EL-SUR

Martes 30 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Acapulco 1915: un carnaval trágico

Anituy Rebolledo Ayerdi

Marzo 03, 2022

 

Acapulco, un villorrio

El general Emiliano Zapata inicia al frente de un poderoso ejército el sitio sobre Chilpancingo, Guerrero, defendido por más de 2 mil soldados federales con ametralladoras, cañones y parque suficiente para soportar un largo asedio (14 de marzo de 1914). No obstante, 10 días más tarde, una carga de las fuerzas zapatistas, al mando de los generales Heliodoro Castillo y Encarnación Díaz, obligan al confuso defensor, general Luis G. Cartón, a ordenar la retirada. La toma de la capital se consuma el 24 de marzo, provocando un éxodo masivo de sus habitantes.
La familia del joven chilapeño Manuel Meza Andraca, como muchas otras encontrarán paz y tranquilidad en este puerto. El es un veinteañero estudiante en la Escuela Nacional de Agricultura de San Jacinto, en la Ciudad de México, poseedor de una gran capacidad de observación. Las anotaciones que haga sobre Acapulco las vaciará mucho más tarde en un libro titulado Mi encuentro con la Revolución (1969). Así lo describe en 1915:
“Un villorrio de no más de seis mil habitantes con calles angostas, sinuosas, lodosas y sólo algunas empedradas. Sus casas son de adobe con techumbre de tejas de dos aguas, todas con corredores adornados con macetas con plantas de sombra. Los crotos de colores encendidos, los helechos de largas y flexibles hojas y los ixpoxquelites con sus grandes hojas acorazonadas.”
Un Acapulco totalmente incomunicado, anota. Sin servicio de correos y telégrafos. Los barcos extranjeros no penetran a la bahía teniendo que desembarcar en alta mar carga y pasajeros. La vida social y la actividad económica transcurre casi normalmente y sólo es interrumpida por los grupos armados que se disputaban la ciudad como botín. El comercio es dominado desde siempre por las tres grandes casas españolas: B. Fernández y Cia., Alzuyeta Hnos. y Uruñuela Fernández y Cia. Las autoridades municipales se sostienen casi por inercia después de que han desaparecido los poderes estatales.
Recuerda Mesa Andraca que en su casa recibieron albergue varias familias de Chilpancingo y cita entre ellas a los Calvo –Cornelio, uno de los varones, con sus hermanas y tres amigas más–; los Monteforte, el licenciado, su esposa y cuatro hijos chiquitos y de Tixtla don Natalio Nava con su hija Elena. Una hermosa chiquilla sobre la que pesaba la cruel amenaza del teniente coronel Simón Chon Díaz, de “que no se le iba a ir viva”.
El desfile de chilpancingueños parecía interminable –escribe Manuel Meza Andraca–. Los recuerdo como si los estuviera viendo vestidos de catrines: don Bernardo Enríquez, con sombrero de paja; Teófilo Castañón con bombín y Felipe Olivera con un morrongo. Atravesaban una situación lastimosa que, afortunadamente, los paisanos radicados en Acapulco se organizaron para ofrecerles una estancia más o menos agradable.

Pinches catrines

“Si Chilpancingo era el infierno, Acapulco no era la gloria. Las fuerzas revolucionarias de los generales Silvestre Mariscal, de Atoyac, y Tomás Gómez , de Los Arenales, entraban y salían del puerto a tiro limpio provocando pánico y zozobra en la población. Los espacios de tranquilidad eran aprovechados por la autoridad para organizar serenatas musicales en el jardín central, muy concurridas por no haber ni teatro ni cine.
El futuro ingeniero agrónomo presumía de sus muchos amigos acapulqueños y entre ellos los Batani, Enoch Tabares, Alfonso Sáyago y Julio Adams. Cuenta que acompañado por uno de ellos, el Güero Batani, asistió a unos billares para aligerar el calor con una cerveza. Apenas las habían ordenado cuando entra al local un soldado “mariscaleño”, completamente borracho, pidiendo un vaso de mezcal. Los ve, saca su pistola y suelta con voz de trueno:
–¡Me están dando ganas de echarme a un par de pinches catrines!
Obvio decir que salieron despavoridos para nunca más pisar ese lugar.

Caleta, remota

Nuestros paseos, dice, serán a partir de entonces diurnos a las playas de la bahía. Recuerda al respecto que no acostumbraban a usar traje de baño sin ser ello, por cierto, objeto de escándalo para nadie. “Las mujeres veían aquello con naturalidad por tratárse de un ámbito de feliz primitivismo. Ora que por las noches acostumbrábamos a bogar en la bahía para deleitarnos con la fosforecencia marina. Los remos de nuestra pequeña barca movían el agua provocando su iridiscencia, dejando en la popa una estela luminosa y salpicando los remos de gotas luminosas”.
Refiere el futuro director de la Escuela Nacional de Agricultura que otro de los paseos del grupo era subir al cerro de La Mira, para allá extasiarse con las puestas de sol, sin faltar que alguien comentara : “está amaneciendo en China”
Al respecto, sostiene que las puestas de sol en La Mira y en La Quebrada han sido siempre un espectáculo de maravilla, algo inenarrable, que cambian cada día, siendo las de octubre las más hermosas: El sol va bajando lentamente hasta tocar la nítida línea horizontal del inmenso océano, como un globo de lava licuecente que al tocar las aguas pareciera alargarse y deformarase. Se trata de una explosión y eclosión de luces iridiscentes que ningún pintor ha podido imitar, incluso Diego Rivera.
Sobre el muralista habla de que radicó en Acapulco durante los últimos días de su existencia, dejando una docena de paisajes bellísimos de las puestas del sol sin lograr en ninguno de ellos la sensación de colores. Esa que deslumbra la vista, iluminando la atmósfera y las nubes con tonalidades radiantes.
Cuenta: “Un domingo fuimos con varios amigos a La Roqueta cada quien con su curricán. La pesca fue copiosa: curbinas, pargos y otras especies que fueron a dar a la sartén colmada con aceite de oliva cargado con ajos. Era un deleite comer así los pescados después de pasar al sol toda la mañana en la playa de Caleta, tan remota y solitaria que solo se llegaba a ella por mar. Me contaban que una vez un extranjero se aventuró por la maleza para llegar a ella a pie y que más tarde encontraron su cadáver devorado por las aves de rapiña.”

