EL-SUR

Sábado 27 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

A propósito de saqueadores

Jesús Mendoza Zaragoza

Diciembre 18, 2023

Nos sorprendió a todos el poder destructor del huracán Otis durante la noche del 24 de octubre. Pero al amanecer del día 25 nos sorprendió otro huracán, tan destructor como el primero, la cadena de saqueos por toda la ciudad que, incontenible, no había fuerza humana que la parara durante los siguientes días. El comercio en su conjunto, desde las grandes tiendas departamentales, hasta los puestos de los mercados fueron objeto de una rapiña multitudinaria, que requiere una explicación y una solución. Hay que señalar de entrada que en los saqueos ha participado sólo un segmento de la población, que es minoritaria. Pero esto ha sido noticia, mientras que los miles de voluntarios que se han dedicado a ayudar a los demás no han sido noticia.
Estos saqueos no son circunstanciales y no debieran sorprendernos. Tienen su historia. Hay que recordar la rapiña en Costco Diamante en el año 2013 después de las inundaciones provocadas por los huracanes Ingrid y Manuel. También hay que recordar que, a propósito de accidentes viales de vehículos repartidores de mercancías, que suelen darse en calles y carreteras, hay gente que acude, no a auxiliar a las víctimas sino a saquear lo que puedan llevarse de mercancías. La rapiña, pues, se ha vuelto costumbre. Ya es algo cultural en una parte de la población.
Pero hay que entender que este tipo de saqueos no es el único. Hay otros tipos de saqueos que se han vuelto estructurales y, por lo mismo, se han vuelto invisibles a primera vista, tanto que hay que reconocerlos a partir de la observación y del análisis preciso. Pero, de alguna manera son tangibles porque han generado pobreza y desigualdad en el país.
El primero es el saqueo de las trasnacionales, que es una expresión capitalista a partir del modelo neoliberal de la economía que sigue vigente en nuestro país, que tiene sus mecanismos de rapacidad que consagran la acumulación de la riqueza a costa del saqueo de los intereses de los trabajadores y del país. Las grandes fortunas tienen detrás mecanismos injustos y abusivos. La industria del turismo nacional e internacional ha hecho grandes inversiones en nuestro puerto, cuyas ganancias no se quedan en la economía local, sino que alimentan los grandes capitales de los que proceden. El dinero que fluye del turismo no se derrama en el conjunto de la población, ni siquiera entre los trabajadores y menos en el conjunto de la ciudad. De este saqueo nadie habla porque ya nos acostumbramos a él y hasta lo hemos aceptado como si fuera un beneficio. Este saqueo es depredador tanto de los paisajes naturales como de la fuerza de trabajo local.
El segundo es el saqueo de la corrupción pública que tiene raíces muy hondas en el sistema político mexicano. En los municipios, en los estados y en la federación sigue vigente un sistema corrupto y corruptor que sigue causando graves deterioros sociales y económicos. El gran aliciente en la política es, precisamente, la corrupción que promete jugosos dividendos para quienes deciden entrar al sistema. De ninguna forma puedo decir que todos los políticos son corruptos. Los hay en todos los partidos y sin partidos. Los políticos que se resisten a la corrupción la suelen pasar muy mal, en una situación incómoda. El saqueo de la corrupción ha sido mayúsculo pues gran parte de los presupuestos gubernamentales son objeto de rapiña, y de una grande rapiña que impide el desarrollo, la democracia y la justicia.
Y el tercero es el saqueo de la delincuencia organizada en sus más variadas formas. Por naturaleza propia, este saqueo ha sido sostenido por la corrupción pública, que reparte beneficios a las bandas de delincuentes y a las autoridades que los amparan. La delincuencia ha sido muy creativa para imaginar formas de saqueo a los bolsillos de las familias y de los pueblos. Algunas de ellas son la trata de personas, el tráfico de migrantes, los secuestros, el tráfico de armas, las extorsiones en sus múltiples formas, el cobro de piso a transportistas y comerciantes, y el lavado de dinero, entre otras. Hay regiones en las que tiene el control de la economía local y regional. El miedo, la inseguridad, la corrupción y la impunidad suelen ser los principales ingredientes de esta forma se saqueo criminal, que ha trastornado la economía del país y de regiones enteras de la geografía guerrerense.
Si las trasnacionales roban, si las autoridades roban y si la delincuencia organizada roba, entonces está permitido robar, como consecuencia. Este es el razonamiento antiético que se hace este segmento de la población que, por su parte, ha estado a merced de los impunes saqueadores permanentes. La rapiña ha conformado ya una subcultura permisiva que se manifestó en nuestra ciudad a propósito del huracán Otis, lastimando la imagen pública de nuestra ciudad.
Estamos ante un problema ético que no podemos soslayar y que necesita ser afrontado. Nos hemos acostumbrado a las rapiñas amparadas en los mecanismos depredadores del neoliberalismo y del sistema político y a la rapiña de la delincuencia organizada que llega a tener rostros atroces. La rapiña posterior al huracán tiene este trasfondo de rapacidades que, en parte, la explican. Todas las rapiñas son inmorales y hablan mal de nuestra humanidad nacional y hablan de nuestra descomposición ética como personas y como pueblo. ¿Cuál futuro podremos construir con esta disfunción ética? Como consecuencia, hay que condenar todas las rapiñas y desactivarlas con más democracia y con un mejor nivel en la educación.
Por fortuna, no todo es rapiña en nuestro contexto. Cada día hay más empresas con proyección social que atienden las necesidades de los trabajadores, de la población y del medio ambiente; cada día hay más autoridades que asumen su responsabilidad política con honor para buscar el bien común; y cada día hay más ciudadanos y organizaciones que ejercitan tareas de beneficio comunitario y social. Lo hemos visto a partir de los estragos del huracán Otis, cuando algunas organizaciones de la sociedad civil mostraron su solidaridad hacia las víctimas del desastre. Aun así, no dejan de preocupar todas las rapiñas que dañan la democracia, la justicia y el desarrollo del país.