EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

A propósito de pirámides y triángulos

Silvestre Pacheco León

Mayo 09, 2022

Quizá lo más conocido que se relaciona con esa figura geométrica de las pirámides sea el estudio de la estructura poblacional de las diferentes sociedades, que sirve para diseñar las políticas de acuerdo al horizonte que se tenga para su desarrollo.
La pirámide poblacional mexicana de acuerdo con los datos del Inegi reportados en el año 2020 establece que de 4 a 25 años la segmentación quinquenal es del 4 por ciento a partir del cual la población decrece al 3 por ciento hasta los cincuenta años.
De los 50 a los sesenta años la población de ese segmento no es mayor del 2 por ciento. El segmento de la población de 60 años y más en la punta de la pirámide es de menos del uno por ciento.
Otra de sus características es que la pirámide poblacional está más extendida en el centro porque el segmento de 14 a 25 años es mayor la población que el número de nacimientos.
A partir de esta figura el filósofo y ambientalista ex titular de la Semarnat Víctor Toledo, ha tomado el tema de la desigualdad para establecer que ningún país del mundo ha logrado aplanarla en busca de la igualdad.
Como si se tratara de una maldición universal, la concentración de la riqueza pone en la cima de la pirámide a un sector cada vez más reducido de ricos mientras en su base crece la franja de los desposeídos.
Pero esa tendencia no es nueva. La historia nos muestra que a medida que la economía se globaliza la riqueza se concentra en menos manos y la pobreza se extiende sobre la mayoría. Los extremos de se alejan de manera simétrica como para convencernos de que nada puede cambiar.
El dato es escalofriante porque si en 1820 los pobres disponían del 14 por ciento de la riqueza, 200 años después el porcentaje se ha reducido al 8 por ciento. Esa es parte de las lecciones que debemos al finado periodista Eduardo Galeano autor de Utopía.
Todo el sacrificio que por años han realizado los trabajadores del mundo para poner en las leyes los derechos laborales básicos, ha quedado borrado por la hegemonía que el capital ejerce sobre la política.
El derecho de contar con un salario mínimo solamente existe en el papel para los millones de trabajadores que pelean cotidianamente por los puestos de trabajo mal pagados mientras el derecho a sindicalizarse es burlado en el país donde se han fundado las principales empresas globales como Amazon y Walmart, sin mencionar que el outsourcing es el método moderno mediante el cual las empresas evaden impuestos, contratando intermediarios para realizar parte del trabajo, a cuyos empleados se les prohíbe hablar de sindicato bajo el argumento de que sin su representación tienen garantizado mayor nivel de ingresos, aunque carezcan de derechos como la jornada laboral de ocho horas, vacaciones pagadas y de antigüedad para jubilarse.
Todo el control político que los gobierno ejercen sobre la fuerza laboral lo diseñan los abogados de las grandes empresas norteamericanas y forma parte del paquete de inversiones foráneas que todos los gobiernos se pelean con la esperanza de beneficiarse con los empleos que generen.
Por eso, en palabras costeñas, los empresarios siempre van más allá de los límites que marcan las leyes imponiendo su “estilo de trabajo” en todo el mundo. Hasta en China donde el gobierno del régimen comunista tiene el control de los sindicatos para que mantengan disciplinados a los trabajadores como atractivo para las inversiones.
Un ejemplo de esta situación son los convenios internacionales que regulan las relaciones de trabajo en el mundo. Según la Organización Mundial del Trabajo que dependen de la ONU, desde 1919 se han firmado 183 convenios de los cuales Francia ratificó 115, Noruega 106, Alemania 76 y los Estados Unidos 14. Ese es el ejemplo de progreso que ofrecen los países de capitalismo avanzado, y como el capital no conoce de respeto a las leyes se impone con la diplomacia de la fuerza.
Esa terrible realidad mantiene a la clase trabajadora desorganizada en un posición defensiva porque su cohesión y fuerza no alcanza para darle continuidad a los avances alcanzados en largos años de lucha, y ni siquiera para defender la vigencia de sus logros. Uno de los datos más alarmantes sobre el tema es que en los últimos 40 años la sindicalización de la fuerza laborar norteamericana bajó del 20 al 10 por ciento.
por eso la euforia en Estados Unidos de las fuerzas progresistas que festejaron el triunfo sindical de los trabajadores de Amazon de Nueva York donde el mes pasado la mayoría voto su sindicalización, aunque se debe hacer notar que de los 4 mil 700 trabajadores de la tienda, 2 mil 131 votaron en contra.
La figura que ilustra la estructura población también sirve para entender mejor la desigualdad, por eso Víctor Toledo ha reparado en el trabajo realizado por el economista David Márquez Ayala quien con esa figura del triángulo ha expuesto el caso mexicano.
De acuerdo con INEGI el año pasado en México había 34.7 millones de hogares con 125 millones de habitantes. Si lo dibujamos con la misma figura que se usa para la estructura poblacional tendríamos que poner en la base la cifra de los pobres que de acuerdo con Márquez Ayala son los que ganan menos de 40 mil pesos mensuales los cuales suma el 55 por ciento del total. En seguida se acomoda la clase media cuyos integrantes se cuentan entre los que ganan de 40 a 130 mil pesos mensuales y representan el 42.4 por ciento de la población, y luego en la punta de la pirámide se coloca la clase alta cuyos ingresos mensuales están por arriba de los 130 mil pesos mensuales y representan el 2.5 por ciento de la población en la cual figuran las ocho familias más ricas de México con una riqueza calculada en 131 mil millones de dólares, una cantidad que resulta difícil de imaginar y menos traducida a pesos.
Si esos porcentajes en los que están representadas las clases por su nivel de ingresos los convertimos en millones de personas, en México son pobres 74 millones, 49 millones son de clase media y apenas 2.1 millones están en la cúspide del triángulo.
Una interpretación de ello nos indica que, cada clase es como compartimentos estancos, en los que cada uno mira el futuro para sí mismo y con una estructura donde los más ricos son como el cerebro que toma todas las decisiones.
La clase media, colocada en un lugar estratégico de la estructura, mirando para sí misma puede inclinarse a favor de los de arriba o de los de abajo dependiendo de lo que mejor le convenga, mientras que los de abajo, aún con ser mayoría, actúan dominados por las ideas de arriba.
Es sobre esta realidad que Víctor Toledo adelanta la idea de que para su aplanamiento se debe ver a los sectores de vanguardia que actúan en México por el cambio, en los que anota el feminista, los científicos, los indígenas y ambientalistas.
Mientras tanto podemos insistir en que la riqueza y la pobreza no se formaron de la nada, ni es algo natural, sino producto del dominio de unos sobre otros. Por eso la desigualdad no tendría por qué permanecer ni perpetuarse.