EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Acapulco, el ombligo financiero

Abelardo Martín M.

Marzo 15, 2016

Muchos y variados acontecimientos ocurrieron en Guerrero, especialmente en Acapulco, en los últimos días. El más glamoroso, la Convención Nacional Bancaria; el más vistoso, la salida del buque escuela Cuauhtémoc para su recorrido Ibero Atlántico. Pero en lo social se mantuvo el clima de violencia que cobró nuevas víctimas durante la semana, no obstante la presencia del presidente Enrique Peña Nieto, el Estado Mayor Presidencial, el Ejército y la Marina.
El toque humano, misericordioso, lo dio el arzobispo de Acapulco, don Carlos Garfias Melo, quien pidió a los familiares y amigos de los desaparecidos hace muchos meses de la Normal de Ayotzinapa, perdonar a los agresores a fin de que puedan recuperarse física y espiritualmente para exigir justicia “con más fuerza”. Llamo a la “clase política” a generar una cultura de perdón y reconciliación, a fin de reconstruir el tejido social, el más deteriorado por la sucesión de acontecimientos ante los que la incapacidad gubernamental ha sido creciente.
Los llamados banqueros de México como cada año vinieron a Acapulco a discernir sobre su actividad y sus expectativas, mirar la economía nacional e internacional desde su privilegiado ángulo, y departir al amparo del calor costeño, como lo han hecho en su historia. La primera Convención se celebró en 1924; la de ahora fue ya la número 79. De ellas, dice el recuento que hizo puntualmente Héctor Astudillo, el gobernador, en 33 ocasiones, las últimas 13 de manera consecutiva, han tenido lugar en el puerto guerrerense, desde hace años sumido en un pantano de ingobernabilidad, violencia y decrecimiento.
Por lo demás, el amor de los banqueros por Acapulco dura las 48 o 72 horas que en su caso se extienda la Convención – “el amor dura lo que dura”, dijo, sin que venga a cuento, el conocido verso del desaparecido Rafael Solana, escritor teatral y periodista. Porque el resto del calendario, ni el puerto ni la entidad están muy presentes en la vida de los banqueros del país. Los hechos hablan.
Los indicadores que elaboran y estudian los expertos otorgan a Guerrero y al puerto bajísimas calificaciones en lo que llaman inclusión financiera, es decir, la penetración y el uso de los instrumentos bancarios en la vida cotidiana de las personas y sus familias.
La inclusión financiera, sostienen los economistas, es una de las bases para la mejoría económica y social de las personas, pues estar al margen del sistema bancario limita las oportunidades de desarrollo en los individuos y en las comunidades.
Lo cierto es que en Guerrero estamos muy mal. Las tablas y gráficas ubican a la entidad en el grado inferior respecto a los demás estados de la federación, en rubros como el número de cajeros automáticos en relación con el número de habitantes, la cantidad de terminales punto de venta –para hacer operaciones con tarjetas de crédito o débito–, la captación de dinero o el crédito otorgado por los bancos. Sólo en un tema relacionado, que no tiene que ver propiamente con la eficacia del sistema financiero, destaca Guerrero: el estado es el segundo en captación de remesas del extranjero, básicamente de trabajadores emigrados a Estados Unidos que mandan recursos a sus familias.
Pero ni la situación de Guerrero, ni la del país en su conjunto, despierta preocupación de los dueños de los bancos, que además, luego de la nacionalización de 1982 y su posterior reventa al sector privado, ahora son mayoritariamente extranjeros: españoles, norteamericanos, canadienses, chinos. Ya desde la anterior Convención, la número 78, los convencionistas aplaudieron el diagnóstico de que la banca mexicana pasa por el mejor momento de su historia, lo que hace unos días reconfirmaron.
Sus cifras muestran que el dinero es poderoso caballero: en todos sus segmentos, servicios y negocios, los bancos crecen a una tasa de “doble dígito”, como gustan de frasear quienes trabajan con números, es decir, a más del diez por ciento anual.
Incluso el presidente Enrique Peña Nieto, al inaugurar la magna reunión, se unió al optimismo bancario, alabó el logro de un sistema financiero robusto, y se arrogó la causa de ello: la reforma financiera ha generado más crédito, más barato y en mejores condiciones, dijo.
Sólo el titular del Banco de México, Agustín Carstens, a quien por su posición le corresponde el papel de la prudencia, hizo honor a ello, y no dejó de referirse a los vientos y barruntos del mundo, la desaceleración económica en los principales países y regiones, la caída de los flujos del comercio internacional, el desplome de los precios de las materias primas, señaladamente el petróleo, y la volatilidad financiera que le ha pegado al peso entre 2015 y el inicio de 2016. Pero somos más geniales que el mundo, pareció concluir.
Así transcurre la historia cuando hablan los hombres del dinero. Algo no checa con la realidad que la gente que no es propietaria de un banco vive todos los días en cualquier rincón del país o del estado, desde los empresarios y comerciantes, sobre todo si operan en pequeño, más aún los trabajadores y los campesinos.
Y ya no digamos cuando alguno de estos actores de la vida del país le debe a un banco y se enfrenta a las cuentas que les hacen los empleados de los grandes capitanes. O cuando se revisa el costo del crédito de una tarjeta bancaria, que puede acercarse e incluso rebasar el 50 por ciento anual, en tanto que si usted va a abrir o depositar en su cuenta de ahorro, se entera que el interés que obtendrá es cero o cercano a cero, y que si se descuenta la inflación, va a perder cada año y cada día que tenga su dinero en el banco.
Algo no checa en esas visiones. Solo puede pensarse y creerse que Acapulco no vive un embrujo, sino que esta embrujado.
Hay que atender el llamado del arzobispo Garfias Melo y practicar el perdón y la misericordia, sobre todo cuando se vive un mundo, un estado y un Acapulco que los psicólogos definen como bipolar.