EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

A la caza del puntero

Arturo Martínez Núñez

Abril 24, 2018

La noche del domingo los mexicanos pudieron ver el tan esperado debate entre los cinco aspirantes a la Presidencia de la República. En esta edición hubo un formato mucho menos rígido y que permitió algunos intercambios interesantes. No fue un monólogo a cinco voces sino un debate acotado por reglas excesivas.
Andrés Manuel López Obrador salió bien librado a pesar de ser el blanco de los ataques de todos. La misión de los demás aspirantes era clara: intentar cazar al puntero que parece muy alejado del resto del pelotón. Al no sufrir mayores daños sino acaso algunos rasguños, López Obrador consolida su liderazgo y se perfila a alcanzar la meta en las elecciones del primero de julio.
Ricardo Anaya, candidato del Frente Antinatura, intentó con todos sus recursos de buen polemista y organizado orador, hacer mella en AMLO y engancharlo en un cuerpo a cuerpo que nunca ocurrió. Quizás su mayor logro haya sido perfilarse como la única opción que pudiera hacerle frente al tabasqueño.
La candidatura de José Antonio Meade hace agua. El debate del domingo era quizás su última oportunidad para meterse a la pelea por la punta. Meade no conecta con su base ni con el electorado cambiante. Sus voceros lejos de ayudarle parecen hundirlo más. Pareciera que Aurelio Nuño no supera no haber sido él el candidato. Enrique Ochoa se ha convertido en una figura repulsiva y Javier Lozano carece de autoridad política para defender a su candidato.
Es verdad que el post debate es tan importante como el debate mismo. Pero operar un post debate no significa repetir compulsivamente las mismas mentiras que se dijeron durante el encuentro. Retacar las redes de memes y ganar encuestas de Twitter no genera mayor aceptación.
Margarita Zavala intentó enganchar a alguien en su pelea sin resultados y Jaime Rodríguez El Bronco demostró una vez más lo retrógrada y rupestre de sus planteamientos.
En un resumen apretado podríamos decir que AMLO se mantiene en una cómoda punta; Anaya se despega de Meade; éste se hunde más; Margarita desaprovechó su oportunidad y El Bronco subirá algunos puntos con su tétrica vacilada de proponer cercenar a los corruptos. Es verdaderamente criminal que en un entorno de tanta violencia un candidato a la Presidencia proponga semejante estupidez.
La campaña avanza, todo se mueve y sin embargo nada cambia. Se ha ido prácticamente la tercera parte y nada parece influir en el orden de las preferencias. Si todo sigue como hasta ahora, Andrés Manuel López Obrador ganará el 1 de julio con un margen holgado.
En la desesperación del resto de rivales, se puede esperar cualquier cosa, desde alianzas estratégicas hasta el incremento de la guerra sucia. Esta semana, antes del debate, hubo dos muestras de lo mucho que puede ocurrir y que el régimen intentará para no perder el poder. Por un lado, la incorporación al equipo de Meade del defenestrado candidato independiente Armando Ríos Piter y del gobernador perredista Silvano Aureoles Conejo. La estrategia es clara: el equipo del candidato del PRI busca generar la percepción de que Meade genera adhesiones plurales. Sin embargo, la realidad es que parecen buscar afuera lo que nunca pudieron conseguir dentro de su propio partido.
Silvano y Armando, cada uno por su lado, habrán de asumir las consecuencias políticas e históricas de su apoyo al candidato del PRI. El pueblo es sabio y sabe premiar o castigar a los políticos en base a las acciones de cada uno.
Pasada la pausa por el debate, las campañas retomarán sus ritmos e inercias. Andrés Manuel López Obrador debe de mantener la disciplina de su mensaje, no dejar que le modifiquen la estrategia. Seguir en sus recorridos con sabor a victoria y no engancharse en las trampas que le seguirán tendiendo.
La gente pudo observar con claridad el acoso de cuatro contra uno en el intento por descarrilar al puntero. En las primeras encuestas post debate, sabremos si el puntero sufrió algún daño o si le siguen haciendo lo que el viento a Juárez incluso cuando todos le echan montón.