Acapulco? ¿A Evodio le dan miedo los libros? ¿Cuál es su idea de cultura? ¿Por qué digo todo esto? Porque creo que hace falta tomar con mucha mayor seriedad la actividad cultural del puerto, hace falta contagiar la pasión por los libros y hace falta entender que para muchas personas la literatura no es un pasatiempo sino la vida misma.