EL-SUR

Sábado 27 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

A la deriva

Jesús Mendoza Zaragoza

Febrero 05, 2024

Ante las violencias y la inseguridad generalizadas, nos hacemos algunas preguntas, después de dos décadas en las que aquéllas se han ido instalando en regiones amplias de nuestro país y, sobre todo, del estado de Guerrero. ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuál es la trayectoria del país? ¿Qué nos espera? ¿Quién está al mando en los pueblos, en los municipios y en el estado de Guerrero? ¿Quiénes nos están gobernando? ¿Por qué los ciudadanos sólo nos lamentamos? ¿Cuál es el poder real de la delincuencia organizada y de cada uno de los grupos criminales en cada región? ¿Por qué ellos tienen el control de amplios territorios? ¿Cuáles son las ventajas de la militarización de la seguridad? ¿Cuánto más seguiremos resistiendo o aguantando las crisis provocadas por los grupos criminales? ¿Por qué los gobiernos siguen siendo tan optimistas, mientras los pueblos siguen siendo golpeados por la delincuencia en tan variadas formas? ¿No será patológico este optimismo, cuando se siembra tanto dolor y muerte?
Estas son algunas preguntas que bailan en la cabeza y que no logramos responder cabalmente porque sentimos que este país, en el tema de seguridad, está a la deriva. Nos hemos acostumbrado a las diversas formas de violencia. Y mirando hacia adelante, vemos que el plazo para salir de este túnel cada vez está más lejano. Las crisis de los transportistas en Acapulco, en Taxco y en otras zonas del estado, las extorsiones que tienen un crecimiento exponencial por todas partes, el control del comercio y de la economía en Tierra Caliente, el desplazamiento forzado a lo largo de la Sierra de Guerrero, los vínculos subterráneos entre delincuentes y actores políticos, el creciente control de territorios por grupos criminales a lo largo y ancho del estado, las autodefensas que se han convertido en bandas criminales, entre otras situaciones ligadas a la delincuencia organizada, llenan de incertidumbre a muchos, que miramos hacia todos lados para ver si hay una salida.
A final de cuentas, ¿hacia dónde vamos y quién es el que manda? Esta es la pregunta que nos hace sentirnos a la deriva, porque no tenemos certeza alguna del rumbo del estado de Guerrero. Y tampoco del país.
Junto a las preguntas que se plantean arriba, hay otras más que buscan respuestas justas para responder al clima de inseguridad y de violencias. Como podemos ver, hay más preguntas que respuestas, pero es preguntando como podemos encontrar las respuestas que necesitamos.
Otras preguntas más. ¿Por qué no buscamos un camino, que tiene que ser largo y estratégico para construir la paz? ¿Por qué nos acostumbramos a que los grupos criminales tengan el control de áreas de la vida pública, como parte de nuestra normalidad? ¿Por qué las autoridades no organizan foros de escucha donde los ciudadanos nos expresemos? ¿Por qué las víctimas de las violencias, de desplazamientos forzados, de feminicidios, de desapariciones y de extorsiones no son atendidas como los sectores más vulnerables de la sociedad? ¿Por qué tanta confianza en los militares y tanta desconfianza en las comunidades y en la sociedad civil? ¿Por qué soportamos los altos índices de impunidad?
Hay otras preguntas más, mirando hacia el futuro. ¿Acaso no podemos comenzar a aprender a escucharnos, a dialogar fortaleciendo la confianza entre todos los sectores sociales y los gobiernos? ¿Acaso no podemos promover la creatividad y la imaginación de todos, particularmente de los artistas, para buscar y encontrar nuevos caminos para la paz? ¿Qué se necesita para que todos reconozcamos que tenemos que dar un paso hacia adelante, de aceptar que todos somos responsables de la situación de inseguridad y de violencia y que tenemos que convertirnos en constructores de paz? ¿Cómo ayudar a los gobiernos para que entiendan que sin la participación activa la sociedad no es posible ni la seguridad ni la paz?
Y siguen más preguntas. ¿Cómo podemos enfocar a la familia como el primer espacio de construcción de paz y de seguridad? ¿Cómo puede la escuela educar en la no violencia activa, como actitud y como método para fortalecer la seguridad y la construcción de la paz? ¿Cómo podemos trabajar para reconstruir la confianza perdida entre vecinos, entre ciudadanos y como organizaciones, como un paso para caminar y colaborar juntos hacia la paz? ¿Cómo mejorar las condiciones para que las policías municipales se conviertan en un factor de seguridad ciudadana? ¿Cómo superar las condiciones de vulnerabilidad de los gobiernos municipales ante la delincuencia organizada? ¿Cómo acompañar a las víctimas de las violencias para que sanen su dolor y se conviertan en constructoras de paz?
A final de cuentas, ¿cómo hemos de colaborar los ciudadanos y las organizaciones con los gobiernos, con todos los gobiernos, para que la sensación de “ir a la deriva” se transforme en una actitud firme que contribuya a la construcción de la paz en Guerrero y en todo el país?