EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

A propósito del tamaño de mi ansia

Federico Vite

Octubre 30, 2018

 

Si usted vive en una ciudad violenta, como Acapulco, entenderá muy bien que un libro como Breve historia de siete asesinatos (Traducción de Javier Calvo y Wendy Guerra. MalPaso, España, 2015, 792 páginas), de Marlon James, es una novela colosal, una experiencia difícil de repetir en la literatura de cualquier idioma, no solo porque explica la violencia de un país sino porque define la identidad de un pueblo.
La historia comienza en Jamaica, en 1976, y culmina en 1991, en Estados Unidos. En los años 70 del siglo pasado Jamaica padecía una crisis de violencia (es decir, asesinatos, secuestros, violaciones, extorsión, abuso de poder e hipocresía política, como usted nota, igual que en Acapulco); la situación devino en una crisis de violencia militantes de los dos grandes partidos políticos tradicionales, el Partido Nacional del Pueblo (socialista democrático) y el Partido Laborista de Jamaica (centro-derecha). El Ejército y la policía de Jamaica tomaron las calles, pero no pudieron contener la violencia (como en Acapulco). Bob Marley era entonces un pacifista apolítico, un músico ya consagrado y un creyente de la fe rastafari. Decidió participar en un concierto gratuito en el Parque de los Héroes Nacionales de Kingston, el 5 de diciembre de 1976, para promover la paz y la reconciliación nacional. Así que sectores del entonces opositor Partido Laborista de Jamaica criticaron el concierto porque pensaban que estaba parcializado y en realidad era un acto de apoyo al primer ministro y líder del Partido Nacional del Pueblo, Michael Manley (amigo de Bob Marley); de hecho, Michael Manley fue el organizador del concierto y de paso convocó a elecciones para el día 15 de diciembre de ese año (un intento desesperado por sacar provecho político de una expresión estética masiva).
Así que el 3 de diciembre de 1976, dos días antes de Smile Jamaica, Marley, su esposa Rita, Lewis Griffith y el mánager Don Taylor fueron baleados por pistoleros. Entraron a la casa del cantante, en 56 Hope Road, en Jamaica, y rompieron la tranquilidad de una familia. Se sabe que el atentado fue en represalia por el apoyo de Bob al gobierno de Manley, aunque algunos teorías conspiratorias afirman que la CIA estaba involucrada (ya que Michael Manley se había acercado mucho a la Cuba de Fidel Castro). Marley fue herido en el pecho (muy cerca del corazón) y un brazo, su esposa Rita en la cabeza, Lewis Griffith en el estómago y el mánager Don Taylor también fue hospitalizado. Afortunadamente sobrevivieron. Dos días después del atentado, Marley subió a la tarima y cantó, lo hizo con muchísimo valor, con muchísima fuerza. “La gente que está tratando de hacer este mundo peor no se toma ni un día libre, ¿cómo podría tomarlo yo? Ilumina la oscuridad”, dijo en ese concierto. Repito esas palabras y se eriza mi piel (repítalas en voz alta y verá: “La gente que está tratando de hacer este mundo peor no se toma ni un día libre, ¿cómo podría tomarlo yo? Ilumina la oscuridad”.) Esa fue la presentación más emotiva de Marley en Jamaica. Temía que volvieran a balearlo, así que dejó el país para irse a vivir a Londres, donde grabó su siguiente álbum: Exodus.
Estos hechos forman parte del motor de la novela de James. Libro que fue rechazado por múltiples editoriales y cuando logró publicarse tuvo la fortuna de ganar los premios Man Booker y American Book (una novela así necesita lectores, muchos lectores, de preferencia acapulqueños). El autor fusiona los monólogos de los siete asesinos para crear una gran trenza discursiva que permite comprender lo importante del relato, es decir, el motivo de la violencia entre ciudadanos y la oscura razón por la que un país tenía más armas que ciudadanos.
Lo interesante de los personajes es que intentan justificar lo injustificable: hacen el mal, así de simple, pensando que eso los hará libres, pensando que eso les dará un país pujante, pensando que eso les dará una mejor vida. Recurren a múltiples pretextos como la pobreza, la amistad, el desmadre, las drogas, la homosexualidad, el racismo, el rencor social y la falta de cultura para justificar su ingreso a la guerra civil. Obviamente, la proeza de Marlon es la creación estética de un tejido social pútrido (como el de Acapulco). Digamos que con su tercera novela, Marlon James resignifica la historia. De verdad.
Revisé la versión original (Riverhead books, 2014, Estados Unidos, 688 páginas) y me deslumbró aún más este libro. La recreación oral de los hechos es un trabajo impecable, realmente se notan los idiolectos de los gangsta, de los reporteros, de los músicos, de los vagos, de las prostitutas, de toda esa biblioteca de espíritus que es Jamaica; en la traducción hecha por Javier Calvo y Wendy Guerra se busca crear un constructo similar a los idolectos con varios registros del castellano (cubano, madrileño, colombiano y mexicano), pero no es un ejercicio muy afortunado. Son caudales esos monólogos, ríos verdaderamente emotivos, con precisión describen el ansia de la gente que vive destruyendo al mundo.
¿Por qué habrá elegido James la recreación del asalto a la casa de Bob Marley como el núcleo de todo el cuerpo del relato? Veo en este hecho la metáfora gigante del libro. Es en este punto donde el entresijo de la historia y el nacimiento de la ficción ensamblan un panorama de Jamaica. Suena fácil, pero el autor requirió de cinco años para hacerlo.
¿Quién puede escribir una novela así? Solo un hombre que ha podido identificar el error trágico de su país, un hombre que ha visto cientos de veces cómo se equivoca la población, así que no le queda otra más que hacer un libro para convocar todo ese mal y encerrarlo para siempre. Dan ganas de llorar cuando uno acaba la novela, pero dan ganas porque ahí se terminó el ciclo del odio, de la impunidad, de la injusticia y acá, en Acapulco, en esta orilla de la realidad seguimos extrañando a los que nos han arrebatado, a los que amamos. ¿Hasta cuándo, la presidente municipal, Adela Román, y el gobernador, Héctor Astudillo, van a detener esto? ¿Hasta cuándo? La buena literatura no es, desgraciadamente, para todo el mundo; la buena literatura sirve para mostrarnos dónde y por qué nos hemos equivocado terriblemente. Ojalá le pasen un resumen de este libro tanto a Román como a Astudillo. Los políticos no atienden lo importante sino lo espectacular, eso lo deja muy en claro Marlon James. Que tengan un pacífico martes.