EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Abalorios

Federico Vite

Abril 04, 2017

(Primera de dos partes)

Viernes

Pensar es un sinónimo de vivir. Creo en ello. A Elías Canetti, ese sabio neurótico, le debo una frase importante: “La escritura nunca se suspende. Se trata de un punto de encuentro con uno mismo que se proyecta en múltiples referencias”. Cuando abordo un avión y llego a un sitio en el que debo despojarme de mi idioma, sé que no poseo nada más que la memoria. Me instalo en otra perspectiva, voy nombrándolo todo, de nuevo, incluso a mí mismo.

Martes

La neblina oculta Nápoles. Recuerdo algunos textos de Federigo Tozzi, porque mi tocayo veía en Nápoles la angustia del mundo, basura acumulada en un sitio, en otro, en otro, en otro; muertes violentas, la palabra Camorra, la idea de mafia en el corazón de todos. Todo eso junto propicia el mismo vértigo que la palabra Acapulco sumada a narco, asesinato, deudas, drogas, políticos. Parece que los políticos no saben qué hacer cuando tienen trabajo y cobran tanto por hacer tan poco. Tozzi tiene la visión  neblinosa del mundo. Es curioso, sólo me vine a la mente el título de uno de sus libros Con gli occhi chiusi (Con los ojos cerrados, Treves, Milano, 1919). Fue un narrador triste, un revolucionario. Erri de Luca, ese es otro autor que sólo puede leerse usando el corazón con los ojos. Camino por algunas calles que menciona en I pesci non chiudono gli occhi (Los peces no cierran los ojos, Feltrinelli, Italia, 2011). Camino, recuerdo y sé que Canetti no se equivoca, a cada hecho, siendo generosos, sólo debemos atribuirle unas cuantas palabras.

Miércoles

En la feria de libro de Nápoles escucho a varios de los participantes hablar elogiosamente de Elena Ferrante. Busco una de sus novelas, la leo con morbo, se trata de un texto breve, I giorni dell’abbandono (Los días del abandono. Einaudi, Roma, 2002). En el libro descubro alguien que siente y siente mucho. Un humano al borde del abismo. Se trata de una mujer que en medio del almuerzo recibe la noticia de que su marido va a abandonarla. De la autora hay muy pocos datos reales, nadie la conoce, no tienen fotos de ella, nadie la ha visto. Sabemos que escribe y que publica. Pienso en lo que soy, un fantasma que sueña en español y al despertar reordena el mundo en italiano.
Observo la Ciudad Eterna desde mi departamento, la caída de los cipreses en la vía Corso Italia. Veo a las mujeres correr de un lado a otro de la avenida, pienso en la actriz, alguien con quien salgo en estos días. La observo y tengo la certeza de que voy a quedarme a vivir por un tiempo en esta ciudad; también recuerdo con precisión el argumento cómico y hasta ridículo de The abortion: an historical romance 1966 (Pocket Books, Estados Unidos, 1971). La mujer que ahí aparece, Vida, es como la actriz y ella me ve como alguien que huye de algo, o como indica el autor de la novela que menciono, Richard Brautigan, alguien que trata de reconciliarse con lo lindo. Para definir mejor mi fugaz existencia, imagino a Bob Patiño, ese genial personaje de Los Simpson, quien se casa con una italiana y el hijo de ambos grita: ¡¡Vendetta!! ¡¡Vendetta!!

Sábado

Escucho una conferencia sobre la perspectiva política en los libros de Wole Soyinka, es la feria de libro de París. No es Wole Soyinka quien habla, pero se parece bastante al nigeriano. Recorro los pasillos de Porte de Versailles y ese hombre dice que los políticos de su país sólo aparecen en las fotos, no gestionan nada, no buscan ampliar la perspectiva vital de las personas. Tengo la ligera sospecha de que ese hombre habla tanto del director de Cultura de Acapulco, Julio Zenón Flores, como del secretario de Cultura de Guerrero, Mauricio Leyva Castrejón. Cada palabra tiene que ver con eso: laboran desde la orilla sin ejercer la política, por razones divinas piensan que todo funciona ejemplarmente, con deudas, con cierto atraso. En suma, creen que todo funciona a la perfección. No sólo pienso en ellos sino en todos los políticos de México.

Sábado

Estoy en Frankfurt, es invierno y cae la nieve. Llamó por teléfono a la actriz y disfruto la función fática del lenguaje cuando sólo intercambiamos opiniones simples, recados llenos de algo que no comunica, algo que sólo embarra o renueva el sentido vital de la palabra. Me cuenta que hace frío en su barrio, que no ha terminado de leer Cloud Atlas, de David Mitchell. Son muchas páginas, le digo, más de mil 200 hojas de amor, de odio. Una gran cápsula de pasiones humanas. ¿Te gusta lo que estás leyendo?, pregunto. Me gusta pensar que el amor es así, me dice, y suelta rápidamente todas las palabras, como lo hacen los italianos, y de verdad canta al contarme que la novela tiene que ver con las vidas pasadas, con la reencarnación, con los nexos vitales que uno establece con algunas personas. El hombre es el único animal que recuerda lo que ha asesinado. Esa frase también es de Canetti, pero no la verbalizo. Amo a esa mujer pero voy a dejarla.

Lunes

París asfixia. El perfume de las mujeres agranda el espacio vital de una ciudad como ésta.

Martes

Ahora que me estoy llenando de muertos, pido a Dios un poco de compasión con el puerto que amuebla mi existencia. No quiero que Acapulco sea la ciudad que arrasó el diablo. No quiero y veo el castillo Sant’Angelo persignándome. También evoco esa canción de G.J. Lunghi, Acapulco nights, al sentir el sol en mi rostro.

Domingo

“Como nunca, en este momento del mundo, tengo muchas cosas que decir”, sentencia Canetti en sus Apuntes (traducción Juan José del Solar y Beatriz Galán. Debolsillo, España, 2006, 678 páginas). Releo ese apartado sobre la guerra. Creo que los domingos suelo recordar cosas horrendas; sin desearlo, la memoria me arrincona hasta esas estancias de humanidad indiscutible. Te recuerdo, Canetti: “Si escribes tu vida, en cada página tendría que haber algo que ningún hombre haya oído nunca”. En el fondo, no hablo de mí sino de todo aquello con lo que nutro mis anhelos.