Gaspard Estrada
Abril 05, 2023
Dentro de poco, el tercer gobierno del Presidente Luiz Inácio Lula Da Silva cumplirá 100 días. Para cualquier mandato, se trata de una fecha importante, tomando en cuenta que la aceleración del tiempo político y mediático tiene como consecuencia el fin de las llamadas “lunas de miel” de los Presidentes frente a sus opiniones públicas. En el caso de Lula, se trata de una fecha todavía mas importante considerando los hechos del 8 de enero, en los cuales varios miles de militantes bolsonaristas y miembros de las fuerzas armadas y policiales intentaron destrozar las sedes de los tres poderes y llevar a cabo un Golpe de Estado contra la democracia brasileña.
Si bien en un primer momento, la rapidez de la respuesta del Presidente Lula le permitió retomar la iniciativa política y ocupar plenamente su cargo –en particular, tras la destitución del comandante del Ejército el 24 de enero–, los desafíos que esperan a su gobierno son múltiples y no de fácil solución. El primero está ligado a la necesidad de volver a instaurar progresivamente un proceso de regreso a la normalidad democrática de las instituciones del Estado brasileño. Eso pasa por la reconstrucción de la administración pública federal, así como de las principales políticas públicas y programas sociales que fueron creados desde el regreso de la democracia, a mediados de los años 1980. En particular, pensamos en la política sanitaria y de vacunación, en el programa Bolsa Familia, así como en la política de construcción de vivienda social y de obras en los grandes centros urbanos del país.
Por otro lado, se trata de reestablecer un funcionamiento mas armónico de las instituciones en donde el gobierno y la oposición puedan dialogar sin exclusiones. Sin embargo, esta tarea parece difícil de alcanzarse en el corto plazo, si observamos la voluntad de Bolsonaro y sus aliados políticos de enrarecer el ambiente político y aumentar el costo de una eventual inhabilitación política del ex presidente brasileño por la justicia –algo que luce cada vez mas probable, al ver la multiplicidad de elementos de los que dispone para poder actuar. Es en este sentido que toma relevancia el regreso a Brasil del ex Presidente de extrema derecha, tras un exilio auto-impuesto de poco menos de tres meses en Estados Unidos. Este paso por la Florida fue profundamente contraproducente para las ambiciones políticas de Jair Bolsonaro y de su familia. En un momento en el que la extrema derecha (y la propia derecha) están en pleno proceso de recomposición tras la derrota en las elecciones presidenciales de octubre del año pasado, la “huida” de Bolsonaro fue muy mal vista por los principales caciques de los partidos cercanos al ex presidente, empezando por el Partido Liberal, que lo postuló en 2022. Valdemar Costa Neto, su presidente, ha considerado públicamente que Bolsonaro podría no ser el candidato de su partido en las elecciones de 2026, para dar paso a una eventual candidatura de la esposa de Jair, Michelle. Esta hipótesis ha desatado una lucha en las sombras entre los hijos de Jair –que rechazan enérgicamente esta posibilidad– frente a un grupo político que respalda las eventuales aspiraciones electorales de la ex primera dama.
En este sentido, no es de extrañar que la prensa haga una serie de revelaciones sobre las joyas “regaladas” por el Reino de Arabia Saudita a Michelle Bolsonaro. Está claro que este nuevo escándalo de la familia Bolsonaro fragiliza en primer lugar al ex presidente brasileño, pero también tiene un impacto en la imagen de su esposa. No se puede descartar que, en los próximos días, nuevas revelaciones sobre el tren de vida de Michelle Bolsonaro aparezcan en la prensa.
Si bien la oposición no está pasando por su mejor momento, Lula tampoco ha logrado hasta el momento atraer a la mayor parte de los electores de Bolsonaro. Las encuestas dan cuenta de una opinión pública todavía fuertemente polarizada. La tasa de rechazo del Presidente se encuentra en un nivel entre 30 y 40 por ciento de los electores, al tiempo que su aprobación ronda, según los principales institutos de opinión, entre 40 y 50 por ciento. Estos números muestran que el panorama electoral ha cambiado poco desde la elección de Lula, en octubre del año pasado.
Para modificar esta situación, Lula debería no solo recuperar los programas exitosos del pasado, sino también innovar y presentar nuevas políticas públicas, en particular hacia la clase media baja que votó por Jair Bolsonaro en 2018 y 2022.
* Director Ejecutivo del Observatorio Polí-tico de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París
Twitter: @Gaspard_Estrada