EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

A la caza de Suite française

Federico Vite

Noviembre 01, 2016

(Segunda de dos partes)

En Suite francesa conocemos las dimensiones de la tragedia que vivió Irène Némirovsky. El prólogo realizado por Myriam Anissimov, en la primera edición de la novela, nos otorga el contexto del libro y de la autora, pero la biografía de Élisabeth Gilles, Le Mirador, es el complemento ideal para este documento. Gilles, en ese texto, suele parafrasear a su madre y al citarla textualmente, más que una médium, agranda la amplitud vocativa de un fantasma. Los recuerdos se recuperan, desde la obra, para entender la vida de Irène.
Suite française fue escrita como un testimonio de primera mano, como una crónica de lo que iba padeciendo Némirovsky, quien amoldaba las minúsculas historias de personajes secundarios para la gran trama: guerra y aniquilación.
La primera parte, titulada Tempête en juin (Tempestad en junio), cuenta el éxodo de los parisinos ante un avance germano. Némirovsky retrata la cobardía de una población errante, más preocupada por comer o dormir que por el destino de su país. En la segunda parte, Dolce, el lector conoce un pueblo ocupado, invadido; se entera que los civiles franceses y los soldados alemanes tuvieron que vivir bajo un mismo techo, compartir la comida, el jabón y las toallas; eso permitió un rango de movimiento para el amor y el odio, retratado muy bien por Irène.
Presenciamos la engañosa felicidad del periodo de entreguerras, la creencia sostenida por tachuelas, de que Francia (el país de la mesura y de la libertad, de la generosidad) nunca permitiría el acoso del malo, abusón en invasivo. Basta recordar la escena narrada por Gilles en Le Mirador para terminar con esa idea: dos niñas visitan la estación del tren Gare de l´Est, portan un cartel con el nombre de sus padres, esperan conocerlos entre los famélicos que vuelven de los campos de exterminio.
La jovencísima Irène escribe relatos, cuentos y novelas antes de cumplir los 18 años; en ellos ya aparece esa relación de amor y de odio con el origen judío. En París es amiga de Kessel, judío como ella, pero también de Brasillach, un antisemita furioso que será fusilado en 1945 por sus artículos incitando al odio racial.
El día 11 de julio de 1942, Irène había terminado Suite française y se encargó de esbozar los dos volúmenes que se titularían La bataille y La libération. El 13 de julio es detenida por los gendarmes, internada en un campo de concentración francés y enviada luego a la muerte en Alemania. Sitio del que nunca regresa, pues nunca se le concedió la ciudadanía francesa. En un cuaderno de notas había escrito: “¡Dios mío! ¿Qué me hace este país? Ya que me rechaza, considerémoslo fríamente, observémoslo mientras pierde el honor y la vida”. Ese proyecto de observación se concretó en Suite francesa, mamotreto que sus hijas lograron preservar en una maleta.
La novela pone especial énfasis en la familia católica Pericand, colmada de riquezas materiales, pero en medio de una invasión militar y teme que todo se desplome; los Michaud, también retratados por Némirovsky, huyen de París a pie porque todo el mundo intenta sobrevivir a la ocupación en auto; el banquero Corbin, mientras los alemanes desfilan por París, tiene como única preocupación evitar que su esposa descubra su infidelidad. Estos personajes, y otros más, se entrecruzan en el desalojo parisino. Caminan bajo el sonido de las bombas. A Irène no le interesa reflejar los grandes hechos históricos, sino, escribe en sus notas: “sólo hay que rozarlos mientras se profundiza en la vida cotidiana y afectiva y, sobre todo, en la comedia que eso ofrece”.
Y esa comedia, parece decirnos, es parte del misterio de ser judío y lo que significa para los demás ese fenómeno (sé es judío por la mirada de los otros, hace Élisabeth Gilles una paráfrasis de Sastre). Ser judío para la madre de Irène era ser cruel y egoísta. La abuela, cuando sus nietas huérfanas se presentaron en la puerta de su casa, tras sobrevivir a la guerra y a la gendarmería francesa, sólo supo recomendarles, con toda maldad, un hospital para niños pobres.
Suite française obtuvo el 8 de noviembre de 2004, año de su publicación, el premio Renaudot, es la obra más conocida de Irène Némirovsky, escritora asesinada en Auschwitz, en 1942. El mamotreto viajó en una maleta, se escondió en la campiña, en un hospital para niños pobres de París, regresó a la campiña. Nació como libro en París.
La novela tuvo un tiraje de 10 mil ejemplares. La revista Livres Hebdo consideró de inmediato, en 2004, que se trataba del libro más importante del año. Antes de ganar el premio Renaudot Denoël ya había vendido 25 mil libros. El jurado premió ese libro por los siguientes motivos: “Los premios son para ayudar a un escritor en su carrera y la de Némirovsky terminó trágicamente hace 62 años. El problema es que su libro es extraordinario por muchas razones, y, entre ellas, porque evoca un momento clave de la historia francesa reciente (ese mes de junio en que las tropas de Hitler ocupan un París casi desierto), porque describe con exactitud el clima moral reinante durante la ocupación, porque la autora es una judía que detesta buena parte de la tradición judía y lo es también por el destino del manuscrito que viajó en maleta cuando los alemanes pisaron el corazón de Francia”. Aquella Francia de la mesura y de la libertad que condujo a Irène Némirovsky al tifus; después, a la muerte. “¡Eso que vosotros llamas éxito, victoria, amor u odio, yo lo llamo dinero!”, escribió en Los perros y los lobos Irène Némirovsky, es un testamento para todo el interesado en criticar lo que hay que criticar cuando sé es judío. Que tengan buen martes.