Domingo de Carnaval

La noche del domingo de Carnaval de 1915 –narra Manuel Meza– se celebraba una serenata en la plaza Álvarez, donde la diversión de chicos y grandes consistía en tronarse cascarones llenos de agasajo (confeti menudito) y polvo de oro. Una diversión ingenua que permitía a los muchachos acercarse a las muchachas de su interés y viceversa.
“Yo estaba con Domingo Guevara Alarcón, sentados en una banca frente a la Aduana (hoy edificio Nick), cuando de pronto escuchamos el grito de ‘¡quien vive!’, seguido de varias descargas de fusilería. Domingo y yo corrimos en medio de la balacera y el tropel de centenares de hombres mujeres y niños hasta ponemos a salvo en la parroquia de La Soledad. La plaza Álvarez se despejó en un minuto quedando en ella únicamente los soldados beligerantes de los generales Mariscal y Gómez. Fue después de abandonar nuestro escondite cuando nos enteramos de la muerte de una niña de Chilpancingo”.
“Ella era hijita de don Alberto Catalán cuyo sepelio, la tarde del día siguiente, concentró a una multitud compuesta por acapulqueños y todos los chilpancingueños y tixtlecos refugiados. El cortejo fue encabezado por el general Silvestre Mariscal quien, en una breve alocución, condenó los sucesos responsabilizando de ellos a los hombres del general Tomás Gómez. Fue esta una desgracia que nos llenó de consternación cuando apenas empezábamos a digerir los horrores del asalto zapatista a la capital del estado”.

Versión acapulqueña

El carnaval sangriento de Acapulco es también abordado en el libro Memoria de Acapulco, de Faustino y Eleuteria Liquidano. Escriben:
“Aquel domingo de Carnaval hubo en el zócalo una tirotera grandísima y una confusión espantosa. Murió una niña de Chilpancingo, hubo multitud de heridos y entre ellos varias señoritas. A una de ellas, de apellido Condés de la Torre, le sacaron las tripas. En fin, fue una cosa horrible”.

La primera en América

Manuel Meza Andraca podrá abandonar Acapulco por mar hasta marzo de 1915, acompañado por sus tías y sus hermanas. Una de ellas, Aurorita, será más tarde la primera mujer en México y en América Latina en encabezar un Ayuntamiento, en su caso el Concejo Municipal provisional de Chilpancingo, en enero de 1936.

Sucesos

El joven ingeniero agrónomo no estará en Acapulco para conocer las muertes del gobernador zapatista Julián Blanco y su hijo Bonifacio. Morirán asesinados en una celda del fuerte de San Diego con tres balazos el primero, dos de ellos en la cabeza; y dos el segundo, uno en la cabeza y otro en la tetilla izquierda.
Las detonaciones fueron escuchadas por el agente del Ministerio Público, el alcalde Miguel Suástegui y otros funcionarios esperando en el exterior de la fortaleza. Acudían a tomar las declaraciones de Blanco en un juicio abierto en su contra por rebelión. El propio Mariscal ofrecerá las explicaciones del caso:
–Me informan, y no tengo por qué dudarlo, que el señor general Julián Blanco mató primero a su hijo y luego se suicidó.
Tampoco estará aquí Meza Andraca cuando el propio general Silvestre Mariscal designe gobernador provisional de Guerrero al teniente coronel Simón Chon Díaz, el mismo de que había jurado “hacer su vieja” a Elenita Nava, de Tixtla.
No conocerá tampoco los fusilamientos ordenados por Mariscal en el Fuerte de San Diego, donde fueron sacrificados el general Tomás Gómez, junto con sus hermanos Francisco, Manuel y Julián , de 18, 17 y 15 años, respectivamente, padre y tíos del futuro gobernador Alejandro Gómez Maganda. También murieron Victorio Salinas, Miguel Serrano, Juan Organes, Perfecto Juárez, Leonel López, Canuto Neri, Margarito y Cecilio Gómez Cisneros. Este último se habría lanzado al mar antes de recibir la descarga de fusilería.

Manuel Meza Andraca

El ingeniero agrónomo de Tixtla ocupó diversos cargos relacionados con su especialidad y entre ellos el de director de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo; agregado agrónomo a la embajada de México en Estados Unidos , colaborador cercano de Narciso Bassols en la SEP, jefe de la sección latinoamericana de Desarrollo de la ONU y representante mexicano en diversos foros celebrados en Bolivia, Brasil, Italia, Ginebra, India, Australia, Moscú y China.
Autor de varios estudios entre ellos La situación de la reforma agraria en México, para el Colegio de México, La producción de fibras duras en México, para Banamex y La situación de la agricultura en México, para el Banco Internacional de Fomento.
En el terreno político, Meza Andraca está catalogado entre los teóricos del radicalismo mexicano. Fue fundador del Partido Popular y su candidato a una diputación federal por Guerrero. Militó más tarde en el Partido Mexicano de los Trabajadores.
Don Manuel falleció en la Ciudad de México, en 1985, y está sepultado en Chilpancingo.